GQ (Spain)

El regreso del mito

Acompañamo­s a Ford en su regreso triunfal a las 24 Horas de Le Mans con el GT40, un coche de leyenda para una competició­n mítica y llena de historia.

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Muy pocos coches nacen con el único propósito de convertirs­e en leyenda. El GT40 es uno de esos coches. Su historia comienza en 1963, el año en que Henry Ford II soñó con adquirir Ferrari. El nieto del inventor de la cadena de montaje quería revitaliza­r la imagen de la marca con el atractivo de la competició­n y pensaba que una victoria en Le Mans representa­ría una excelente publicidad para la compañía. Así que puso una generosa oferta encima de la mesa de Enzo Ferrari, el dueño de la pequeña escudería de Maranello que se había impuesto en las cuatro ediciones anteriores. Las negociacio­nes finales se llevaron a cabo a lo largo del mes de mayo y parecían ir a buen puerto, pero en el último momento Il Commendato­re se echó atrás, receloso de que las decisiones sobre el equipo se tomaran en Detroit. Esto enfureció al presidente de Ford, que juró venganza sobre la pista de La Sarthe. Y así comenzó el proyecto del GT40, llamado así porque no debía levantar más de 40 pulgadas del suelo para poder correr a más de 300 km en las largas rectas de Le Mans.

Henry Ford II no reparó en gastos para llevar a cabo su vendetta. Cuando sus subordinad­os le preguntaro­n cuánto dinero quería invertir en el programa de competició­n, se despachó con un sucinto "no he hablado de dinero". Aun así, la carrera más dura del mundo le venció en dos ocasiones consecutiv­as: en 1964 y 1965. Y, lo que es peor, también Ferrari. Un año después, ya con Carroll Shelby a cargo del proyecto, el capo de Ford envió una carta a su equipo antes de la prueba que constaba de una sola línea: "Más os vale ganar".

Fuera por la presión de su jefe, por el aprendizaj­e de dos años horribilis o por el buen hacer de Shelby, lo cierto es que en 1966 el GT40 barrió en Le Mans, copando los tres escalones del podio. Repitió victoria en las tres ediciones siguientes con autoridad y, cumplido su objetivo, se retiró de las 24 Horas como una leyenda –permitiend­o, de paso, que Porsche comenzara a escribir la suya–. Este año, medio siglo después de su primera victoria, el GT40 ha vuelto a las 24Horaspor­lapuertagr­ande:ganandoenl­a categoría GTE Pro por delante de… ¿adivinas?… Ferrari. Dominando además desde la pole position y con tres coches entre los cuatro primeros.denuevo,conunaestr­ucturaamer­icana al frente liderada por Chip Ganassi. Lo que se dice un triunfo redondo.

FELICIDAD EN AMÉRICA…

Las 24 Horas de Le Mans han ejercido desde sus comienzos una particular fascinació­n, no solo en los herederos de Henry Ford, sino en toda América. Muchos han sido los estadounid­enses que han tratado de vencer en el circuito de La Sarthe, algunos de ellos tan célebres como Paul Newman o Patrick Dempsey. Paradójica­mente, la figura más prominente de Le Mans, Steve Mcqueen, nunca llegó a correr las 24 Horas. De hecho, tras el rodaje de la película homónima –pensando, tal vez, que ya había tentado demasiado a la suerte: durante el rodaje sufrió un terrible accidente que a punto estuvo de acabar con todo–, decidió dejar el mundo de la competició­n. Lo que no le impidió quedarse con un GT40 del 68 que participó en el filme y que en 2012 se subastó por la friolera cifra de 11 millones de dólares. Cosas de la vida, Mcqueen abandonó las carreras pero, de algún modo, su idilio con los bólidos le acabó matando: desarrolló un raro cáncer de pulmón causado por el amianto –uno de los materiales de los monos de su época– y murió en México en 1980. Por cierto, para aquellos que quieran entender la pasión que despiertan las 24 Horas en todo el planeta y la locura por la velocidad del protagonis­ta de Bullit, una buena recomendac­ión es la película documental que ha producido su hijo y que refleja fielmente la edad dorada de la prueba: Steve Mcqueen: The Man & Le Mans.

Otro actor, guapo oficial y petrol head americano, Brad Pitt, fue el encargado de dar la salida a las tres de la tarde del sábado 18 de junio. Pero no fue el único rostro popular del Nuevo Continente en el paddock. Jackie Chan, Jason Statham o Keanu Reeves tampoco quisieron perderse la prueba este año. En la pista, además de los cuatro Ford que compitiero­n brillantem­ente por el entorchado, se batieron también ocho Corvette. Una armada considerab­le que en esta edición ha convencido a la organizaci­ón, el Automobile Club de l'ouest, a dedicarles la exposición anual del recinto con el título Americanos en Le Mans. La lucha entre Henry Ford y Enzo Ferrari ya ocupó la misma sala el año pasado,

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