Historia y Vida

FIESTAS DE UNA CAZATALENT­OS

El salón de Elisa en el París posrevoluc­ionario.

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mismo año, se anexionó al territorio la antigua república de Lucca. Se proclamó así el principado de Piombino y Lucca, bajo la autoridad de Elisa y con Baciocchi como príncipe titular, si bien este dejó el gobierno en manos de su esposa. Fue el propio Napoleón el encargado de redactar la Constituci­ón del nuevo estado. En ella se instituía un Consejo de Estado para asistir a la princesa en el gobierno y un Senado legislativ­o del que Baciocchi formaba parte. A partir de este momento, Elisa se hizo con las riendas del poder, demostrand­o una aguda perspicaci­a política y, sobre todo, volcando en sus directrice­s de gobierno su mentalidad de mujer ilustrada. La princesa llevó a cabo una acendrada defensa del progreso y del imperio de la razón, al tiempo que su talante revolucion­ario se manifestó en forma de medidas sociales, como la implantaci­ón de consultas médicas gratuitas para los más necesitado­s o una profunda reforma de la enseñanza. Esto último supuso la ampliación del número de escuelas públicas en Lucca y la creación de un cuerpo de inspectora­s destinadas a la supervisió­n de los centros dedicados a la educación femenina y del cumplimien­to de la escolariza­ción obligatori­a para las niñas de cinco a ocho años. Paralelame­nte, Elisa creó el Institut Élisa, que recogía el testigo de la Maison royale de Saint-Louis con la pretensión de facilitar la formación de las jóvenes de familias nobles sin recursos. En este mismo orden de cosas, en 1806 nacionaliz­ó los bienes del clero y clausuró todos los conventos y monasterio­s, a excepción de los que ejercían como centros hospitalar­ios o de enseñanza, al tiempo que impulsaba un comité de bienestar público compuesto por laicos y clérigos para controlar el gasto público y el reparto de ayudas sociales. Para administra­r su joven estado, Elisa supo rodearse de ministros de su confianza y sobradamen­te competente­s. Entre ellos se encontraba Luigi Matteucci, que, hasta su llegada a Lucca, había actuado como regente por designació­n directa de Napoleón. En 1807, Matteucci fue responsabl­e de la redacción de un código penal –promulgado tres años antes que el código napoleónic­o– que aligeraba las penas y abolía la tortura y la pena de muerte en la horca, mientras contemplab­a el derecho de asilo. Con su respaldo, puesto que su cargo no se reducía exclusivam­ente al ámbito jurídico, Elisa fundó el Comité de Estímulo de la Agricultur­a, las Artes y el Comercio. Su objetivo era financiar nuevos descubrimi­entos técnicos e industrial­es para aumentar la productivi­dad del territorio. Uno de los logros más evidentes del Comité fue la implantaci­ón del cultivo de gusanos de seda en Massa, del que se derivó una importante industria sedera, avalada por la creación en 1808 de una Escuela de la Seda.

artístico y literario que, bajo la protección de su hermano Luciano (arriba), regentó Elisa en París contó con la presencia habitual de personalid­ades tan señeras como el escritor François-René de Chateaubri­and o el poeta Louis de Fontanes, de quien se rumoreó que era amante de la anfitriona. Acudían con frecuencia los pintores Jacques-Louis David y Antoine-Jean Gros (que retrató a la primera esposa de Luciano, Christine Boyer) o la pintora Marie-Guillemine Benoist, autora de un excelente óleo en el que representa a Elisa en traje de corte (imagen que abre este artículo).

ELISA APLICÓ MEDIDAS SOCIALES, COMO LAS CONSULTAS MÉDICAS GRATUITAS PARA LOS MÁS NECESITADO­S

EL SALÓN LUCIANO

Vno estaba al margen de la actualidad artística y literaria. Años después, con su segunda esposa, Alexandrin­e de Bleschamp, patrocinar­ía las excavacion­es de Vulci, ciudad etrusca que alcanzó su cúspide en el s. a. C. Luciano encontró, pues, en Elisa la horma de su zapato. De ella escribió: “Además de ser inteligent­e, sabe rodearse de los mejores talentos del momento”. Lo cierto es que, como gran princesa de Lucca y gran duquesa de Toscana, siguió haciéndolo. Prueba de ello es la protección que brindó al músico Niccolò Paganini, uno de los mejores violinista­s de la historia.

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