KATHARINE GRAHAM,
De hija a ama de casa, de ama de casa a esposa ejemplar, de esposa ejemplar a viuda, y de viuda a una de las mujeres más poderosas del mundo. Así, en cuatro líneas, se resume la vida de Katharine Meyer Graham (1917-2001), una mujer a la que el destino, contra todo pronóstico, aupó a la cima del periodismo mundial. Porque la vida de Katharine distaba mucho de ser lo que finalmente fue. Habiendo nacido en el seno de una familia judía conservadora, su condición femenina siempre la relegó a un segundo plano: primero a la sombra de su padre, un magnate de Wall Street, y después de su marido, Philip Graham, un abogado por Harvard al que su suegro nombró director de The Washington Post –rotativo que poco antes había rescatado de la quiebra– antes que a ella, periodista de formación, al considerar el puesto poco apropiado para una mujer. Sin embargo, en 1963, con 46 años, la vida de Katharine dio una pi- rueta inesperada: tras un proceso de depresión maniaca, su marido se suicidó, dejándola al frente de la presidencia de la Compañía Washington Post (que además del periódico incluía la revista Newsweek y varios canales de radio y televisión). Lejos de amilanarse, la nueva presidenta dio muestras de un liderazgo inusitado. Bajo su mando, el Post protagonizó algunos de los episodios más celebrados del periodismo mundial. Quizá el más sonado tuvo lugar en 1972, cuando Graham apoyó incondicionalmente a los periodistas Bernstein y Woodward durante el caso Watergate, que a la postre supondría la dimisión del presidente Richard Nixon. Durante esos años, la dedicación de Graham al periodismo fue completa, lo que hizo que fuese considerada la mujer más poderosa del mundo en 1974. En 1998 recibió el premio Pulitzer por su autobiografía Una historia personal, volumen editado ahora por Libros del K.O. Graham murió en 2001 tras una caída.