La posición sobre Catalunya tensa las costuras del grupo de Unidos Podemos
Las críticas de Bescansa sacan a la luz la inquietud dentro del grupo confederal
La hipertensión del conflicto catalán esta causando un evidente estrés de materiales en el interior del grupo confederal de Unidos Podemos, poniendo a prueba la firmeza de las costuras de sus alianzas y, en parte, también las lealtades en el seno de la formación. El grupo confederal celebraba ayer una reunión para poner en común el análisis y también los temores de algunos sectores por el coste electoral de su apuesta por el diálogo. Fue apenas 48 horas después de que el líder de la formación, Pablo Iglesias, remitiera una carta a los inscritos de toda España explicando la interpretación que la dirección hace del brete y de la responsabilidad histórica a que se enfrenta la joven formación.
La reunión se celebraba con una vicisitud añadida: la discrepancia pública de Carolina Bescansa, tras ser apartada de la Comisión Constitucional. La portavoz, Irene Montero, atribuyó el relevo a la necesidad de que sean los primeros espadas del grupo confederal los que participen del debate de ese órgano, pero Bescansa reaccionó criticando en público que la cuestión catalana haya opacado el proyecto de país de Podemos, unas palabras que los representantes territoriales lamentaron porque malogran sus esfuerzos por hacer pedagogía ante sus inscritos de la tarea desplegada por Iglesias y el líder de los comunes, Xavier Domènech, para forzar una negociación entre el Gobierno y la Generalitat que evitase la declaración de independencia y el 155, y que impulsara una solución confederal.
Los peligros que para Podemos y sus aliados supone el litigio catalán son obvios por crear un eje simbólico de carácter nacional (Catalunya vs España) tratándose de un partido que no articula su oferta política en términos identitarios. Ya hace semanas que las izquierdas meridional y ortodoxa, representadas por la líder de Podemos Andalucía, Teresa Rodríguez, y por el coordinador de IU, Alberto Garzón, hacía patente ese vértigo. En el caso de Rodríguez, enviando una delegación de perfil bajo a la asamblea de electos de Zaragoza, y en el caso de Garzón, con un expresivo distanciamiento público respecto a la hoja de ruta de Junts pel Sí.
El cambio de fase, no obstante, lo dibujó el cofundador de Podemos Juan Carlos Monedero, quien publicó hace una semana en su blog una alerta ante el cierre de filas dictado por el rey Felipe VI. Monedero recordaba el papel impugnatorio de Podemos, y la perentoriedad constituyente: “En España el tiempo de espera se ha terminado. O nace lo nuevo o lo viejo regresa (...) convertido en un monstruo”. Monedero recuerda cómo la izquierda se hundió por la cuestión catalana en la I y II Repúblicas: “Nos jugamos mucho”, escribió sobre el galimatías soberanista, para añadir de inmediato: “El PSOE no entiende nada”.
Iglesias hace suyo el diagnóstico y la dirección de Podemos, decepcionada con la asunción de la postura de Moncloa por parte del monarca –al que soñaron vértice del futuro nuevo orden constituyente–, ha incorporado el sintagma “bloque monárquico” para describir la yunta de PSOE y Ciudadanos con el PP. Cuaja la idea de Monedero de que el mermado bipartidismo y Ciudadanos ansían cerrar la cuestión catalana de forma represiva, y que esa represión
La solución confederal y constituyente es la común, pero algunos temen el coste electoral del conflicto identitario
trasciende Catalunya –así han leído las amenazas de cargos del PP de aplicar el 155 a Navarra, Euskadi y Castilla-La Mancha– y persigue la laminación de todos los vectores de desbordamiento constitucional, empezando por Unidos Podemos y sus confluencias.
Por eso, la receta para el conflicto territorial, entendido como ruptura final de los pactos de la transición, es ampliamente compartida –referéndum y solución confederal, la que les hizo primera fuerza política en Catalunya en las generales–, no así, los arrestos para defenderla dentro y fuera de Catalunya. Se despereza un dormido nacionalismo español que moviliza a parte de la izquierda convencional y que hostiga a Podemos por la escasa contundencia de sus críticas a Junts pel sí.
Una proclamación de independencia seguida de la aplicación del 155 y el procesamiento de Carles Puigdemont es el escenario catastrófico que Iglesias y Domènech llevan dos meses intentando evitar a toda costa. En vano.