La Vanguardia (1ª edición)

Jordi Pons

- ROSA M. BOSCH Barcelona

Integrante de las primeras cordadas españolas que hollaron primero un 7.000 y luego un 8.000, Jordi Pons (84) sigue afrontando retos en la alta montaña. El último, escalar la pared del Vignemale que se le resistió hace 64 años.

Esta mañana he salido con mi scooter a hacer algunos recados por Barcelona, el día que llueve me fastidia pues no puedo coger la moto...”, comentaba el miércoles por teléfono Jordi Pons, con 84 años recién cumplidos, uno de los pioneros del alpinismo en España. Pons sigue viviendo a un ritmo trepidante entre sus salidas a la montaña, sus conferenci­as y las presentaci­ones de su último libro, Alpinisme sense ficció (Desnivel), en el que relata su trayectori­a desde las primeras escaladas en Sant Llorenç de Munt y en Montserrat, en 1950, hasta el ascenso de la pared norte del Vignemale, el pasado septiembre, a sus 83 primaveras.

Este Vignemale, una de las cimas emblemátic­as del Pirineo, de 3.298 metros, tiene un especial significad­o para Pons. “A los 19 años ya intenté escalar esa cara norte, pero era una ascensión que me venía grande y afortunada­mente llovió... Ahora la he subido gracias a la invitación de un amigo, Joan Quintana. De hecho, yo ya no hago proyectos. A mi edad, los proyectos son llegar al día siguiente”, reflexiona.

En Alpinisme sense ficció, que coincide con una nueva edición, la cuarta, de su clásico de 1976 Annapurna Est. Un vuit mil verge (Tushita Edicions), desgrana con detalle sus incursione­s en el Pirineo, los Alpes, los Andes, Alaska o el Himalaya. En su vespa de 125cc –“que si de día no frenaba demasiado, de noche no alumbraba y en aquella época íbamos sin casco”– se plantó en Chamonix en verano de 1957 tras dos días de ruta, “vivaqueand­o al lado de la carretera, no tenía dinero para pagar hoteles”. Más o menos igual que en 1959, cuando con un grupo de amigos entre los que estaba otro referente del alpinismo, Josep Manuel Anglada, conduciend­o una NSU alemana, llegaron a los Dolomitas. “Ver a un montañero sentado en una moto camino de los Alpes era todo un espectácul­o ya que llevábamos todo el equipo encima. En la mochila, colocada encima del depósito de gasolina o entre las piernas, había el material más pesado, los pitones de hierro, los mosquetone­s, la cuerda y las latas de conserva. Las botas, el jersey y el anorak de plumas formaban parte de la vestimenta de motero”. Una vez en el refugio de Locatelli se preparó para coronar la pared norte de la Cima Grande de Lavaredo. Y algunas más.

En los años siguientes culmina junto a Anglada y Francesc Guillamon un puñado de picos vírgenes de 5.000 y 6.000 metros en los Andes peruanos, destacando el Siula Grande (6.356 m), en 1963. Y en 1964 cumple uno de sus sueños, también compartien­do cordada con Anglada, al hollar la exigente

A bordo de su vespa viajaba a los Alpes, con todo el equipo encima y haciendo vivac junto a la carretera

pared norte del Eiger, que se les había resistido en 1962 y en la que “habían perdido la vida una treintena de alpinistas de todo el mundo”.

Pons y Anglada fueron abriendo puertas en las décadas de los sesenta y setenta: en 1969 integraron la primera expedición española que se alzaba con una montaña de más de 7.000 metros, el Istor-O-Nal (7.398 m), en el Hindu Kush, (Pakistán), junto a Emili Civís y Joan Cerdà, y en 1974, una de más de 8.000 (8.026 m), la cumbre virgen del Annapurna Este, en Nepal, también con Civís. Llegaron a la cima a oscuras, pero “gracias a la luz de la luna contemplam­os las montañas que quedaban debajo de nuestros pies, el Gangapurna, el Glacier Dôme... Había tan poco espacio que nos vimos obligados a sentarnos con una pierna a cada lado del precipicio”, detalla en el libro. El descenso no estuvo exento de contratiem­pos que solventaro­n gracias a su pericia y prudencia: un vivac a 7.800 metros, la pérdida de los crampones de Anglada, las alucinacio­nes fruto de la altitud... Pero regresaron para contarlo.

Cumplidos los 70 y después de otros tres intentos, el primero en 1959, consiguió superar la pared norte del Dru, en los Alpes. “Nunca antes una ascensión me había proporcion­ado tanta satisfacci­ón, quizás porque ninguna otra me había exigido tanta dedicación”. Ahora dice que prefiere no pensar en proyectos, pero los planes le salen de debajo de las piedras. Estos meses invernales sigue esquiando, cuando afloja el frío sale a escalar y se lo pasa en grande presentand­o su conferenci­a Vivències, en la que también pasa un vídeo de sus aventuras. “Las próximas proyeccion­es serán la semana que viene en Bilbao, San Sebastián y Pamplona, y después bajaré a Bielsa para escalar en hielo con el Grupo de Alta Montaña Español, con Jordi Corominas, Oriol Baró...”

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Vignemale. Pons, fotografia­do durante la ascensión de la pared norte de la emblemátic­a montaña del Pirineo, el pasado septiembre,
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JOAN QUINTANA. En el Vignemale. Pons, fotografia­do durante la ascensión de la pared norte de la emblemátic­a montaña del Pirineo, el pasado septiembre, a los 83 años

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