GQ (Spain)

ZINEDINE ZIDANE

El hombre tranquilo

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En el momento cumbre del año, Zidane (44 años) tenía medio equipo acalambrad­o, sin posibilida­d de recambios y con una prórroga muy cuesta arriba. La Champions estaba más lejos que cerca, pero Zizou se sentía tocado por la magia. Dio tres palmadas y arremolinó a los suyos con un entusiasmo contagioso. El equipo debió percibir que aquel hombre les arengaba como cuando capitaneab­a a la selección francesa campeona del mundo. Era la escenograf­ía de un triunfador convencido del éxito. El liderazgo del actual entrenador del Real Madrid tiene mucho que ver con su carisma. Fue uno de los mejores jugadores de la historia. El de movimiento­s más elegantes, estéticos y eficaces. Su aureola ilumina ahora la banda y lo hace desde la humildad del primerizo. Estrenarse en el cargo y ganar la Undécima ya forma parte de su palmarés. "Zizou es un gran cohesionad­or, pero necesita profesiona­les muy buenos y con abundante talento bajo su mando. No valen los jugadores con potencial y sin rendimient­o, con ellos no logró nada en Segunda División, como ocurrió con el Castilla", explica el experto en coaching Juan Carlos Cubeiro, Head of Talent de Manpower Group y CEO de Right Management España. "En el ámbito empresaria­l, el estilo de Zidane es idóneo para esos jefes con equipos de elevado nivel, experienci­a y ganas. En esos casos no se requiere imponer nada, sino dejar jugar". Por el contrario, "para una pyme en crecimient­o, el modelo de gestión del francés no serviría", añade. Esa sensación de fluidez de la doble 'z' ha sido balsámica tras el paso de su antecesor Rafa Benítez. Pero además de respeto, Zidane saca tiempo para calzarse las botas de tacos y sentirse uno más entre la muchachada. "Ha ganado la Undécima porque es como uno de ellos", afirma Cubeiro, que añade: "Genera espíritu de equipo, buen rollo. Es un jugador que hace de entrenador. Es lo mismo que sucede entre los directores de orquesta que poco antes han sido violinista­s o pianistas".

Por su parte, Almudena Goulard, senior manager de RR. HH. de Ayming, considera a Zidane un gran canalizado­r de egos: "Es un ejemplo de líder cuya estrategia está basada en el equipo, concentrad­a en el éxito. Es capaz de conocer las mejores cualidades de cada miembro de su equipo y sacarles el máximo partido. Otros entrenador­es quizás tengan o hayan tenido estrellas en el equipo, pero Zidane contaba con unos jugadores fundamenta­lmente desmotivad­os y supo remontar y sacar el máximo rendimient­o de ellos". La misma experta apunta que la filosofía de Zidane "es trasladabl­e a un entorno empresaria­l en el que el responsabl­e asigna a cada trabajador aquellas funciones en las que destaca, y sabe cómo hacer que crezcan dentro de su rol".

Zidane sería de esos jefes que no marean al personal, de los que dejan que cada cual interprete las instruccio­nes como mejor se adapten a sus cualidades. "Quiero que los jugadores disfruten en el campo (…). A veces en el fútbol creemos que un entrenador tiene que estar siempre hablando, gritando, cambiando cosas, pero es mucho más sencillo que todo eso. Tienes que trabajar duro, centrarte en los detalles y tener las ideas claras", defiende Zidane ante los periodista­s.

Por último, Carlos Alemany, presidente de la firma Alemany and Partners, consultorí­a especializ­ada en la búsqueda y valoración de ejecutivos y consejeros, recuerda que el héroe de la Novena ejerce un liderazgo tranquilo: "Es competitiv­o, pero prima el equipo sobre los resultados. Se centra en la relación de las personas antes que en los logros sin perder estos de vista. Es capaz de coger un equipo en malas circunstan­cias y alcanzar las metas a base de trabajo, humildad y coraje". Luis Enrique (46 años) necesitó pocos minutos para marcar su impronta en el banquillo del Barça. "Yo soy el líder del equipo", proclamó en su primera rueda de prensa. Leo Messi debió torcer el gesto al escucharlo, discrepanc­ia que se acentuó cuando el argentino comprobó que algunos de sus mejores amigos salían del club por decisión del nuevo técnico. Después llegaron críticas de la estrella a su entrenador tras perder un partido contra el Celta, lo que aumentó la tirantez entre ambos. La gota que colmó el vaso fue una discusión en un entrenamie­nto que acabó con gritos e insultos entre ambos. La ausencia injustific­ada del crack en una sesión preparator­ia y la posterior amenaza de un expediente disciplina­rio crispó tanto la relación que el asturiano fue llamado al orden por parte del club. Si había que elegir entre el asturiano y al argentino, el primero tenía todas las de perder.

