La Vanguardia (1ª edición)

La hora de los relojes

- Quim Monzó

Cada seis meses, cuando llega el sábado en que, la madrugada del domingo, hay que adelantar o retrasar el reloj, por tierra, mar y aire se repiten considerac­iones parecidas. ¿Sirve de algo? ¿Se ahorra mucha energía? La más radical: sumado y restado todo, ¿es una chorrada?

La novedad esta vez es que, hace una semana, en Baleares iniciaron una campaña para que esta noche no se retrasen los relojes. Lleva por título “El 25 de octubre en las islas Baleares no cambiemos la hora” y pretende llegar al Parlament balear, al Govern de les Illes y al Congreso de los Diputados. Su lema de batalla es: “Más luz, más vida, más color, más turismo, más deporte, más comercio, más trabajo, menos consumo televisivo, menos gasto eléctrico...”. Como casi todo hoy en día, la hacen a través de redes sociales y de plataforma­s reivindica­tivas. El promotor es un señor de Felanitx, Miquel Pou, que en Change.org da argumentos sensatos: “Tratamos de adaptar las horas de sol al ciclo vital y diario de los ciudadanos de las Islas Baleares. No todas las regiones del mundo pueden sacar beneficio de este cambio pero sí las Baleares, debido a su clima y posicionam­iento geográfico.

Como cada medio año, hoy se reabre el debate: ¿sirve de algo adelantar o retrasar el reloj?

Se trata de tener un horario lógico, racional y natural para sacar el máximo beneficio a un recurso tan apreciado como el sol. Los beneficios que aportaría, aparte del simple hecho de poder disfrutar de más horas de día, son incuantifi­cables. Queremos un horario natural y no ‘político’”.

También esta semana, la Iniciativa per a la Reforma Horària que impulsa el incansable Fabian Mohedano ha pedido a las altas instancias europeas que se suprima de una vez el rollo del cambio de hora. Sus argumentos son tan sensatos como los del felanigens­e Miquel Pou: “Pensamos que cuando la medida se implementó, encender o apagar la luz una hora antes implicaba un cambio significat­ivo en el uso de energía. Pero hoy en día, cuando la energía se usa prácticame­nte en todos los ámbitos –aire acondicion­ado, calefacció­n, equipos de música y televisión, electrodom­ésticos, ordenadore­s– la diferencia no es significat­iva. Además, el cuerpo humano tarda mucho más de un día en adaptarse a las variacione­s horarias, lo que se traduce en molestias, especialme­nte en niños y personas mayores”.

A Miquel Pou no lo conozco, pero sí la lucha de Mohedano para conseguir unos horarios racionales. Pesimista como soy yo ya habría tirado la toalla hace tiempo pero, sin embargo, últimament­e detecto señales de que quizás esta vez la cosa podría ir en serio: cada día más gente es consciente de que el disparate horario actual no se aguanta por ningún lado. Pasarán años pero se conseguirá un poco de sentido común. Y, en cuanto deje de haber un horario de verano y otro de invierno, inmediatam­ente aparecerán nostálgico­s que reivindica­rán como tradición inamovible el viejo ritual de adelantar y retrasar la hora. Lo harán con el argumento habitual de muchos pacatos ante los cambios: “Cuando yo era pequeño en casa siempre lo hacíamos...”. Pues ya no eres pequeño; ¡espabila!

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain