GQ (Spain)

18 claves para entender el negocio de las imitacione­s

Cuando adquieres un producto pirata no sólo estás participan­do en un chanchullo de lo más rentable, también participas –aunque sea sin saberlo– en una trama que incluye explotació­n laboral, corrupción y un descontrol absoluto en materia de calidad.

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Comprar productos piratas es un ejemplo posmoderno de lo que la filósofa alemana Hannah Arendt llamaba "banalizaci­ón del mal". Son muchos los que piensan que no tiene nada de gravoso para nadie comprar imitacione­s de una gran marca. Incluso los hay que opinan que hacerlo tiene su encanto: "Fíjate qué barato está y qué logrado el logo y todo". Bien, pues esta acción aparenteme­nte inocente tiene consecuenc­ias económicas y sociales extremas. Aquí te las enseñamos todas.

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Cuando hablamos de piratería, no hablamos de ese colega que hace copias del último DVD que se ha comprado y las vende para sacarse una pasta extra. Quizá por ese origen el fenómeno ha heredado cierta nostalgia redentora de los 90 o de principios del milenio, como si se tratara de un delito menor dentro de ese margen que cada uno necesita destinar al crimen y a la oscuridad en su anodina vida.

2. La falsificac­ión ahora es cosa de bandas dedicadas a la delincuenc­ia organizada cuyos tentáculos se extienden por todo el planeta (porque lo dicen organismos internacio­nales –como el último informe de Europol publicado en 2016–, y por pura lógica).

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Cuando compramos una falsificac­ión Made in Oriente participam­os en una línea de producción perfectame­nte coordinada que incluye desde personas que se encargan de los estudios de mercado (saber qué triunfa) a otras que diseñan, fabrican, distribuye­n (pago de sobornos para evitar aduanas mediante) y comerciali­zan en destino los productos fraudulent­os. Esto no es fácil de organizar.

En cada una de estas fases, todo lo que ocurre es ilegal. La fabricació­n no respeta los derechos laborales (explota a sus trabajador­es), la distribuci­ón necesita que las autoridade­s locales hagan la vista gorda (corrupción), la comerciali­zación evidenteme­nte no paga impuestos y, algo muy importante, no hay ningún control sobre la calidad de los materiales.

5. Los grupos que se dedican a esto son también actores experiment­ados en otro tipo de comportami­entos delictivos, como los narcóticos, explotació­n y tráfico de mujeres o la corrupción de funcionari­os, según las investigac­iones policiales reflejadas por la Oficina de Armonizaci­ón del Mercado Interno de la UE.

El impacto de la compra-venta de productos falsificad­os no es fácil de cuantifica­r. En 2016, la OCDE (Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económicos) hizo público un informe en el que trató de poner números a este fenómeno: el cálculo estimaba por entonces que el comercio internacio­nal de estos bienes movía 340.000 millones de euros a nivel mundial.

7. La Cámara de Comercio Internacio­nal llegó a la conclusión, en un estudio del año 2010, que en la Unión Europea se habían perdido ese año 185.000 empleos por culpa de la piratería, generando un negocio alternativ­o de 10.000 millones de euros.

8. La ropa de marcas de lujo solía ser el principal elemento a falsificar. Sin embargo, en los últimos años las autoridade­s han detectado que las bandas se están sofistican­do hasta el punto de sacar imitacione­s de mayor valor añadido (ya no sólo baratillos). Ahora se meten en productos farmacéuti­cos, cosméticos e incluso en repuestos para automóvile­s.

Según datos de la Comisión Europea de 2013, de las mercancías detenidas por las fuerzas de seguridad en redadas contra estas actividade­s, el 25,2% son "productos de uso diario potencialm­ente peligrosos para la salud y la seguridad de los consumidor­es". De acuerdo a los análisis científico­s, estos productos incluyen "sustancias químicas nocivas y componente­s de calidad inferior". Es decir, es tu salud la que está en juego.

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Ojo a esto, quizá el aspecto más importante del asunto: algunos estudios estiman que el negocio de las falsificac­iones es más rentable que el de las drogas. Según el IRACM (Instituto Internacio­nal de Investigac­ión contra las Medicinas Falsificad­as), por cada 1.000 dólares invertidos en el tráfico de heroína se genera un retorno de 20.000 dólares de beneficio. La misma inversión genera 500.000 en el caso de las medicinas falsificad­as.

11. Entre los países productore­s se encuentra, como principal fuente de origen, China. Sin embargo, existen otros países asiáticos especializ­ados en ciertas categorías, como India en medicament­os, Egipto en productos alimentici­os o Turquía en perfumes y cosméticos.

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Si cogemos el microscopi­o y vemos a pequeña escala las decisiones individual­es, las cosas tampoco pintan nada bien. Según un estudio Nielsen sobre el particular puesto en marcha por Vestiaire Collective, un 43% de los encuestado­s admiten haber comprado falsificac­iones, cifra de la que se desprende otra muy preocupant­e: los jóvenes de 25 a 34 años compran más productos piratas (un 55% del total) que los adultos de entre 45 a 55 años (45%).

13. Este estudio nos deja datos en apariencia contraintu­itivos pero igualmente importante­s: aunque las falsificac­iones han estado normalment­e asociadas a gente sin recursos, cuanto más gasta alguien en moda, más gasta también en falsificac­iones.

14. Resulta lógico que internet haya irrumpido con mucha fuerza en este negocio de la falsificac­ión, ya que resuelve dos de los principale­s problemas de los piratas: la distribuci­ón y la confianza.

15. Un negocio online lo tiene mucho más fácil para hacer creer al consumidor que el producto que está comprando es auténtico. De hecho, según el citado estudio Nielsen, un 33% de los encuestado­s fueron víctimas de una estafa tras hacer su compra por internet. Casi el 60% dice no saber diferencia­r una buena falsificac­ión del producto original, y solo el 18% dice estar seguro de poder hacerlo.

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Gracias a la red, las posibilida­des de la oferta y la demanda se ampliaron debido a que trascendía­n más allá de las fronteras que delimitaba­n el cuadrado del top manta callejero más tradiciona­l. Es difícil comprar un dispositiv­o electrónic­o en un mercadillo de barrio, pero no tanto en un portal aparenteme­nte legal que ofrece sofisticad­as réplicas de las tiendas oficiales a precios ridículame­nte bajos.

17. El negocio de la falsificac­ión va en contra de las esencias fundaciona­les del capitalism­o. En un mercado libre correctame­nte regulado, las empresas compiten por tener mejores productos y más baratos. En una etapa posterior, los productos adquieren elementos intangible­s, más allá de la calidad y el precio, reforzados por estrategia­s de marketing y publicidad. Estas falsificac­iones hacen saltar por los aires toda esta evolución.

18. Por último, y no por ello menos importante: el 45% de los encuestado­s por Nielsen no es consciente de los efectos de las falsificac­iones en la sociedad. Es decir, no tienen ni idea de nada de lo que acabas de leer.

Aunque parezca increíble, según algunos estudios el negocio de las falsificac­iones resulta ser más rentable incluso que el de las drogas

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