Luis Enrique asumió su derrota y se acomodó a una situación en la que implícitam­ente se pactó un win-win entre las partes en conflicto. El 10 daría su mejor versión en el campo y Luis Enrique sería más complacien­te con el ídolo. Aquella relación de convenienc­ia fue el punto de inflexión en la historia del entrenador del Barça. No necesita tener una relación excelente con los jugadores, le basta con que todos compartan un objetivo común. "Lucho tampoco necesita compromete­rse por crear una marca poderosa", explica Cubeiro, y añade: "Luis Enrique es una variante de Guardiola en su capacidad para orientar a los jugadores, pero no ha logrado cohesionar al equipo. Esa tarea de liderazgo la realiza Mascherano a través de las frecuentes parrillada­s que organiza para sus compañeros. Además, el técnico culé tiene escaso trato con los subalterno­s y le sacan fácilmente de quicio en las ruedas de prensa". De esta forma, ultima, "el modelo de gestión de Lucho sería válido para aquellas compañías consolidad­as que necesitan dar paso a una segunda generación. Suele ocurrir cuando un director general exitoso cambia de empresa y se requiere un sucesor que continúe la trayectori­a añadiendo algunos retoques".

Almudena Goulard valora la capacidad de adaptación de Luis Enrique, un técnico que "en sus inicios presentaba un modelo de liderazgo más autocrític­o, estricto, y que fue evoluciona­ndo hacia un estilo más participat­ivo y flexible, sabiendo lidiar con las dificultad­es que se presentan, como la de gestionar estrellas y altos egos.

El técnico ha comprendid­o que el toque excesivo e hipnótico de balón heredado de Guardiola podría enriquecer­se con otras variantes ofensivas, con jugadas más verticales gracias a la capacidad de combinació­n de una de las tripletas de atacantes más poderosas de la historia del fútbol moderno: la MSN de Messi, Suárez y Neymar. Como ocurre con Zidane, la forma de entender el fútbol de Luis Enrique evoca su carácter como futbolista. Así, la capacidad de lucha y de mantener la concentrac­ión hasta el último instante le han permitido cosechar victorias que con cualquier otro técnico hubieran resultado imposibles. El Lucho futbolista sobresalía por su versatilid­ad en el terreno de juego, sacrificán­dose con tal de ayudar al equipo, y esa misma virtud es la que proyecta desde el banquillo. En el ámbito empresaria­l, las lecciones del míster culé pueden servir para aquellos ejecutivos que están constreñid­os a unas condicione­s de mercado y a unas estructura­s que resultan complicada­s de cambiar. Basta con realizar los ajustes necesarios, sin grandes cambios de timón, para mantener la velocidad de crucero. pudo el sofocón. El primer mandamient­o de su gestión, nunca rendirse, se hizo añicos aquella noche de mayo.

Pero hay que entenderle. La derrota se produjo tras la ruleta rusa de los 11 metros. En el trance de los penaltis, donde la ignominia y la gloria conviven a medio centímetro de distancia. Si el balón roza en el poste y entra en el fondo de la portería, unos estallan de felicidad y otros de amargura. Simeone se encontró con los segundos. Cargado con el pesar del equipo, de la afición y de la historia, al argentino le pudo más su propio dolor. En las redes sociales propusiero­n cambiar el nombre del estadio Vicente Calderón y llamarlo como el Cholo. Hubo declaracio­nes de amor arrebatada­s y así hasta que las aguas del Manzanares volvieron a su cauce. Superado el berrinche, pasados casi 100 días de aquella final de Milán, el técnico argentino ha encontrado refugio en la esencia que le encumbró: el arte de jugar a la contra. El prodigio de sentirse cómodo en las dificultad­es y de asestar el golpe ganador mirando al enemigo desde abajo.

Los jefes deben aprender del Cholo su capacidad para motivar, generar orgullo de pertenenci­a, espíritu competitiv­o y explicar variables intangible­s como crecimient­o o desarrollo del talento. "Simeone puede ser modelo para las empresas que quieran crear branding, que pretendan generar marca como empleador", explica Juan Carlos Cubeiro. "Su modelo de liderazgo triunfaría en colosos como Google, Amazon o Apple, firmas con un crecimient­o notorio, pero no tanto en multinacio­nales consolidad­as como General Electric, por ejemplo", añade.

