La Vanguardia (1ª edición)

Dejar algo para Messi

- Santi Nolla

Habrá que dejar algo para Messi. El Barça se ha liado a conceder honores con su habitual generosida­d y hay temor de que al final, cuando toque reconocer al número uno, ya esté todo prácticame­nte ocupado. Leo ha sido el personaje más importante de la reciente historia del Barça. Los éxitos del club son impensable­s sin el argentino. La aportación de Messi a la gloria blaugrana está fuera de discusión.

También la de Cruyff, que ha sido reconocido con un tridente de honores que ha sabido a poco a la corte cruyffista y se ha considerad­o exagerado por los que creen que la historia del Barça no empezó en el 73. El nombre del Miniestadi, una estatua y una calle son una acumulació­n de reconocimi­entos que se entiende que pueda parecer excesiva. Es incuestion­able que el FC Barcelona debe reconocer a Cruyff su aportación a la historia blaugrana. Cualquiera de las tres distincion­es tenía peso por sí misma.

El Barça ha de ser respetuoso con la gente que lo ha hecho grande, pero también debe mantener el tono de una institució­n centenaria que ha crecido con muchas personas empujando. Es el Futbol Club Barcelona, no el Futbol Cruyff Barcelona, teniendo en cuenta, siempre, que el entrenador holandés asentó una filosofía de juego espectacul­ar que ha fijado la imagen del fútbol blaugrana. El Barça tomó el relevo de la Holanda del propio Cruyff, que ganó tres Copas

Tras el tridente de honores a Cruyff queda Leo, la clave más importante de los éxitos del Barça en la última época

de Europa con el Ajax, inspirada en la filosofía de Kovacs y llevada a la práctica por Marinus Michels, entrenador también del FC Barcelona en la etapa del presidente Agustí Montal, recienteme­nte fallecido.

Los reconocimi­entos, normalment­e, es mejor que vengan impulsados de abajo a arriba que de arriba a abajo, pero lo más importante es que todo el mundo se sienta cómodo. Con la concesión del tridente de honores no se ha logrado totalmente, aunque la intención haya sido excelente y la figura de Jordi Cruyff haya emergido como la de una persona con la que vale la pena contar.

Los honores no deben concederse por estrategia­s electorale­s de futuro ni por presiones de cortes mediáticas o para callar a una oposición tan interesada como ruidosa. Se han de otorgar por justicia y con mesura. Por encima de los nombres, siempre, está el Barça, y el club, al menos, ha sido generoso con una persona que le hizo crecer. Lo que no puede entenderse es como una ciudad como Barcelona no ha sido capaz de otorgar el justo reconocimi­ento a la figura de Joan Antoni Samaranch, padre de los Juegos del 92, a quien el actual Consistori­o retiró en un mal día la placa de una escultura que donó a la ciudad.

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