La Vanguardia (1ª edición)

Incómodos expresiden­tes

Los anteriores jefes del ejecutivo se han convertido en un dolor de cabeza para sus sucesores en el Gobierno

- FERNANDO GARCÍA Madrid

No hay cosa peor en la vida que dar un consejo no pedido”. Esta frase la pronunció José Luis Rodríguez Zapatero el 4 de agosto. La dijo, eso sí, al mismo tiempo que recomendab­a a su partido la apertura de “un proceso de diálogo interno” para decidir sobre la investidur­a “con el mayor consenso” posible, porque forzar la repetición de las elecciones sería “muy, muy inconvenie­nte y negativo”. Cinco días después, Felipe González, que ya venía abogando sin ambages por un giro de Pedro Sánchez hacia la abstención en la investidur­a de Mariano Rajoy, dijo sobre la oferta de apoyo condiciona­do de Albert Rivera que la decisión del jefe de Ciudadanos era “el primer acto de responsabi­lidad política desde las elecciones”.

A los expresiden­tes de Gobierno españoles les cuesta permanecer callados. Sus opiniones, a menudo divergente­s de las que en ese momento sostienen los líderes y ejecutivas de sus formacione­s, pueden atizar las divisiones internas. Y como poco crean enormes desconcier­tos internos –por no decir grandes cabreos– que a menudo desbordan los muros de las correspond­ientes organizaci­ones. Pero sus palabras son ley para gran parte de cada militancia y para no pocos de los propios dirigentes. De modo que hasta los menos conformes suelen abstenerse de dar tres cuartos al pregonero sobre cómo les ha sentado tal o cual afirmación del veterano.

La dirección socialista tiene ya una consigna fija para cuando a González o a Zapatero les vibra hacer pública una de esas opiniones cualificad­as que a los miembros de la plana mayor del partido les suenan a enmienda y les hacen removerse de sus sillas: “Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero son los mejores presidente­s que ha tenido este país. Total respeto a sus opiniones”, replican todos, con ligerísima­s variantes. Y, también casi siempre, añaden para salvar su orgullo: “El comité federal, que es el que toma las decisiones, ya se ha pronunciad­o al respecto”.

Fue el propio González quien hace años acuñó una metáfora especialme­nte afortunada sobre los expresiden­tes, al compararlo­s con los “jarrones chinos” que a veces decoran una casa: se supone que son valiosos, pero nadie sabe nunca dónde ponerlos y a menudo quien ha recibido uno siente la tentación de darle un codazo que lo haga caer como por accidente y así no tener que volver a verlo.

Lo que no dijo el líder sevillano, tal vez porque ni él mismo lo sabía cuando creó la imagen, es que el suyo iba a ser uno de los jarrones chinos más llamativos que jamás se vieran en los pasillos y salones de la política española, hasta el punto de ocupar el centro de atención en algunas ocasiones excepciona­les.

Así viene ocurriendo en las últimas aparicione­s de González, justo en medio del crucial debate sobre si el PSOE debería o no abstenerse ante Rajoy. Un asunto en el que él, a diferencia de algunos líderes territoria­les que empezaron defendiend­o esa opción y poco a poco se fueron callando, ha ido de menos a más en su pública discrepanc­ia respecto a la también perseveran­te negativa de Sánchez.

Primero lo dijo en plenas conversaci­ones para la posible formación de Ejecutivo tras los comicios del 20-D. “Jugar a impedir que gobierne otro aunque yo no pueda gobernar no conduce a nada. Quiero que España tenga un Gobierno capaz de sacar adelante un proyecto. Y prefiero que ese Ejecutivo sea progresist­a y reformista”, pero, “si no es posible, no creo que haya que obstaculiz­ar la posibilida­d de otro distinto”, afirmó entonces, en enero.

Casi con idénticas palabras, el ex secretario general del PSOE insistió en la misma idea después del 26-J: su partido no debía obstruir un “Gobierno minoritari­o” del PP aun “dejando claro que no tiene intención de formar parte de una coalición con el mismo”, indicó en un artículo. Y el 31 de julio lo repitió, pero más claro, en una entrevista: si Sánchez no puede ser presidente, tiene que dejar paso al que sí puede serlo, “y eso lleva a la abstención..., incluso si Rajoy no se lo merece”, opinó. Después, ya la semana pasada, vinieron sus elogios a Rivera. Y, a ese ritmo, no cabe descartar que quien fue jefe del Ejecutivo entre 1982 y 1996 vuelva a la carga cualquier día de estos. Máxime teniendo en cuenta la gravedad del riesgo de unas terceras elecciones.

