Historia de Iberia Vieja

Made in Spain... El cartógrafo Tomás López

- ALEJANDRO POLANCO MASA

Dicen que hay algo de genio en quien ama los mapas. Y debe ser cierto, porque el sabio Tomás López encontró en ellos la forma de plasmar sus conocimien­tos. ¡Lo que hubiera disfrutado de este tiempo de GPS y ubicacione­s! Pero esta era existe porque en el pasado hubo personas que se anticiparo­n a su tiempo. Él fue una de ellas.

No cabe duda de que Tomás López se hubiera sentido fascinado de haber conocido nuestra época. Para alguien que dedicó su vida a plasmar el conocimien­to geográfico sobre laboriosos mapas hechos a mano, la tecnología GPS, los Sistemas de Informació­n Geográfica y la cartografí­a interactiv­a que llevamos incluso en nuestro teléfono móvil, hubieran sido todo un tesoro. Aquel voluntario­so sabio, mezcla ecuánime de artesano y científico, que creó cientos de mapas de tierras españolas y de otras más lejanas que hoy día se consideran objeto de coleccioni­sta, fue uno de nuestros cartógrafo­s más célebres. Sus libros siguen destilando pasión por la geografía y, cómo no, por la cuantifica­ción y la estadístic­a.

De la mano de López surgieron obras maestras como diversos Atlas de España y Portugal, mapas de lejana Luisiana, mapas africanos, obras cosmográfi­cas, libros sobre la enseñanza de la geografía, algunos tan curiosos como cierto manual para realizar ejercicios geográfico­s sobre globos terráqueos y otros más lúdicos como cierta cartografí­a sobre el itinerario de Don Quijote. La suya fue una vida dedicada por completo a la ciencia geográfica y a la cartografí­a. Tomás López de Vargas Machuca, madrileño nacido en 1730 y fallecido igualmente en la capital española en 1802, desarrolló su actividad a lo largo del siglo XVIII al servicio de la Corona.

LA ESCUELA DE PARÍS

Tras estudiar matemática­s, lenguas y letras en el Colegio Imperial de Madrid, y dado su reconocido talento ya desde muy temprano, el joven Tomás marchó a París. Contaba entonces con poco más de veinte años y, en la capital francesa, absorbe con pasión todos los conocimien­tos geográfico­s y técnicos que sus maestros, y las grandes biblioteca­s, pusieron a su disposició­n. Y, además, conoce allí a la que se convertirá en su mujer. Aquella no fue una aventura solitaria ni romántica, sino una etapa de pasión por el saber que estuvo muy bien dirigida desde España. El protagonis­ta de todo aquello era el marqués de la Ensenada, que en 1752 decide

enviar a cierto grupo de jóvenes talentos a París, con el encargo de que aprovechar­an al máximo su estancia para aprender y cultivarse en las artes y las ciencias. De vuelta en su tierra, servirían a los fines del Estado. No era mal trato, cosa que pudieron demostrar, por ejemplo, Manuel Salvador Carmona, que formó parte de aquel grupo, y que terminó por convertir- se en uno de los grabadores más solicitado­s en aquella época de la Ilustració­n española, además de casarse también con una francesa. Otro de los compañeros del destino de Tomás López más allá de los Pirineos fue Juan de la Cruz Cano y Olmedilla, que además de cartógrafo y geógrafo, también era excelente grabador.

Terminada su etapa de formación en Francia, convertido ya en un cartógrafo de reconocido prestigio, Tomás regresa a España para hacerse cargo del novísimo

De la mano de López surgieron obras maestras como diversos Atlas de España. La suya fue una vida dedicada a la ciencia

La respuesta se encuentra en la dedicación al trabajo que llevó a cabo nuestro protagonis­ta. No fue sólo un artesano y científico

Gabinete Geográfico, cuya idea original había sido propuesta por el propio Tomás a Godoy. Se convierte así en cartógrafo del rey Carlos III, un trabajo que desarrolla­rá con pasión incansable. Fruto de su tenacidad son más de doscientos mapas, dibujados y coloreados a mano, partiendo de minuciosos estudios de fuentes geográfica­s. López creó algunos de los mapas más importante­s de su tiempo, referidos sobre todo a las regiones de España. Cabe recordar que el conocimien­to del territo- rio era vital para la Corona y, claro está, el poder tener a mano completos estudios geográfico­s impresos, acompañado­s de sus correspond­ientes mapas, ofrecía nuevas ventajas en el arte de gobernar.

LEGADO PARA EL FUTURO

Tomás López, según iba alumbrando cada nuevo mapa, crecía en fama y reconocimi­ento. Fue tomado en su tiempo como gran intelectua­l, siendo reconocido miembro de institucio­nes como la Real Academia de San Fernando, así como de varias Sociedades Económicas de Amigos del País, la Real Academia de Historia y diversas academias de artes y ciencias.

Habrá quien se pregunte por qué sus mapas eran tan importante­s y por qué su obra ha perdurado en el tiempo. La respuesta se encuentra en la dedicación al trabajo que llevó a cabo nuestro protagonis­ta. No fue sólo un artesano y científico que llevó a cabo con diligencia las diversas cartografí­as que le fueron encargadas por la Corona. No, la pasión por la geografía que demostró Tomás López se plasmó en una inmensa obra a la que dedicó cerca de tres décadas de minucioso estudio. No tuvo ayuda, nadie le obligó a hacer algo así y, sin embargo, el que pasó a llamarse como Atlas geográfico de Espa-

No tuvo ayuda, nadie le obligó a hacer algo así y, sin embargo, el que pasó a llamarse como Atlas

geográfico de España es una obra única

ña es una obra inmensa y asombrosa que todavía nos llena de emoción. Como obra de cartografí­a administra­tiva de su tiempo no tuvo rival en todo el siglo XVIII.

Nos han llegado sus notas acerca de las divisiones jurisdicci­onales, las poblacione­s, los accidentes geográfico­s… miles de anotacione­s que, convertido­s en coloridos mapas, dieron forma a una obra vital para conocer la España de su tiempo. Ahora bien, de esos dos centenares de mapas producidos en vida, no había sido mucho lo que el gran público había podido conocer. Léase por “gran público” a aquellas personas ilustradas que podían tener la fortuna de entender mapas y, cómo no, poder comprar un Atlas. Los hijos de Tomás López, que también fueron geógrafos, decidieron dar vida a ese Atlas al poco de la muerte del insigne cartógrafo. Nunca antes se había comerciali­zado una obra de estas caracterís­ticas en España, por lo que la novedad fue acogida con entusiasmo, tal es así que aquella colección que reunía los mejores mapas de provincias españolas de su época tuvo que ser reeditado en diversas ocasiones.

La belleza y minuciosid­ad de estos mapas no tiene nada que envidiar a la cartografí­a francesa contemporá­nea, que era considerad­a como imbatible por entonces. La Academia de Ciencias de París llevaba siendo, desde su creación en 1666, el centro de conocimien­to científico más puntero, siendo especialme­nte pródigo en lo que a producción cartográfi­ca y conocimien­to geográfico se trataba. A esto se unía el hecho de poder contar con una ingente fuente de datos cartográfi­cos de primer nivel procedente de las expedicion­es que Francia llevaba a cabo por todo el planeta. De ese empeño por describir el mundo de forma racional surgieron todo tipo de nuevas técnicas geodésicas, topográfic­as y cartográfi­cas. De todo esto no extrañará que el inteligent­e marqués de la Ensenada hubie- ra decidido enviar a aquellos jóvenes prometedor­es a París, con la intención de que a su vuelta sirvieran para crear mapas destinados a un mejor gobierno de los diversos territorio­s españoles. Aprendiero­n matemática­s, geografía y técnicas de grabado, fueron quienes dieron forma a ese conocimien­to sobre papel, unos mapas convertido­s en un auténtico arsenal disponible para gestores de política fiscal y de obra pública. Tomás López, como alumno aventajado de su gran maestro francés, Jean Baptiste Bourguigno­n d’Anville, no sólo supo aprovechar su estancia de casi una década en París, sino que mejoró técnicas y procedimie­ntos con sabores propios de su cosecha.

El bagaje geográfico, artístico y matemático de Tomás López era envidiable. Al mando del Gabinete Geográfico pudo contar con una ingente cantidad de informació­n acumulada durante largo tiempo, pero todo aquello debía ser ordenado, normalizad­o y convertido en representa­ciones más o menos realistas, en definitiva, debía crear detallados mapas de las tierras españolas allá donde no había apenas cartografí­a anterior de calidad.

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 ??  ?? A la derecha, un mapa de López con la leyenda España dividida según acostumbra­n los geógrafos; bajo estas líneas, la portada de su Atlas portátil y geográfico, ideal para cualquier bolsillo.
A la derecha, un mapa de López con la leyenda España dividida según acostumbra­n los geógrafos; bajo estas líneas, la portada de su Atlas portátil y geográfico, ideal para cualquier bolsillo.
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