La Vanguardia (1ª edición)

Héroes y marchas

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Joan Josep Abó, casi francés y apóstol de los buenos vinos, es, también, un melómano auténtico, no fingido. Abó, asiduo del festival de Bayreuth (Alemania), donde los wagneriano­s, a veces, se tocan con una boina parecida a la que usaba el compositor Richard Wagner, suele recordarme que Barcelona, operística­mente hablando, fue una ciudad wagneriana. O una parte de ella. Ni en música se puede ser totalitari­o. En eso pensaba el pasado lunes mientras un grupo de patricios y directivos de grandes empresas se disponía a entrar en el Gran Teatre del Liceu comentando lo que había pasado aquella misma mañana en el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya. Luego, en el escenario, Salvador Alemany, presidente del Patronato del Liceu, y a quien yo siempre recuerdo jugando a baloncesto en las canchas de los colegios La Salle Condal y La Salle Barcelonet­a, habló de las administra­ciones públicas, de mecenas y de patrocinad­ores. Las cosas del dinero. apasionado está muy bien, pero yo creo que, en estos momentos, quienes nos han dividido necesitan urgentemen­te a Richard Wagner. Y lo necesitan porque han de recordar o aprender que esos que llamamos héroes, aunque no lo sean, exigen, como las buenas óperas, un buen libreto, una buena música y unas buenas voces. Las lecciones prácticas aprendidas en montañas y valles, junto a cálidas hogueras, no son suficiente­s. Los políticos que nos han dividido tienen que aprender de las buenas óperas, porque a las leyendas, aunque en las mismas aparezcan espadas y dragones, hay que saber vestirlas, hay que saber mejorarlas.

Los políticos que nos han dividido y sus también muy oportunist­as monaguillo­s han de descubrir o redescubri­r el talento musical de Wagner. Por ejemplo, una partitura como la que puso al servicio de la muerte y el funeral por Sigfrido. Wagner, mejorando la leyenda, recuerda con esa marcha fúnebre que a los llamados héroes se les acompaña cuando mueren definitiva­mente,

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