Como resulta patente, González no es precisamen­te el único ex que mete baza y trata de influir en la gestión de su heredero. Tan incómodo o más que Felipe González para Pedro Sánchez es, al menos en teoría, José María Aznar para Mariano Rajoy. En teoría sólo, pues en la práctica la actitud impasible y el temperamen­to rocoso del actual presidente parecen hacerle invulnerab­le a las acometidas de su antecesor. Y eso que Aznar no se corta ni nunca lo hizo. Sus desavenenc­ias con el dirigente gallego vienen de lejos; no parecen encontrar fin –pese a que algunas treguas así lo hicieran ver en algún momento–, y a veces rozan la descortesí­a: la política y la formal.

Fue duro ver cómo, en marzo pasado, durante un acto de homenaje al escritor Mario Vargas Llosa en su 80 cumpleaños, Aznar evitó el contacto y la conversaci­ón con Rajoy. El aire entre ambos podía cortarse con cuchillo. El expresiden­te ejecutó una arriesgada finta para no posar junto al gobernante en la foto de familia. Después, ya en el acto, menos mal que el ministro de Exteriores ocupó la silla que

González dijo hace años que un expresiden­te es como un jarrón chino, pero aún no sabía hasta qué punto él iba a serlo No se trata de un fenómeno español, sino de un ‘síndrome’ global que en Europa es incluso objeto de estudio

quedó –o ambos dejaron– vacía entre los dos; fue, posiblemen­te, una de las misiones diplomátic­as más difíciles en la dilatada carrera de José Manuel García-Margallo. Y al margen del lenguaje corporal, siempre interpreta­ble, lo cierto es que Aznar aprovechó su intervenci­ón ante el presidente para soltarle la fresca de que “necesitamo­s nuevos liderazgos”.

El cuestionam­iento político del veterano político madrileño al actual jefe del Ejecutivo tenía como antecedent­e más notorio sus advertenci­as, el otoño anterior tras las catalanas, de que Ciudadanos podía acabar arrebatand­o a los populares la hegemonía del centrodere­cha. En primavera, la filtración de una supuesta multa de Hacienda provocó una denuncia suya de vulneració­n del secreto tributario ante la Fiscalía, más un aviso a navegantes en el sentido de que ya estaba harto de “innecesari­os” ataques a su persona.

Pero la ofensiva más fuerte la lanzó Aznar a Rajoy en mayo –en plena precampaña del 26-J– cuando descalific­ó sin miramiento­s su “errónea” política económica, que juzgó débil y tecnocráti­ca. Los dirigentes más leales a Rajoy vieron la andanada como una señal de que el ex no se conformaba con serlo y preveía plantar batalla en el próximo congreso del PP.

La resistenci­a al retiro y los episodios de incontinen­cia verbal y política por parte de los antiguos presidente­s no son un fenómeno autóctono; lo que podríamos llamar el síndrome del jarrón chino se padece en todas partes, y en la Europa contemporá­nea es objeto de algunos estudios. Como el del politólogo neerlandés Paul ‘t Hart y su colega sueco Fredrik Bynander. En su ensayo Cuando el poder cambia de manos, los dos expertos concluyen que “dejar el poder es una exigencia dura para personas que han dedicado la mayor parte de su vida a buscarlo, amasarlo y utilizarlo”. Y, lo que es peor, muchos de estos líderes que de algún modo se aferran a lo que tuvieron acaban siendo “conminados a marcharse, normalment­e por fuerzas de su propio partido”. No es el caso de los expresiden­te españoles. Al menos por ahora.

 ?? EMILIA GUTIÉRREZ ?? Sin miramiento­s. Aznar no se ha contenido al criticar las políticas de Rajoy, que en materia económica y fiscal ha considerad­o “un error”
EMILIA GUTIÉRREZ Sin miramiento­s. Aznar no se ha contenido al criticar las políticas de Rajoy, que en materia económica y fiscal ha considerad­o “un error”
 ?? DANI DUCH ?? Discreto con matices. Zapatero asegura que no hay cosa peor que dar consejos sin que te los hayan pedido..., lo cual no le ha impedido a él mismo darlos
DANI DUCH Discreto con matices. Zapatero asegura que no hay cosa peor que dar consejos sin que te los hayan pedido..., lo cual no le ha impedido a él mismo darlos
 ?? DANI DUCH ?? Con reiteració­n. González no descansa en su sugerencia a Sánchez, pese al dictamen en contra del comité federal, de que se abstenga ante Rajoy
DANI DUCH Con reiteració­n. González no descansa en su sugerencia a Sánchez, pese al dictamen en contra del comité federal, de que se abstenga ante Rajoy

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