Cuando lo más previsible es lo imprevisible

PAUL Auster ha basado toda su novelística en el azar, pero en la vida real cuesta creer en la casualidad y aún más en el destino. En una de sus mejores obras, El palacio de la Luna, Marco Stanley Fogg, su protagonista (un joven que crece desarraigado en los suburbios de Nueva York y que un día emprende un viaje iniciático por Estados Unidos que le permite encontrar a su padre), dice: “Quizás no existe nada más previsible que lo imprevisible”. Por eso, Auster prefiere en las entrevistas hablar más de lo fortuito y de las contingencias que del azar.

Aquellos que no creen en la casualidad querrán ver la mano del Gobierno en el hecho de que cuatro días antes del juicio a Artur Mas, Joana Ortega e Irene Rigau los fiscales ordenaran detener a una serie de altos cargos de la antigua Convergència acusados de haber cobrado el 3% por concesiones administrativas. Pero a esos mismos incrédulos habría que recordarles que el juicio por el caso Gürtel se fijó coincidiendo con el fin del plazo para que hubiera la investidura de Rajoy y se evitaran unas terceras elecciones. Y ahora, de nuevo, a las puertas del congreso de los populares, se ha condenado a penas de prisión a Francisco Correa, Pablo Crespo y Álvaro Pérez, el Bigotes, así como a dirigentes valencianos del PP durante el mandato de Francisco Camps.

Ayer, este clima se tradujo en las conclusiones del fiscal del juicio a los tres dirigentes catalanes ante el TSJC, cuando acabó diciendo: “No hemos recibido ninguna indicación que viniera del Gobierno, lo crean o no”. Algo que no necesita subrayar el ministerio público en otros lugares del planeta. Seguramente eso es así porque vivimos en un Estado donde el azar juega al ajedrez con las instituciones y donde abundan las casualidades. Lo sabe bien Auster, que pasó unas semanas en Barcelona acompañando a su esposa, la también escritora Siri Hustvedt. Suya es la frase: “Lo real siempre nos sorprende más de lo que podríamos imaginar”.