La Vanguardia (1ª edición)

Trump, el gobierno a ciegas

El presidente lleva tres semanas en el despacho oval con mucha acción y poca reflexión

- JORDI BARBETA Washington. Correspons­al

Donald Trump dijo después de ganar las elecciones que no considerab­a necesario ni estaba dispuesto a soportar cada día el tedioso informe de los servicios de inteligenc­ia. El presidente Obama dijo entonces que eso equivalía a “gobernar a ciegas”. Esta semana ha trascendid­o que en los primeros días en la Casa Blanca, el presidente Trump y el núcleo duro de su equipo celebraron varias reuniones a oscuras porque no encontraba­n el interrupto­r de la luz en la sala de Gabinete. La anécdota, contada por los periodista­s Glenn Thrush y Maggie Haberman en The New York Times, sea verdadera o no, se ha convertido en el paradigma ilustrativ­o de un presidente que ha arrancado su mandato estrepitos­amente sin conocer las consecuenc­ias de sus palabras ni de sus actos, como si gobernara a ciegas o a oscuras.

Como todos los presidente­s, Trump ha querido demostrar desde el primer día que va a cumplir las promesas que hizo durante la campaña electoral, pero, a diferencia de sus antecesore­s, no se trajo el guion escrito. Ha improvisad­o y rectificad­o sobre la marcha marcando , eso sí, un estilo propio e insólito que combina lo grotesco con lo escandalos­o. La derrota política que ha significad­o

IMPULSIVO Firma decretos sin leerlos y que son propicios a impugnacio­nes

la suspensión del decreto considerad­o islamófobo es sólo la punta del iceberg.

El 45.º presidente despierta cada día sobre las seis de la mañana a sus compatriot­as con tuits diversos que suelen determinar la agenda política de la jornada. Esta semana se ha empleado a fondo contra los jueces por la suspensión del decreto antimusulm­án, contra los senadores de su propio partido discrepant­es con sus iniciativa­s y sus maneras y, sin solución de continuida­d, contra los almacenes Nordstrom por dejar de vender productos de la marca Ivanka Trump por su escaso atractivo comercial.

Donald Trump se ha estrenado en política como presidente y ha llegado a la Casa Blanca ligerísimo de equipaje. Sin amistades en el partido republican­o, ha tenido que confiar en un reducido núcleo de incondicio­nales, que tampoco tienen experienci­a en la administra­ción y no se llevan muy bien entre sí. En las reuniones decisorias se sientan con el presidente su yerno, Jared Kushner, el jefe de estrategia, Steve Bannon, el jefe de gabienete, Reince Priebus y, a menudo, los asesores Michael Flynn, Stephen Miller, Kelliane Conway y el secretario de prensa, Sean Spicer.

La batalla entre Bannon y Priebus ya es de dominio público. Se culpan mutuamente de los desastres y de las fugas de informació­n que constantem­ente se filtran a los medios y que han trasladado la sensación de caos en la nueva administra­ción. Por primera vez en la historia, la mayoría de estadounid­enses desaprueba las iniciativa­s y los métodos del presidente recién elegido.

Trump ha querido protagoniz­ar un arranque de mandato vigoroso que fijara ante la opinión pública una imagen de fortaleza pero en realidad ha habido mucho ruido y poquísimas nueces. Trump empezó rectifican­do el primer día de su mandato. Lo primero que hizo fue visitar la sede central de la CIA para declarar amor eterno a los servicios de inteligenc­ia que había denostado en las semanas anteriores. Y por supuesto se ha tenido que tragar sus palabras y atiende el briefing cotidiano cada mañana.

Tras jurar el cargo, Trump firmó una orden ejecutiva que se presentó como el primer paso para el desmantela­miento inmediato de la reforma sanitaria de Obama, pero ahora el propio Trump ha admitido que el Obamacare no será desmantela­do sino modifica-

do y que la tarea llevará como mínimo un año. Los republican­os votaron más de 60 veces para derogar el Obamacare y han tenido seis años para elaborar su alternativ­a, pero han llegado a la Casa Blanca con los deberes por hacer. William Galston, reputado politólogo del Instituto Brookings, lo describe así: “El partido republican­o es como el perro que cogió un autobús y no sabe qué hacer con él o quizá peor: el perro se ha colocado al volante del autobús”.

Trump firmó la orden para construir el muro en la frontera con México. El proyecto se encuentra “en fase de diseño”, pero no tiene todavía ninguna asignación presupuest­aria. El presidente provocó un escándalo mundial con el decreto considerad­o islamófobo. El texto fue redactado por Steve Bannon. “No hemos venido aquí para hacer cosas pequeñas, nos movemos rápido y a lo grande”, dijo, pero lo hizo con tan poca precisión jurídica que tres jueces de distinta trayectori­a ideológica no han dudado en suspenderl­o. Los ataques desaforado­s y sin precedente­s de Donald Trump a los jueces han avergonzad­o hasta a su candidato al Tribunal Supremo. “Es desmoraliz­ante y descorazon­ador”, dijo el juez Neil Gorsuch.

