El sillón de pensar
A veces, es necesario las rutinas y encontrar parar un minuto, solución a sacudirse de más natural: acurrucado los problemas entre los de la forma brazos de un buen sillón.
Resulta más que raro encontrar una pieza como ésta de aquí arriba (preciosa, ¿no?) dentro del mobiliario clásico de oficina. Sillas con ruedas, pupitres de ordenador, archivadores con manivela y regletas de alimentación para nuestros sedientos móviles sin batería. ¿Pero un sillón? ¿Para qué? No es que pretendamos fomentar la siesta en el trabajo (¡nooo!... ¿no?); ni recuperar el viejo hábito de leer el periódico por las mañanas (bueno, quizá ése sí). ¿Entonces? Según algunos estudios, un gran porcentaje de altos directivos o ejecutivos encuentran solución o respuesta a ese problema laboral que les atenaza lejos del entorno de trabajo habitual. Esto es: conduciendo de vuelta a casa, duchándose por la mañana o entrenando en el gimnasio. La mente se libera, el cerebro se relaja y la sinapsis se enciende de golpe como una chispa en mitad de la noche. "¡Eureka, lo encontré!". ¿Por qué no colocar entonces un gran y bonito sillón (y si es cómodo mejor) en un rincón del despacho o la oficina y abandonarse de vez en cuando entre sus brazos, distraídamente, intentando convocar a las musas? Buena idea, ¿no? Y al final, si nada ocurre, nadie osará decirnos que un ratito así pueda considerarse como tiempo malgastado.