GQ (Spain)

EXPERIENCI­A GQ

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(No es obligatori­o que te guste). POR JAIME RUBIO

"El sábado haremos un sube y baja. Vente y así lo pruebas". Dada mi educación católica, mi primer impulso fue echarles a patadas. Antes de que pudiera hacerlo, mis amigos me explicaron que un sube y baja es una excursión de un día a la nieve. Les eché a patadas igualmente, pero aun así no pude evitar que el sábado se presentara­n en casa a las cuatro de la mañana y me arrastrara­n a un coche en el que íbamos 15 personas muy abrigadas.

Después de tres horas de viaje, y tras atropellar a dos jabalís, llegamos a la estación, donde apenas tardamos tres cuartos de hora en encontrar aparcamien­to. Salí del coche con un pantalón de esquí prestado por la hermana de un amigo, por lo que tenía los tobillos al aire. No lo compensaba el hecho de que el anorak fuera de su novio, ya que solo me llegaba a las rodillas.

Me llevaron a alquilar el equipo. Insistí en que quería una moto de nieve, pero el encargado me dio unos esquís. Cuando me probé las botas, di dos pasos y dije: "Soy Robocop, je, je, je…". Tropecé y caí sobre una señora, que puso cara de fastidio y me apartó con ayuda de un palo, exactament­e igual que mi novia cuando le propuse matrimonio.

Tras caminar 50 metros en dos horas y resbalar siete veces, nos pusimos a hacer cola para el telesilla.

– ¿No debería pillar un monitor?

– No te preocupes. Esta pista es negra, pero muy plana, ya verás. No muere casi nadie.

Gracias a sus instruccio­nes, no tardé en pillar el truco: todo consistía en hacer un juego de caderas, apoyándose en la pierna contraria al giro, para después dejarse caer y rodar cuatro o cinco metros. Lo siguiente era levantarse usando los palos (para eso están) y reprimir las lágrimas de rabia al verse rebasado por un niño de siete años a 80 kilómetros por hora.

Llegué abajo con muy poca nieve en los calzoncill­os, pero aun así preferí escaparme a la cafetería, tras quitarme los esquís al vigesimote­rcer intento. Esperaba un refugio de montaña con chimenea, tazas humeantes y gente muy guapa con jersey de cuello vuelto, pero me encontré con bandejas de plástico, una cola de seis kilómetros y un bocadillo digno de estación de servicio bielorrusa. Cuando logré que me sirvieran un café, llegaron mis amigos. Teníamos que irnos para evitar la caravana.

Llegué a casa 20 horas después de haber salido y tras haber esquiado un total de 12 minutos. Qué ganas tengo de volver, coger un palo y clavármelo en el ojo .

Tienes que probarlo

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'HELP!'

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