¿Pero tú de qué vas, chaval? DANIEL ENTRIALGO Director de GQ FIRMAS GQ
ESTE OCTUBRE NOS HAN AYUDADO
DURANTE MÁS DE DOS SIGLOS, desde 1638 hasta 1870, el coro de la Capilla Sixtina del Vaticano tuvo por costumbre cantar en exclusiva para unos pocos privilegiados –lo hacía tan solo dos veces al año (en Miércoles y Viernes Santo)– el Miserere del compositor italiano Gregorio Allegri. Era una pieza tan única y valiosa que los músicos de la Capilla Sixtina tenían prohibido –bajo pena de excomunión– sacar de la famosa habitación la partitura original de la obra (ni siquiera una mínima parte), así como copiarla o transmitírsela a alguien. Durante muchos años, fue esta una composición secreta, imposible de escuchar fuera de aquellas cuatro paredes. Hasta que un 11 de abril de 1770, un muchacho algo apático y lechuguino asistió a la representación del Miserere casi por casualidad. La escuchó una sola vez –15 minutos de complejos compases acompañados por nueve voces distintas–; y al salir de allí, como quien se prepara tranquilamente la merienda, la transcribió en negro sobre blanco utilizando simplemente su memoria. Enterita. De cabo a rabo. Sin errar una simple nota. Alucinante. El mocoso petulante, repelente y absolutamente genial que firmó aquella hazaña se llamaba Wolfgang Amadeus Mozart y por aquel entonces apenas tenía 14 años de edad. Normal que al pobre Salieri (o al menos eso nos contaba Miloš Forman en su famosa película Amadeus) le entraran unas irrefrenables ganas de estrangular a tan fatuo petimetre. ¿Pero tú de qué vas, chaval?
Desde el colegio, el exceso de genialidad –sobre todo si esta, encima, es insultantemente precoz– suele producir en los demás una grima insoportable (por no llamarle puñetera envidia directamente). El niño empollón que absorbe de una mirada todas las fórmulas abstrusas del libro de matemáticas, el Messi de turno que se regatea a todo el recreo entero antes de marcar a puerta vacía, el guaperas perdonavidas que liga con chicas mayores de tres cursos por delante o ese amigo despistado que saca en una tarde tu punteo de guitarra preferido sin apenas esfuerzo. ¿Por qué, oh, Dios injusto? ¿Por qué ellos sí y nosotros no? La verdad es que siempre han existido y siempre existirán. Tipos como Ben Brooks, el autor de Lolito, que escribió su primera novela con menos de 20 años; o Damien Chazelle –el director de Whiplash– que ganó tres Oscar antes de cumplir los 30; o Pep Gómez, el fundador de Fever, que fue fichado por Google a los 17. Son la generación que viene pegando fuerte por detrás y cuyas pisadas se empiezan ya a sentir a las espaldas. Si no quieres caer en la brecha generacional, más te vale que comiences a aprenderte sus nombres; o acabarás como ese cuñado tuyo que todavía sigue poniendo en el coche el Agapimú de Ana Belén.
A estos 33 tipos GQ menores de 33 que hoy te presentamos les tenemos bastante envidia, una pizca de tirria y mucha, mucha admiración. Al fin y al cabo todos somos humanos y –como Salieri ante Mozart– no podemos evitar ese momento de pelusa.
¡Contratado por Google con 17 años! ¿Pero tú de qué vas, chaval? El periodista valenciano es, probablemente, la firma musical más autorizada de España. Si hay que escribir sobre Neil Young y su afición a los coches o entrevistar a Martin Ramone, sabemos a quién hay que llamar. Desde que colabora en GQ, a Lucía le preguntan mucho aquello de "¿qué hace una mujer como tú en un lugar como este?". Ella les contesta que aquí es un tío más. Pero sospechamos que no es uno más. Es uno mejor. En las sesiones de Richard Ramos, a diferencia de en un Starbucks, nunca encontrarás un Mac. Porque Richard es auténtico, cero adicto al postureo y de PC de toda la vida. Como auténtica es su fotografía de moda. Periodista, escritor y, sobre todo, curioso, Vicente aparca su pasión por la tecnología y nos desglosa las siete claves del hombre Bond. Porque un andaluz también puede ser fan de 007. Con miaja de flema.