TOURBILLON
Es el Sancta Sanctorum de la relojería, lo sagrado entre lo sagrado desde hace más de una década, cuando a todo el mundo le dio por imitar a Franck Muller –maestro de las complicaciones relojeras– y poner uno en su vida. Lo cierto es que el tourbillon es casi tan antiguo como la tos. Fue patentado por Abraham Louis Breguet en 1801 y es una de las complicaciones más apreciadas en alta relojería (ojo, este término hay que colarlo de vez en cuando en la conversación). Consiste en un mecanismo que hace girar el volante y el escape del reloj sobre su eje –normalmente una vez por minuto– para compensar el efecto negativo que produce la gravedad en la marcha del volante. ¿Cómo te quedas? Lo reconocerás porque es una pieza que se sitúa habitualmente visible bajo la esfera (a las 6 horas) y que gira hipnóticamente. ¿Para qué sirve un tourbillon entonces? Pues además de para encarecer considerablemente el precio del reloj, para que éste sea ultrapreciso.