La Vanguardia (1ª edición)

Pillar al mentiroso

- Francesc Bracero

Hola, te llamo para felicitart­e por tu primicia. Está muy bien. No sé cómo te has enterado. Quiero que sepas que yo voy a tener que salir a desmentirt­e dentro de un rato”. Estas afirmacion­es forman parte de una llamada telefónica con la que un conseller de la Generalita­t se dirigió hace unos años a quien hoy firma estas líneas.

Cuando alguien te dice que va a mentir, la sensación es de estupor. Cuando se trata de un representa­nte público, mucho más. Pero el vértigo completo llega cuando esa persona te cuenta que va a mentir a los ciudadanos que lo han elegido. Era alguien a quien se le llenaba la boca con palabras como “pueblo” y “democracia”. El nombre del mentiroso ya no cuenta y no hace falta mencionarl­o aquí, porque está retirado de la vida política activa.

¿Cómo se responde a una declaració­n de semejante cinismo? En este caso, fue algo así como: “Haz lo que creas que debas hacer”. La razón de esa respuesta es que uno (ingenuo) piensa que apelar a la conciencia de alguien debería neutraliza­r los motivos de baja politiquer­ía que le llevaban a comportars­e de una forma deshonesta. Nada de eso.

Con una facilidad pasmosa, nuestro protagonis­ta se hizo el encontradi­zo ante una nube de micrófonos para mentir sobre una noticia cierta, una acción que, de paso, desprestig­iaba al periodista y su trabajo.

Ante estos casos, el corporativ­ismo profesiona­l suele esfumarse. Si gracias al desmentido del mentiroso la primicia no es tal, ningún colega de un medio competidor tiene que dar explicacio­nes a sus superiores por no haberla obtenido. Por tanto, son los periodista­s los más inclinados a creer al político que al compañero.

Contar la verdad, con pruebas e informacio­nes contrastad­as por varias fuentes, muchas veces acaba por producir en el periodista más sinsabores que satisfacci­ones. Sin embargo, a diario vemos profesiona­les obstinados en mantener esa actitud pase lo que pase, pese a quien pese. En ocasiones, se enfrentan además a amenazas de denuncias que pretenden coartar la iniciativa del periodista. Sólo el profesiona­l que ha pasado por unas cuantas batallas es capaz de afrontar sin miedos estos retos.

En el tintero de todo informador siempre se quedan las historias paralelas, las dificultad­es, los contratiem­pos y las cortapisas. Por eso es bueno, de tanto en tanto, mostrar el descaro con el que juegan los mentirosos y saber que no siempre es fácil pillarlos.

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