Historia y Vida

MEDIDAS EQUIVOCADA­S

Errores básicos en un improbable camino hacia la recuperaci­ón

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un país completame­nte agotado desde el punto de vista económico, que ya no es capaz ni de producir sus propios alimentos y no puede mantener la carrera de armamentos estimulada por el presidente norteameri­cano Ronald Reagan. La bajada de los precios del petróleo, el principal ingreso durante los últimos años de la

GORBACHOV RECIBE

tro de Asuntos Exteriores a alguien que tampoco sabía gran cosa, pero del que estaba seguro que le apoyaría. El georgiano Eduard Shevardnad­ze apenas había salido al extranjero cuando le correspond­ió ocupar el puesto de Andrei Gromiko, que había llevado durante más de veinte años las riendas de la diplomacia soviética viajando por todo el mundo. Sin embargo, tenía que hacerse cargo de la gestión exterior de una superpoten­cia planetaria que ocupaba media Europa, tenía bases en los cinco continente­s y llevaba a cabo una guerra en Afganistán. época de zastoi (estancamie­nto), no permite seguir ignorando la crisis.

primeras medidas prácticas del nuevo secretario general fue combatir el alcoholism­o, al que se atribuía tanto la baja productivi­dad como el preocupant­e deterioro de la salud pública y la natalidad. La decisión de subir el precio del vodka y reducir

UNA DE LAS

Cegado por los elogios que recibía por todas partes, Gorbachov tampoco interpretó correctame­nte los efectos de las fuerzas que había desencaden­ado en su área de influencia, empezando por los países satélites. Según reconoce en sus memorias, estaba convencido de que la RDA, el estado satélite creado al final de la guerra, tenía raíces propias que podrían resistir a la desaparici­ón del Muro de Berlín. Llegó a improvisar un nuevo modelo de distensión que llamó “la casa común europea”, recibido con tanta satisfacci­ón en Occidente como desconfian­za en las esferas conservado­ras de su producción se reveló como una de las medidas más contraprod­ucentes: no solo aumentó el absentismo laboral, porque los consumidor­es necesitaba­n más tiempo para procurarse la bebida (arriba, colas para comprarla) y enfermaban porque bebían alcohol no apto para el consumo, sino que los ingresos del Estado por este capítulo cayeron drásticame­nte. Y, sobre todo, extendió su impopulari­dad entre las capas más bajas de la sociedad soviética. No en vano, el último máximo dirigente de la URSS era abstemio, caso raro en la clase política soviética. Moscú, porque suponía que la URSS renunciaba a ser un actor dominante en Europa. Sus mayores críticas se dirigían a los líderes de los países comunistas más refractari­os ante los cambios. No se entendió nunca con el último dictador de la RDA, Eric Honecker (que acabaría refugiado en Moscú antes de partir al exilio a Chile), y aún el primero de noviembre de 1989, cuando recibió en el Kremlin a su sucesor, Egon Krentz, estaba seguro de que bastaría con llevar a cabo las reformas necesarias para atender las reclamacio­nes de la calle. Una semana después, en la noche del 8 al

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