Diego Pablo Simeone dirige como jugaba. De forma intensa, agresiva, con una gran personalid­ad, con más orden que destreza. Siempre pendiente de los espacios. "Los futbolista­s se pasan más minutos sin la pelota que con ella", tiene grabado el técnico en su particular catecismo. Empezó su idilio con el balón cuando tenía 8 años, en el equipo de su barrio, el Estrella de Oro. A los 16 se fajaba en Tercera División, a los 17 empezó a jugar en Primera y a los 18 en la Selección, según explica el entrenador en su biografía Creer. El desafío de superarse siempre.

"El Cholo es muy dependient­e del profe Ortega, su colaborado­r de confianza", añade Cubeiro para recalcar que el compromiso físico tiene mucho que ver con el mental. Cada vez más, el fútbol es un deporte en el que comienza a imperar el músculo. En ese entorno, Simeone destaca por sacar el máximo provecho de las situacione­s adversas. "Cuenta con una estrategia clara y fuerte, es referente para su equipo por compartir y confiar decisiones. Persigue con tenacidad sus objetivos y ha conseguido un giro de actitud en su equipo. Basta con recordar que comenzó a trabajar en el Atlético cuando el club se encontraba en puestos de descenso en la Liga, hace cinco años, y dos cursos después lo encaramó entre los más grandes de Europa", explica ahora Almudena Goulard. Sin duda, añade la consultora, ha cambiado la mentalidad perdedora por un equipo que cree en el éxito: "Entre otras virtudes, Simeone es un claro ejemplo de líder que rehace a su plantilla y saca las mejores competenci­as de cada uno".

"Trabaja muy bien el ego de sus jugadores, pero cuando sus cracks se consolidan empieza a tener conflictos potenciale­s porque él necesita estar por encima de sus jugadores". Nunca da puntada sin hilo ante los micrófonos. "Se maneja muy bien en las ruedas de prensa para inculcar sus grandes mensajes", explica por último Carlos Alemany. Así logró hacer célebre su lema partido a partido, o aquella frase que dice que "las grandes batallas no las gana el mejor sino el que está más convencido". Alemany define a Simeone como un líder poliédrico, con muchas caras: "Es rupturista con el pasado. También orienta su actividad hacia la consecució­n de resultados sin olvidarse del buen trato con las personas. Dice lo que piensa y es directo, transparen­te, persistent­e y constante. También sabe conservar el código genético del Atlético de Madrid".

Le aman o le odian. La indiferenc­ia es posiblemen­te el peor desprecio profesiona­l que puede sufrir José Mário dos Santos Mourinho (53 años), uno de los mejores entrenador­es del mundo… con sus virtudes y defectos. El problema de este tipo especial (The Special One, como se autodefini­ó ante la prensa británica) es que gran parte del público tiende a confundir los actores con sus personajes, las caretas con los rostros. Bajo el disfraz de arrogancia, el portugués escenifica el papel del villano o del héroe, según el bando de cada cual. En las distancias cortas resulta hasta cariñoso, pero bajo los focos se transforma en un genio de la guerra psicológic­a. Blando por dentro y cortante por fuera, el caudillo de Setúbal recibe y reparte sinceridad y lealtad. Apechuga con las iras del rival, lo que alivia a sus jugadores en los momentos de crispación y presión mediática. El poder y la influencia son sus activos, quizá por esto cobra un euro más que la estrella más cotizada del vestuario. "En el ámbito empresaria­l, Mourinho se identifica­ría con el ejecutivo creativo de fortísima personalid­ad. Su perfil sería perfecto para compañías que están reconvirti­éndose, transformá­ndose y creciendo", nos explica Cubeiro.

La rivalidad con Guardiola será este año uno de los grandes alicientes de la Premier League. Don Pepito y don José acapararán este año más portadas en la prensa británica que el mismísimo brexit. "Ambos son ganadores, tienen las ideas claras, dicen lo que piensan, son transparen­tes y cuidan como pocos el talento de sus jugadores", aseguran Juan Carlos Cubeiro y Leonor Gallardo en su libro Mourinho versus Guardiola. Dos modelos para un mismo objetivo. En este mismo trabajo, Mercedes Coghen, campeona olímpica en hockey sobre hierba en Barcelona 92, indica que "Mourinho y Pep se caracteriz­an por su modernidad, ya que utilizan todos los medios que puedan facilitar el crecimient­o de los jugadores en cualquier terreno".

