Antonio Garrido
Como muchos otros grandes desastres, el crac del 29 despertó en los damnificados un sentimiento racista que no solo afectó a los judíos. La animadversión se instaló incluso entre los propios norteamericanos: en California se establecieron controles fronterizos para impedir que los emigrantes de estados vecinos disputasen el trabajo a la población local. Sí, el desamparo en EE UU fue tal que la Cámara de Comercio no dudó en recomendar la oferta publicada en el New York Times por la agencia comercial soviética AMTORG, en la que se ofrecía trabajo, vivienda y vacaciones a cualquier americano que lo necesitara. Se calcula que unos diez mil emprendieron viaje. Stalin precisaba industrializar el país, y la maquinaria que Ford le vendió ofrecía un producto robusto con disponibilidad inmediata que, pese a estar desfasado, resultaba suficiente para iniciar esa industrialización. Ford firmó un ne-