Alba & Hovik
Acaban de empezar a dar sus primeros pasos en el cine, así que es bueno comenzar por las presentaciones. ALBA GALOCHA y HOVIK KEUCHKERIAN provienen de mundos distintos (la moda, ella; el boxeo, él), pero ambos coinciden en algo importante: la cámara les q
A lo mejor pecamos de mente estrecha, pero uno piensa en las bambalinas del mundo de la moda (femenina para más señas) y bien se puede imaginar un gallinero frívolo plagado de egos y soberbia. Tras conocer a Alba Galocha (Santiago de Compostela, 1990), esta prejuiciosa imagen se derrumba como un castillo de naipes durante un terremoto. Al menos en lo que a ella concierne, claro. Alba es cercana y agradable en el trato y no desprende ni pizca de esa chulería que se le podría presuponer (tal vez erróneamente) a una supermodelo de 26 añitos que ha desfilado en las pasarelas más importantes del universo fashion. Cuando le comentamos este punto de vista, que no tiene por qué ser acertado, Alba nos corrige a medias: "La mayoría de mis preocupaciones e intereses han surgido del tipo de vida que he llevado durante este tiempo. He conocido a niñas de 19 años que tenían la cabeza perfectamente amueblada gracias a la tralla que llevaban como modelos. Es cierto que no es lo común, que los egos suelen estar muy arriba y que la imagen que se da del mundo de la moda es otra; pero hay de todo".
Su aspecto no termina de encajar en los cánones: es bien guapa, sí, pero no es especialmente alta y tiene repartidos a lo largo y ancho de su frágil anatomía un puñado de tatuajes a modo de símbolos, como si fueran anotaciones al margen del cuaderno de bitácora de su vida. Sus inquietudes tampoco encajan con todo ese glamour que desprenden los catálogos de las grandes firmas y las pasarelas (en el momento de nuestra conversación acababa de ver Neruda, de Pablo Larraín, con la que ha "flipado en colores", y en su ipod sonaba el último disco de los también gallegos Novedades Carminha).
Mirándolo bien, Alba Galocha es una rara avis en el sector de la moda. Tal vez por esto haya decidido echarse a un lado y probar fortuna en el mundo del cine: "Era algo que llevaba tiempo planteándome. Estuve dos años viviendo en París, metida en la moda de lleno, y llegó un momento en el que me dije: 'Joder, este no es mi sitio'. Por suerte, la interpretación es algo que siempre estuvo en mi cabeza y un día pensé: 'Venga, lo voy a probar". lo mismo lo que realmente quiero es otra cosa". En esta nueva cinta de María Ripoll (Lluvia en los zapatos, Tu vida en 65', Ahora o nunca), Alba Galocha se mete en la piel de Lu, la hermana pequeña y algo despreocupada de Sara (Verónica Echegui), una vecina de Malasaña a quien la vida le está haciendo la puñeta (cosas del karma, ya ves). "Fue maravilloso trabajar con Verónica. Pasamos juntas un mes y medio y todos los días aprendía algo nuevo de ella. Al principio impone trabajar con actores y actrices con tanto recorrido, pero una vez que estás ahí tienes que ir a pecho descubierto y pensar: 'Saben lo que se hacen; que hagan conmigo lo que quieran", nos cuenta Alba, que ve ciertas semejanzas entre personaje y persona: "Siempre encuentras algún punto de conexión con los papeles que interpretas. Lu y yo nos diferenciamos en la manera de manejar las situaciones que nos ocurren, pero sí tenemos una cosa en común: las ganas de libertad".
"Estuve dos años en París, metida en la moda de lleno, y llegó un momento en el que me dije: 'Joder, este no es mi sitio"