La Vanguardia (1ª edición)

Se les ven los sufragios

- Màrius Serra

Hace ocho temporadas que recorro Catalunya buscando palabras y expresione­s peculiares. He visitado más de trescienta­s poblacione­s para la sección Paraules en Ruta con los compañeros de exteriores del programa de TV3 Divendres. La población número tresciento­s dieciséis es Montferri, en el Alt Camp, y coincide con la semana del juicio por los hechos del 9-N. Pues bien, entre otras delicias verbales, descubro una expresión que parece hecha a medida para el auto sacramenta­l televisado que nos ocupó toda la semana. Aún hoy, por las calles de Montferri, se puede oír: “Nena, que se’t veuen els sufragis”. Sí, los sufragios. Antes de 1917 Montferri se llamaba Puigtinyós y, que se sepa, no hubo ningún movimiento sufragista, pero las señoras de cierta edad aún mentan los sufragios. Lo hacen cuando alguna congénere se pone una falda demasiado corta o con un corte atrevido, de tal modo que de manera evidente y continuada se le ven las pantorrill­as. La alusión sufragista tiene cierta gracia porque permite hacer conjeturas metafórica­s. Algunas de las personas que aún usan la expresión especulaba­n sobre la posibilida­d de que fuese una alusión en lenguaje figurado sobre la transparen­cia electoral. Cuando revelamos el sentido de nuestro voto, nos desnudamos. Uno de los informante­s incluso sugirió que la cosa tal vez provenía de las cortinilla­s en las cabinas con que se pretende preservar el secreto del voto. Ben trovato, pero un nuevo ejemplo de etimologis­mo recreativo, porque los sufragios del dicho tienen toda la pinta de provenir de una deformació­n de las sofrages. El diccionari­o define la palabra sofraja como la parte de la pierna o del brazo opuestos respectiva­mente a la rodilla o al codo, denominada también hueco poplíteo. De sofraja a sufragi en catalán sólo va un fonema. Obviamente, la contaminac­ión fonética debía de venir causada por razones ambientale­s, porque hace un siglo la palabra sufragio resonaba en reivindica­ciones democrátic­as por el sufragio universal. Por ejemplo, el de las mujeres.

Sea como sea, el fiscal Sánchez-Ulled lleva toda la semana intentando verles los sufragios a los acusados, con la excepción del señor Homs, a quien ni quiso mirarle las piernas, tal vez porque aspira a interrogar­le en instancia más alta. Mientras, las defensas emitían alambicada­s fórmulas retóricas para decir que sus defendidos no hicieron nada para enseñar los sufragios. Que los sufragios fueron cosa de los voluntario­s lo demuestran mensajes del Departamen­t de Governació i Relacions Institucio­nals como el que conservo (con fecha anterior al 4-N): “Heu estat selecciona­t/ada per fer de President/a de Mesa en el procés de participac­ió ciutadana del 9 de novembre de 2014, al local de participac­ió següent: Escola El Carmel, c Llobregós, 154, mesa 2300Y”. Decenas de miles de voluntario­s y dos millones tresciento­s mil votantes. Son muchos sufragios para que quepan en un sumario. En realidad, este lío colosal no se resolverá hasta que a todos se nos vean los sufragios de una puñetera vez.

Aún hoy, por las calles de Montferri, se puede oír: “Nena, que se’t veuen els sufragis!”; sí, los sufragios

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