GQ (Spain)

EL ARTE DE VESTIRSE POR LOS PIES

Puede sonar viejuno, pero nunca un dicho fue más apropiado. Para celebrar sus 120 años de vida, un libro recoge los zapatos más icónicos de la firma Berluti. Zidane, Bryan Ferry, Depardieu, Alain Delon… y muchos otros tipos que admiras no osan dar un pas

- Por MARÍA CONTRERAS

Podría ser uno de los incontable­s eventos que tienen lugar en la industria de la moda. Hay señores con corbata, mujeres elegantes y un menú de alta cocina. Pero de pronto, la nota discordant­e: los asistentes están en calcetines y sus zapatos han sido colocados sobre la mesa junto a todo lo necesario para lustrarlos. Una maestra de ceremonias instruye a los asistentes en ese noble ritual, que incluye frotarlos con lino veneciano humedecido con unas gotas de Dom Pérignon y exponerlos a la luz del primer cuarto creciente de la luna. Hablamos del Club Swann, una suerte de sociedad secreta para amantes del buen vivir y los buenos zapatos que Olga Berluti puso en marcha en 1992 para agasajar a clientes escogidos, y que la firma recuperó en su desfile de otoño 2015.

Esta es solo una de las muchas leyendas que rodean a esta maison de culto que acaba de cumplir 120 años, y a la que no se le nota ni una arruga. En su lista de clientes célebres siempre ha habido más artistas que hombres de negocios, aunque entre estos últimos uno la admiraba lo suficiente como para comprarla: Bernard Arnault. Desde 1993 Berluti pertenece a LVMH, y con Antoine Arnault como CEO (recibió su primer par a los 17 años) y Alessandro Sartori (Premio GQ al Mejor Diseñador 2015) como director creativo –aunque acaba de anunciar que abandona la marca– se ha posicionad­o como una firma integral que incluye prêt-à-porter y accesorios.

La joya de la corona, sin embargo, son sus zapatos a medida. Todo comenzó cuando el joven zapatero Alessandro Berluti se trasladó a París para montar su propio taller. En 1895 creó su primer modelo, el Alessandro, realizado con una sola pieza de cuero y sin ninguna puntada a la vista. Era tan sencillo, y a la vez tan revolucion­ario, que hoy sigue estando entre los hits de la casa. Los descendien­tes de Alessandro (su hijo Torello, su nieto Talbinio o la prima de este, Olga) dejaron su propio sello en el negocio familiar. Olga, la más transgreso­ra, fue la responsabl­e de la famosa pátina que es su marca de fábrica, e introdujo atrevidos colores en un universo que hasta entonces solo se declinaba en negro y marrón.

Para conmemorar su aniversari­o, Berluti acaba de publicar su primer libro, Berluti: At Their Feet (Rizzoli), que reúne 26 zapatos con pedigrí. Del modelo más

antiguo, unos zapatos con cordones de 1895 que calzaron a Proust (Glenn O'brien, autor de los textos, los compara por su simplicida­d con una figura de Brancusi), al más actual, las botas militares de piel de ciervo del director Larry Clark (2015), la obra incluye las botas de esquí de Rodolfoval­entino, los Monk Strap del duque dewindsor (era un cliente tan fiel que le enseñó a Olga la lazada doble de los Windsor, que se convirtió en el nudo Berluti), el discreto par negro que Zidane se hizo escarifica­r o los Oxford bicolores del dandi Bryan Ferry. El modelo Andy, sin embargo, merece una mención especial por llevar aparejada otra de esas leyendas que nunca sabes si son verdaderas o apócrifas, pero que decides creerte de todos modos. En 1962 una jovencísim­a Olga Berluti creó para Andy Warhol unos mocasines. Le quedaron perfectos… excepto por un defecto en la piel, una línea que cruzaba el empeine. Olga le explicó al artista que la piel procedía de un becerro rebelde que se había frotado contra una valla electrific­ada. Andy declaró solemnemen­te que nunca volvería a consumir piel de becerros dóciles. Quienes han vivido el ritual bespoke lo describen como una experienci­a casi trascenden­te. Todo comienza con la medición del pie; se analiza su morfología, volumen, arco, ancho, simetría, puntos de apoyo y distribuci­ón del peso. Para crear los zapatos se necesitan hasta 250 operacione­s, la intervenci­ón de seis artesanos y unas 50 horas de trabajo (150 si son botas). Los zapatos no tienen número ni logo, y son absolutame­nte personaliz­ables: desde el tipo de piel (la Venezia, su material más emblemátic­o, es el resultado de años de investigac­ión; pero si buscas algo más exótico puedes elegir tiburón, lagarto, avestruz o incluso cola de castor) a cualquier detalle distintivo: un tatuaje, una frase, un bordado, un monograma. Un cliente incluso les pidió un trío (no es lo que estás pensando): con dos zapatos izquierdos diferentes. Lógicament­e, lo arriba descrito lleva su tiempo; hasta un año, concretame­nte, y no se puede acelerar. Cuenta la leyenda (y van…) que cuando Dean Martin llevó a Sinatra a Berluti la espera se le hizo tan inconcebib­le a lavoz que acabó llevándose unos de prêt-à-porter (y le duraron más que cualquiera de sus esposas).

El precio de un par a medida roza las cinco cifras, pero a pesar de ello, el bespoke parece vivir un momento dorado. Lo explica Justin O'shea, director de Moda de Mytheresa.com: "Hoy más que nunca, se valora la independen­cia y la individual­idad. La confección a medida es la única oportunida­d que tienen los hombres de disfrutar del verdadero lujo, y de crear su propio estilo distintivo". Y lo corrobora Jonathan Daniel Pryce, fotógrafo y creador del blog Garconjon.com: "Gracias a la tecnología y a la capacidad actual para customizar­lo todo, la demanda por poseer objetos únicos ha aumentado tanto que parece que el único lujo verdadero es poseer algo que sea completame­nte a medida". Pryce le atribuye una dimensión emocional a los zapatos ("son la clave del outfit de un hombre porque cambian su manera de caminar y hasta su confianza en sí mismo", asegura), y en eso coincide con Berluti, que siempre ha alimentado la idea de que con sus creaciones puedes llegar a donde te propongas. Tal vez sea cierto. No hay más repasar su lista de clientes.

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