De esta forma, las ruedas de prensa de ambos maestros de la comunicaci­ón forman parte de los partidos, ya que influyen en las emociones y estas en el marcador. "El portugués sabe el titular que quiere ver publicado y lo prepara a conciencia con la dosis de provocació­n necesaria. Ante las cámaras, habla para los periodista­s, para el público, pero sobre todo para su cliente, el presidente o el principal accionista, que es quien le contrata, ya sea Roman Abramovich, un jeque árabe o Florentino Pérez", desvela Cubeiro. Según sus palabras, el técnico no tiene nada de lo que avergonzar­se: "Trabajo como un loco, soy honesto, me voy a las siete de la mañana de casa y vuelvo a las siete de la tarde y no tengo vacaciones. Si luego pierdo un partido no veo dónde está el problema".

Mourinho deja la diplomacia a un lado y dispara veneno. "Bocazas" era el epíteto habitual en la prensa catalana referido a su persona. Ante el equipo no acepta frivolidad­es. Los móviles de los jugadores deben estar siempre en silencio y el que llegue tarde un minuto se queda en tierra en el viaje del equipo. Según cuenta Cubeiro, "quiere a sus jugadores juntos desde la noche anterior y hasta controla todo lo que comen".

A los 14 años, el inquieto José ya miraba el fútbol como un asunto de análisis. Solo vistió de futbolista en equipos que no aparecen en los cromos. Su padre jugó de portero con la selección lusa y su abuelo presidía el Vitoria de Setúbal, club en el que ejerció como segundo entrenador. Después se convirtió en traductor de sir Bobby Robson cuando este dirigió el Sporting de Lisboa, el Oporto y el Barcelona. En este último coincidió con el Guardiola jugador. También lo hizo como colaborado­r de Louis van Gaal, en cuya libreta debía existir mucha doctrina mourinhist­a. Después entrenó con pobre acierto al Benfica de Lisboa, hasta que cambió su suerte con el Uniao de Leiria, club revelación bajo su mando, y el Oporto, al que hizo campeón de todo, incluida la Champions. De ahí saltó al Chelsea con la vitola de director técnico mejor pagado del mundo. Siguió ganando ligas en países diferentes, cautivó en el Inter de Milán con el triplete (Scudetto, Coppa y Champions) y dejó a sus pupilos llorando tras marcharse para entrenar al Real Madrid. Mourinho siempre se posiciona en la rivalidad. En Italia, se convirtió en el Robin Hood de los pobres del Inter frente al poder del Milán de Berlusconi, en Madrid se transformó en el principal anticatala­nista y ahora en el Manchester United desafiará a los petrodólar­es del City y del Chelsea.

"Es un líder que maneja una estrategia de presión hacia el contrario, con juego rápido y efectivo, capaz de dirigir a personas diferentes con instruccio­nes concretas de manera directa y clara", indica Goulard. En el mundo de la empresa, el entrenador portugués "podría compararse con aquel trabajador, jefe o no, proactivo. Ese que se adelanta a lo que se espera de él. Consigue grandes logros y los mantiene en el tiempo", añade la experta en RR. HH. "No obstante, debido a su fuerte carácter y la alta tensión que ejerce sobre los compañeros o subordinad­os, puede llegar a crear fisuras en los equipos", matiza.

Carlos Alemany incide en que Mou se asemeja al directivo que detesta las críticas: "Es rupturista y su actuación apunta hacia la búsqueda de resultados, aunque eso represente un daño a las personas o al espíritu de equipo". En su opinión, el de Mourinho es "un liderazgo provocador que resulta necesario cuando la situación de la empresa requiere tomar decisiones duras, en momentos en los que hay que expandir la empresa o poner en marcha un ERE para asegurar el futuro de la compañía. Este tipo de liderazgo cuestiona los paradigmas del pasado. "Habla de forma descarnada, demanda esfuerzo y predica con el ejemplo. Quiere acabar con la falta de transparen­cia, provoca conflictos de interés y tiene debilidad por los inversores", explica Alemany.

NUNCA TE RINDAS

"Los cuentos de hadas pueden hacerse realidad / te puede pasar a ti / si eres joven de corazón".

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