A SOLAS CON EL CHALECO
Toca sentarse en el diván. El creciente entusiasmo que despierta esta prenda en ciertos personajes públicos nos obliga a posicionarnos de manera taxativa. Dios sabe lo que habrán visto David Bustamante, Alex O'dogherty, Alejandro Sanz o Juan Carlos Monedero en el chaleco, pero su conducta en materia estilística no tiene ninguna razón de ser. El uso de este diseño se circunscribe únicamente al campo sartorial, como parte de un conjunto que admite pocas pero divertidas combinaciones. Fuera de esos límites, el chaleco es ridículo y absurdo. Entendemos que un arquetipo errado ha podido dotarlo de un aura falsamente intelectual o vagamente canalla, pero basta un poco de sentido del gusto para saber que si lo descontextualizamos el resultado es poco menos que grotesco. Fin de la terapia.