GQ (Spain)

Malasaña 24 h

Moderno pero ya todo un clásico.

- Hamburgues­as

tech,

El barrio más hipster de Madrid no se ha olvidado de la gastronomí­a, y ofrece excelentes razones al foodie para dejarse caer por sus calles. Una buena ración de shopping, un paréntesis frente a una buena mesa y la mejor oferta nocturna de la capital son argumentos imbatibles a la hora de dirigir nuestros pasos hacia el perímetro más vivo de la capital. Si hay un rincón de Madrid que no duerme es Malasaña. Gueto de hipsters y enclave castizo, patear sus calles equivale a sortear ciclistas con barba, perros de razas fashion y manadas de modernos con camisas de cuadros. El día es largo, y para no desfallece­r entre la fauna nativa lo mejor es empezar el día con un desayuno (1) –o brunch, si no madrugaste– en Federal Café (plaza Comendador­as, 9), un recinto de aires nórdicos donde podrás degustar alguna de sus morningbur­gers o una tostada con aguacate, limón, cilantro y queso feta. (2) Con las pilas cargadas uno puede ya dirigirse al Mercado de San Ildefonso (Fuencarral, 57), con multitud de puestos para todos los gustos y el espíritu de los street markets, donde la gastronomí­a es el pretexto idóneo para socializar en la mejor compañía. (3) Tras las compras, nada mejor que cumplir con el rito del aperitivo, para lo que nos vamos a La Ardosa (Colón, 13) a disfrutar de un vermú de grifo con sifón y un buen pincho de tortilla en una taberna con mucha historia detrás. (4) Queda mucho trajín por delante y hay que coger fuerzas, así que buscamos sitio en Restaurant­e Lara (Corredera Baja de San Pablo, 4), una casa de comidas de los 50 ajena a la apoteosis moderna del barrio, con un menú sencillo de los de toda la vida donde te sentirás como en casa. (5) En Malasaña, oasis del postureo, no hay que descuidar el intelecto, y el café nos lo tomaremos en Tipos Infames (San Joaquín, 3), una librería con su propia cafetería (¿o es al revés?) donde maridan literatura con vinos: si consigues sentarte en la codiciada mesa que da al ventanal de la calle te sentirás muy jefe (y un poco animal suntuario en un zoo). (6) Tras echar la sobremesa entre lecturas y tertulias, nada mejor que un Spritz, el infalible bebedizo con el que los italianos prolongan sus cenas, en Italiana Madrid (Corredera Baja de San Pablo, 10), un café-librería con pinta de aula escolar que además prepara buenos capuccinos. (7) La tarde se despide y la noche pronto nos pedirá guerra, así que lo mejor es cenar en Maricastañ­a (Corredera Baja de San Pablo, 12), bajo cuyo encanto rústicoind­ustrial, estereotip­ado pero encantador, y con olor a trufa, hay una cocina muy cuqui apta para todos los públicos y en horario diésel (no pases por alto sus croquetas de rabo de toro o su tarta flambeada de alcachofa). (8) Nuestro lado noctámbulo se abre paso a empujones y nos lleva a deambular ávidos de historias por los alrededore­s: un cóctel tardío en Martínez Bar (Barco, 4) o una primera ronda en el mítico Tupperware (Corredera Alta de San Pablo, 26) pueden ser un buen preámbulo de una noche de baile en La Vía Láctea (Velarde, 18), un templo incólume de la Movida que ha sabido adaptarse a los tiempos con arreglo a los dictados del pop&roll, y cuya variopinta clientela (tan diversa como en la cantina de Star Wars) incluye por igual a indies, rockers,pin-ups del barrio y despistado­s ansiosos de pisar la meca malasañera de los 80. El resto de la historia la escribes tú.

proto-hipster.

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