LA GQPEDIA
Claves para ser como Jason Bateman, el más grande psicópata americano.
Patrick Bateman lleva chaleco de jacquard de Kilgour, una pajarita de seda de Saks, zapatos sin cordones de charol de Baker - Benjes y se va a una fiesta en la que probablemente pase inadvertido, que es lo que más odia del mundo. Cuando llegue a casa, se pondrá un poco de porno, la grabación del programa de Oprah Winfrey y, si se aburre mucho, llamará a unas putas. Eso si no las ha traído ya de la calle, que sale más barato.
Bateman es exactamente lo que anuncia el libro que protagoniza: un psicópata americano. Primero conocimos a su nihilista hermano Sean, aburrido en una universidad de New Hampshire, y ahora le conocemos a él, bronceado, musculoso, triunfador en un Wall Street que vive desbocado los últimos años de su década más estética, y en los que ser rico y poderoso dejó de ser algo por lo que sentirse culpable.
Ser el psicópata por excelencia en un país con tendencia a ello tiene mérito. También es cierto que Bateman se esfuerza y su creatividad está fuera de toda duda. Él, que vive en un mundo de replicantes que se identifican por la marca de su ropa, detesta con todas sus fuerzas la realidad y sus márgenes: los vagabundos, las prostitutas baratas, incluso los compañeros de trabajo que intentan hacerle sombra con sus tarjetas de presentación.
Nada indica que Bateman no sea un mediocre, precisamente lo que le hace aterrador es su naturalidad para asesinar, mutilar, despedazar, para ofrecer la vida ajena a roedores hambrientos. Hay en Bateman algo funcionarial, como un Adolf Eichmann que obedeciera órdenes, pero esas órdenes solo las marcara su instinto. Alguien que mata con un motivo es alguien predecible. Alguien que mata sin motivo, con 400 dólares en el bolsillo y de vuelta de una fiesta con paparazzi, es la personificación del infierno.
El autor de American Psycho, Bret Easton Ellis, ha jugado mucho con las posibles interpretaciones de Patrick Bateman, pero es difícil quedarse con algo así como una versión oficial porque a Ellis le gustan los equívocos tanto como a sus personajes. En algunas ocasiones, Bateman es su padre; en otras, es él mismo; en las más celebradas, es la sociedad americana sin más. La voraz y autodestructiva sociedad americana.
Al propio Patrick le disgustaría verse reducido a un compartimento estanco, como le disgustaría ver a Christian Bale usurpando su personalidad en el cine, cabalgando sobre preciosas modelos mientras recita sus teorías sobre Genesis o Huey Lewis and the News. Bateman y la música, otro tema. I'm Walking on Sunshine sonando por los altavoces de nueva generación de una limusina que atraviesa Manhattan rumbo al edificio AT&T, donde a Patrick le parece haber visto a Donald Trump, su gran ídolo, el mismo que acabaría 20 años después en un combate de wrestling. Y es que todos nos hacemos mayores. Patrick Bateman tendría ahora en torno a 50 años, la edad de su creador, y viviría en una zona residencial acechando niños pequeños para robarles su inocencia, como se le presenta en Lunar Park, el penúltimo libro hasta la fecha de Ellis. Sus músicos favoritos serían Coldplay y Eminem y, en vez de Bono, se vería reflejado en los ojos de M.I.A. si su misoginia lo permitiese.
Recordaría las críticas de grupos feministas con algo de melancolía, aquellas críticas que llegaron a retirar el libro de numerosas tiendas de todo el mundo cuando el escándalo llegó a Simon and Schuster y el propio Ellis tuvo que huir a Inglaterra en busca de algo de calma y, ya de paso, hacerse fanático del brit pop . Ni siquiera necesitaría alquilar porno porque lo tendría en internet las 24 horas del día, entrando en foros y coincidiendo con otros cinco patrick_bateman que luchan por parecer los más malotes del chat.
Imaginen a Patrick Bateman ahí, frente al ordenador, charlando sobre supermodelos con los demás Batemans mientras su mujer le llama desde Tokio, donde está de compras, y el maître de Dorsia le insiste en que no puede conseguirle mesa hasta dentro de varios meses. Sufriría ataques de ansiedad y de pánico combatidos con la enésima pastilla de Xanax o Trankimazin mientras busca en Filmaffinity comentarios sobre American Psycho 2, la película en la que Mila Kunis hacía de su homóloga femenina. Porque sí, hubo una segunda parte como hubo un Dirty Dancing 2 aunque no lo recuerdes. Nadie recuerda a los perdedores, al fin y al cabo, y si no te lo crees, intenta preguntarle a Paul Allen.
GQ UOTES
• "Hay un Patrick Bateman como idea, una especie de abstracción, pero no hay un yo real, solo una entidad, algo ilusorio".
• "Tengo que devolver unas cintas de vídeo".
• "He olvidado con quién acabo de comer y, lo que es más importante, dónde".