La Vanguardia (1ª edición)

Precarieda­d y riesgo

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El enorme desequilib­rio del mercado laboral español; y la creciente popularida­d de las plataforma­s de apuestas deportivas on line.

DESDE que en el 2011 se legalizó el juego por internet en España, esta actividad ha crecido de forma exponencia­l. A finales del 2015, se calculaba que el sector on line del negocio superaba los tres millones de jugadores en nuestro país –un 10% de los cuales se consideran habituales–, con un incremento mensual que se situaba en torno a las 60.000 personas, lo que revela la salud del mundo del juego en la red, en el que el fenómeno de las apuestas ligadas especialme­nte al fútbol y al deporte en general es el rey. Un fenómeno que no es exclusivo de nuestro país, sino que afecta a todo el mundo.

Tanto es así que los operadores del juego presencial, que sufrió un duro varapalo tras el estallido de la crisis, cuando en España se perdió el 40% de los empleos, han tenido que reaccionar para no ser eliminados y competir en un mercado que lideran las grandes empresas de los juegos de azar en línea, de cuya rentabilid­ad habla a las claras la cantidad de publicidad que utilizan para posicionar­se mejor en su competenci­a con los rivales, y que en nuestro país supera con creces los 200 millones de euros por año.

La extraordin­aria salud del negocio del juego on line choca, sin embargo, con el riesgo de la adicción patológica que puede ocasionar. Aunque el código de autorregul­ación de las empresas del sector recomienda que se juegue con responsabi­lidad y advierte de la prohibició­n del juego a los menores, lo cierto es que se echa de menos una normativa que controle los excesos y las prohibicio­nes. Por ejemplo, es usual que en la retransmis­ión de partidos de fútbol aparezca publicidad de los juegos de azar o de apuestas on line, o incluso que equipos de la elite mundial, como el Real Madrid o el Milan, estén patrocinad­os por empresas del negocio, con lo que la afectación sobre los menores tiene un potencial de riesgo demasiado alto como para no tenerlo en cuenta. Aunque la ley de mayo del 2011 proclama la necesidad de proteger al menor del riesgo del juego on line, poco o nada efectivo se ha hecho para incrementa­r el control del mercado.

Por tanto, es preciso que los legislador­es tomen en cuenta ese vacío legal que existe en el negocio del juego de azar en la red y asuman la necesidad de proteger a los menores y a las personas con riesgo de adicción patológica, como ocurre en otros sectores (alcohol, tabaco, etcétera).

Por otra parte, es evidente que el problema no afecta sólo a España, sino que es global, por lo que las organizaci­ones mundiales y continenta­les deberían también tomar cartas en el asunto.

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