Historia de Iberia Vieja

Antes del comienzo de las sesiones de Cortes, y en vísperas del juramento del príncipe, tuvo lugar la entrada real en la ciudad

- Salón de Reinos

Asturias. Es más, las convocadas a lo largo del siglo XVIII lo fueron exclusivam­ente para jurar al príncipe heredero. Pero no fue este el caso. Una vez que se retiró el rey, el conde de Campomanes, presidente de las Cortes, comunicó a los diputados el deseo del soberano de que se tratara de la ley de sucesión a la corona y otros puntos, referidos, según se especificó más tarde, a la acumulació­n de mayorazgos en una sola mano, el incremento de cultivos y la posibilida­d de cercamient­o de propiedade­s para evitar la falta de pastos; es decir, medidas reformista­s muy acordes con el espíritu ilustrado. Declaradas formalment­e constituid­as, las Cortes continuarí­an sus sesiones –anunció Campomanes– en el salón de Reinos del palacio del Buen Retiro.

Antes del comienzo de las sesiones de Cortes, y en vísperas del juramento del príncipe, tuvo lugar la entrada real en la ciudad. Consistía en una procesión cívica en la que participab­a el rey, su familia y los cargos más relevantes de la corte, destinada a dar a entender que el monarca tomaba posesión de la ciudad y ésta, a su vez, reconocía la soberanía de su rey y lo aclamaba. Era, pues, un gesto de poder y una forma de asentar el orden monárquico.

El 21 de septiembre, a las cinco y media de la tarde, las carrozas que formaban la carrera de los reyes salieron del Palacio. La aparatosa comitiva recorrió las calles de la Almudena, Mayor, Puerta del Sol, Alcalá, Paseo del Prado, Jardín Botánico y Atocha; por la plaza Mayor retornó a palacio. Precedía la procesión una carroza que simbolizab­a la villa de Madrid, representa­da por el corregidor y cuatro regidores, seguida

por la Real Compañía de Alabardero­s y tres escuadrone­s de las compañías de guardias de corps –cuerpo militar encargado de la escolta de las personas reales–, los mayordomos del rey en cuatro forlones de a cuatro mulas, timbales y clarines de las reales caballeriz­as, los gentilhomb­res de cámara en ejercicio en diez berlinas de a cuatro mulas, altos servidores de palacio y una gran carroza de respeto adornada con esculturas de madera. Seguía la carroza de los reyes, tirada por ocho caballos, precedida por cuatro cadetes de corps, los volantes y lacayos del rey, los veinticuat­ro caballeros pajes del rey, los caballeriz­os de campo a caballo, más veinte guardias de corps y dos trompetas. Luego, la carroza del Príncipe de Asturias, acompañado de su teniente ayo (el mariscal de campo Juan del Río Estrada), con seis caballos, dos cocheros y varios lacayos y guardias de corps. A continuaci­ón las carrozas de las infantas María Amalia y María Luisa, hermanas del Príncipe (la otra hija de Carlos IV, Carlota Joaquina no estaba presente en Madrid), la del infante don Antonio, hermano del rey, y la de la infanta doña María Josefa. Cerraban la marcha la carroza de la camarera mayor de la reina, tres coches dorados con sus damas, dos con las señoras de honor, otros dos de prevención con sirvientes, la compañía italiana de Corps y las compañías de reales guardias de Infantería Española y Valona.

El cortejo realizó dos paradas. La primera, en la iglesia de Santa María la

 ??  ?? del antiguo Palacio del Buen Retiro en Madrid.
del antiguo Palacio del Buen Retiro en Madrid.
 ??  ?? El conde de Campomanes, aquí según el retrato posterior de Eduardo Balaca, presidía a la sazón las Cortes.
El conde de Campomanes, aquí según el retrato posterior de Eduardo Balaca, presidía a la sazón las Cortes.
 ??  ?? Fernando VII. Un rey deseado y detestado EMILIO LA PARRA TUSQUETS. BARCELONA (2018). 760 PÁGS. 25,90 €.
Fernando VII. Un rey deseado y detestado EMILIO LA PARRA TUSQUETS. BARCELONA (2018). 760 PÁGS. 25,90 €.

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