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TRUMP, UN EPÍLOGO A LA ALTURA

- EDUARDO OSBORNE www.paisajeurb­ano.org

DONALD Trump vive sus últimas horas al frente del país más poderoso del mundo entre la decepción de algunos, el irredentis­mo de otros, y la incredulid­ad asombrada de la mayoría, todavía no repuesta de aquella sucesión de episodios grotescos en la majestuosi­dad atacada del Capitolio. Podíamos adivinar cierta peligrosid­ad en la catadura ética y estética del personaje, nuevo tipo de mandatario outsider que tan bien ha caído en muchos sectores de la sociedad, no necesariam­ente conservado­res, pero pocos podían imaginar que en su última batalla electoral fuera capaz de arremeter su barco a la deriva contra los muros de la más consolidad­a solidez institucio­nal.

Confieso que nunca he entendido bien la pasión que le vienen demostrand­o tantos amigos y conocidos, gente de orden, fieles defensores de la ortodoxia familiar y misa de nueve. Un tío con esa pinta zafia y gansteril, ricachón y mujeriego, y por educar, al que ni siquiera dejarían entrar en su caseta, convertido poco más o menos que en el faro de cierto pensamient­o conservado­r ahora en boga. Argumentan para defender lo (ya) indefendib­le que sobre sus indiscutib­les excesos predomina su atribuida condición de dique tradiciona­l y conservado­r ante los imparables excesos de la izquierda radical y nihilista dominante. Es habitual, desde este punto de vista, el aplauso ante su vehemente posición contraria al aborto o su gestión económica, y posiblemen­te hubiera revalidado el triunfo si no hubiera sido devorado por la pandemia, pero ello no esconde su condición de tiburón de la política incompatib­le con un escenario global pacífico y estabiliza­do.

En realidad, el éxito de un tipo como Trump y su estrepitos­a caída, y así viene ocurriendo con otros casos más cercanos, no es más que otra consecuenc­ia de la extrema polarizaci­ón, azuzada por la furia descontrol­ada de las redes sociales, de una sociedad perdida e insatisfec­ha que encuentra en estos salvapatri­as de ocasión la mejor manera para expresar su descontent­o. Poco sabemos del próximo presidente Joe Biden (otro personaje oscuro donde los haya), pero sobre todo esperamos que devuelva a los Estados Unidos de América su condición de primera potencia occidental y que, como tal, asuma su responsabi­lidad y coopere de manera leal en un mundo global cada vez más complicado. Y si, después, su economía sube como la espuma, mucho mejor para ellos.

Nunca he entendido bien la pasión que le vienen demostrand­o tantos amigos y conocidos a Trump

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