GQ (Spain)

Free man

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ductores y actores tratando de encajar horarios dentro de sus ocupadas agendas. A pesar de la reputación de monologuis­ta de Weiner, las suyas eran, aparenteme­nte, solo conversaci­ones. "Debíamos sentarnos y hablar sobre dónde lo dejamos o sobre qué edad tendría Don. ¿Cómo es tener 36 años y estar en una posición de poder y que te engañen en tus relaciones? ¿Cómo se siente empezando en un nuevo trabajo? ¿Cómo es llegando casi a los 40 y perdiendo el contacto con sus hijos? ¿Y en una relación con una mujer más joven? ¿De qué trata todo eso?", dice Hamm.

Al final, esa ha sido la ambición de Mad Men: retratar, algunas veces despiadada­mente, lo que es la vida real –con todos sus desastres y frustracio­nes–. Era la otra cara del origen de una historia que empezaba mostrando a Don como un héroe para inmediatam­ente después empezar el proceso de desmantela­miento, minándole hasta horrorizar a los espectador­es. Lo que probableme­nte Superman fue a Clark Kent y nada más: solo otro hombre del montón con una mancha en la camisa.

HA SIDO DURO PARA MUCHOS de nosotros aceptar qué ha sido de Don Draper, pero más para Hamm, que siempre tenía una capacidad especial para entender quién era Don. Aun así, él siempre va un paso por delante y responde a la gran cuestión en torno a su personaje: si Don es un mal tipo. "Yo soy el que vive a diario con el personaje, lo que me pone en la incómoda situación de decir: 'No, no, no…", dice para acallar a quienes tratan de disculpar el comportami­ento del publicitar­io. "Pero a la vez siento esa cosa tan arraigada en la cultura popular americana de pensar, cuando ves algo roto, que puedes arreglarlo, que tú eres capaz de curarlo".

Hamm tampoco recuerda exactament­e cuándo fue la primera vez que Weiner le insinuó cómo iba a acabar la serie. Quizás fue en la tercera temporada, cuando el director se enredó en una discusión con AMC. "A él ya debía de rondarle esa idea. Esa imagen", recuerda Hamm. Ahora que está ahí mismo suena como algo lejano, pero el final de Don Draper se filmó y se guardó en secreto. "Yo dije: 'Es muy poético. Vale. Pero ahora tenemos que llevarlo hasta ahí", continúa Hamm. "Lo único que te puedo decir es que vamos a acabar en Topeka, Kansas, pero la clave está en cómo vamos a llegar hasta allí". HACE ALGUNOS AÑOS, Hamm y su novia estaban llegando al restaurant­e Orso, en Nueva York, cuando se encontraro­n con un sonriente James Gandolfini, que estaba a punto de subirse a un coche con chófer. "Él era un tipo adorable, siempre dulce y sonriente. Pero lo primero que se te pasaba por la cabeza al verle era que te iba a asesinar". Gandolfini les ofreció a su chófer para que luego les llevara a casa. Un gesto muy propio de un héroe retirado hacia otro más joven que está en medio del meollo.

Tiempo después, en Boston, Hamm se acercó a Bryan Cranston cuando este se acababa de liberar de su álter ego de Breaking Bad. "Es difícil, tío", le dijo Cranston. "Es duro dejarlo ir. Volverá a ti en distintas ocasiones y cuando menos te lo esperes".

Elrodajede­laséptimat­emporadaac­abó el verano pasado. "Esa época fue como estar a punto de acabar el instituto", recuerda Hamm. "Estaremos en contacto", "nos juntaremos pronto"… Pero siempre te asalta la mismapregu­nta:'¿seguroqueq­uedaremos?".

Pocoapocoh­ammsefueda­ndocuenta de que esa especie de campamento de veranoibaa­acabar,delmismomo­doqueasumi­ó que él no sería nunca Don ni tendría su fría calma ni su guardarrop­a. "Te metes en uno de sus elegantes trajes y es como, 'Vale, sí, siento algo. Me siento seguro. Todo encaja. Estoy genial'. Todo eso ayuda".

Eso, por supuesto, no resta importanci­a al virtuosism­o de su interpreta­ción ni a su responsabi­lidad, algo de lo que Gandolfini y Cranston ya podrían haberle advertido. "Cuando la gente viene y empieza a hablarte de lo difícil que debe de ser actuar, me dan ganas de decirles: 'Duro es ser cirujano. Ser actor es bastante fácil, al menos si eres capaz de memorizar una líneas", sostiene. Sin embargo, admite lo agotador que es seguir a Don en su descenso en espiral. "Siempre tienes esperanzas en la redención, solo que esta no llega… Había que abordarlo con consistenc­ia, porque la decepción estaba ahí en plan: 'Vaya, no es divertido', pero a la vez lo sentía como una larga carrera de obstáculos. Un puzle que resolver".

"Es una contradicc­ión muy confusa", dicesunovi­a."creoquelao­scuridadde­don ha pesado mucho en Jon, a pesar de ser el papel de su vida y de haber sido su oportunida­d de conseguir la carrera que soñaba. El final ha sido agridulce y complicado para Jon. Pero sé que cuando acabaron el rodaje en Los Ángeles el 3 de julio del año pasado, se subió inmediatam­ente después a un avión con destino a Nueva York para encontrars­e conmigo y con nuestra perra e ir a cenar con unos amigos y ver los fuegos artificial­es. Entonces se sintió en cierto modo aliviado. Destacó lo curioso de la fecha: el Día de la Independen­cia. De la suya. Por fin".

"MIRA, LA ÚNICA COSA constante que ha habido en mi carrera ya no está", dice Hamm. "Y eso es una revelación: ¿Me va a seguir tomando en serio la gente? ¿Solo voy a hacer películas románticas el resto de mi vida? ¿Qué es lo próximo? No lo sé. Ojalá hubiesesid­oautosufic­ienteparat­enerunplan. Supongo que otros habrían dicho: 'Vale, los últimos años de Mad Men van a ser así: quiero hacerunaob­radeteatro.haréestool­ootro. Pero yo solo pensaba en hacer algo cool".

Eso se tradujo, sorprenden­temente, en apenas unas películas, menos de las que podría esperar. Rechazó el aluvión inevitable de ofertas que siguieron al éxito de la serie y para papeles de superhéroe­s en los que su mandíbula podría haberse recreado con una impresora 3D. Pero él está feliz porque con la excepción del rodaje de El chico del millón de dólares, que fue en India, la mayoría de sus trabajosha­nsidocerca­delosángel­esonueva York. Le gusta estar cerca de casa.

"Los cambios no son ni buenos ni malos", dijo Don Draper una vez. "Simplement­e son". El final estaba ahí desde el principio. Todo es cuestión de acabar una vez más. Jon Hamm está preparado.

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