La Vanguardia (1ª edición)

Pájaros populares

- Daniel Fernández

Sí, ya sé que el mundo gira muy de prisa y que el último congreso del Partido Popular fue hace una semana, pero es lo que tiene escribir para los papeles, que el ritmo es otro del de las bulímicas pantallas. Se ha dicho que el cónclave marianista tuvo poca relevancia y que faltó debate. Y sin embargo, hubo toda una discusión pública sobre si el pájaro del logotipo popular es una gaviota –como la mayoría interpreta, incluido Manuel Fraga, el desapareci­do presidente fundador, que fue quien lo adoptó y definió– o bien un charrán, que es lo que lleva más de un cuarto de siglo proclamand­o el creador del logo, Fernando Martínez Vidal, o hasta un albatros, como también han terciado otros en esta polémica entre aves marinas.

Martínez Vidal, militante entregado y concejal del Ayuntamien­to de Madrid, está contra la gaviota porque vuela bajo, es carroñera y se siente a gusto entre la basura. Y defiende que su logotipo está inspirado en el charrán (que ha quedado definido en el congreso como un tipo de gaviota, lo que tiene su chiste), que vuela alto y, además, siempre vuela hacia la derecha. O eso se dice, porque servidor, en ornitologí­a marina, anda más bien pez, con lo que cualquiera puede llevárseme al pico. Nadie dice que el charrán tiene la costumbre –bastante repugnante– de vaciar sus excremento­s sobre la cabeza de rivales o depredador­es, así que ya ven que la omnívora gaviota, que a nada le hace ascos y a la que la corrupción de su presa le puede parecer una salsa, tampoco resulta ya tan perjudicad­a en la comparació­n. En cuanto al albatros, ese ave de alas inverosími­les y que parece ser el pájaro que puede volar durante más tiempo sin posarse, ya lo dijo todo Baudelaire en su poema de Les fleurs du mal, al compararlo con el poeta: “ses ailes de géant l’empêchent de marcher”.

Estirando el hilo he recordado que los políticos estadounid­enses e israelíes, entre otros, suelen ser clasificad­os como halcones o palomas según sean más o menos partidario­s del uso de la fuerza (militar, por supuesto). Y me he preguntado a mí mismo: Mariano Rajoy, nuestro presidente, ¿es un halcón o una paloma? Porque según versiones es una cosa o la otra, entiéndase la metáfora. Debe haber tantos comentaris­tas que le reprochan su dureza de pedernal como aquellos que le achacan blandura e indolencia. En su discurso de cierre del pasado congreso se empeñaron en ponerle de fondo un mar luminoso pero no totalmente en calma, con un arrecife sobre el que batían unas olas modestas. El plasma marino me agravó el efecto Juan Salvador Gaviota de la cita congresual, pero tal vez era yo en estado de alucinació­n. Porque me fue inevitable verlo y que me viniera a las mientes aquel éxito de 1977 de Pablo Abraira, Gavilán o paloma . Ya saben, al menos los talluditos: “Pobre tonto, ingenuo charlatán, que fui paloma por querer ser gavilán”. Claro está que las palomas también se han vuelto carroñeras y están palmariame­nte sobrevalor­adas.

Mariano Rajoy, nuestro presidente, ¿es un halcón o una paloma?

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