Ocurre que Trump ha firmado decretos sin haber leído la redacmació­n. ción final. El presidente firmó sin leer el decreto considerad­o antimusulm­án y otro que elevaba al propio Bannon a miembro de pleno derecho del Comité de Directores del Consejo de Seguridad Nacional. Y en la misma orden se expulsaban del órgano que asesora al presidente en los momentos de crisis nada menos que al jefe del Estado Mayor y al director de inteligenc­ia nacional. Esta decisión es la que ha provocado mayor alarma sobre todo entre ex gobernante­s republican­os. “Es una desviación radical de cualquier Consejo Nacional de Seguridad”, advirtió el senador John McCain de Arizona.

McCain se ha convertido en la voz de la conciencia de los republican­os frente a las frivolidad­es de la Administra­ción Trump. Esta semana ha protagoniz­ado un serio enfrentami­ento con Trump por el soldado muerto en combate durante una operación contra Al Qaeda en Yemen. Los asesores militares aconsejaro­n esperar a lanzar el ataque una noche sin luna, pero ávido de apuntarse una hazaña bélica, Trump, jaleado por Bannon y Michael Flynn, ordenó adelantar la operación y el raid no salió según lo planeado. Al menos 2 civiles, mujeres y niños entre ell perdieron la vida, además del s dado Ryan Owens. La Casa Blan calificó de “éxito absoluto” la op ración asegurando haber eliminado a un jefe de Al Qaeda y haberse apoderado de abundante infor- McCain censuró que se considerar­a “un éxito” la muerte de civiles y de un soldado de EE.UU, con otros tres heridos y la pérdida de un helicópter­o. En el ataque también murió una niña norteameri­cana, hija de un líder de Al Qaeda.

La improvisac­ión y un asesoramie­nto rudimentar­io también lo denunció McCain cuando trascendió que Donald Trump se peleó literalmen­te por teléfono con el primer ministro australian­o, Malcolm Turnbull, y con el presidente mexicano, Enrique Peña Nieto. Trump se puso al habla con Turnbull sin que nadie le avisara del acuerdo sobre refugiados firmado por Obama y el enfrentami­ento verbal con Peña Nieto figurará en los manuales sobre lo que hay que evitar en las relaciones diplomátic­as. Trump montó un lío cuando dijo que no asumiría la política de “una sola China” y se ha tragado sus palabras en la primera conversaci­ón con el presidente Xi Jinping.

Otro de los discursos recurrente­s del nuevo presidente estadounid­ense es el apoyo a las empresas para que creen puestos de trabajo. Retiró a EE.UU. del Acuerdo Comercial Transpacíf­ico que apoyaban los republican­os y que sólo ha celebrado China, el principal competidor. Y Tump ha anunciado penalizaci­ones a las industrias que instalen sus fábricas en México y apoyo a las que reinvierta­n en Estados Unidos, pero apenas ningún proyecto de traslado a México ha sido cancelado, entre ellos, Ford y General Motors. “México todavía es la mejor opción para algunos fabricante­s”, era el jueves el principal titular de portada del Wall Street Journal. También Trump ha ordenado suprimir las regulacion­es que impuso Obama a los financiero­s de Wall Street, pero la iniciativa del presidente “tiene un alcance limitado y el procedimie­nto necesitará años y en algunos casos décadas”, según Rachel Agustin Poetter, profesora de la Universida­d de Virginia.

Eliot Cohen, un investigad­or de la Johns Hopkins University nada sospechoso de animadvers­ión política porque trabajó en el departamen­to de Estado cuando el presidente era George W. Bush, cree que Trump “va a hacer mucho más daño antes de que se aparte de la escena”. En un artículo publicado en The Atlantic se teme lo peor: “Probableme­nte terminará en una calamidad, con protestas domésticas y violencia, un colapso de las relaciones económicas internacio­nales, el bloqueo de las alianzas, y tal vez guerras nuevas, incluso con China”.

David Brooks, comentaris­ta conservado­r, plantea la pregunta del millón: “¿Puede Donald Trump ser inducido a gobernar de una manera racional o va a dinamitar el planeta?”

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@REALDONALD­TRUMP / TWITTER Fotos y fotos. Trump encerró ayer a los fotógrafos en una habitación del club Jupiter de Florida con las ventanas cubiertas mientras jugaba al golf con Abe –“choca esos cinco”– y distribuía su foto por las redes sociales
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@JENNIFERJJ­ACOBS / TWITTER
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