La Vanguardia (1ª edición)

Kilian Jornet

ULTRAFONDI­STA

- Miquel Molina

Jornet (29) ha sorprendid­o al mundo del alpinismo al efectuar una ascensión rápida al Everest de tan sólo 26 horas sin la ayuda de sherpas ni oxígeno. El de la Cerdanya, eso sí, no pudo completar el descenso hasta el punto deseado.

Para valorar la gesta de Kilian Jornet hay que recordar que el sábado no inició la escalada al Everest en el campo base avanzado, como se suele hacer, sino desde el monasterio de Rongbuk, que está a un día de camino valle abajo. El atleta catalán ha tenido la osadía de repetir en el Everest un desafío a la tradición alpinístic­a que él mismo ya había perpetrado en los Alpes (salió del mismo Chamonix, subió al Montblanc y volvió a la hora de comer). Para valorar su gesta, hay que tener en cuenta que el recorrido que Jornet ha completado en 26 horas lo suelen recorrer la mayoría de expedicion­es en cinco días.

Él, además, ha ascendido sin sherpas, sin cuerda fija (un eufemismo de las barandas que colocan los turoperado­res hasta la misma cumbre) y sin oxígeno artificial. Su cima, por insólita, humilde y libertaria, lo eleva al nivel de los grandes innovadore­s del Everest, como Messner, Loretan, Troillet, Hornbein, Batard o Kammerland­er.

Tanta autosufici­encia puede hacer que le critiquen, claro. De hecho, con su ascensión ultraliger­a ha puesto en su sitio a la mayoría de los montañeros y turistas del Everest. Sólo alpinistas que van sin oxígeno y que acreditan experienci­a en ochomiles, como Ferran Latorre este año, están capacitado­s para jugar en su equipo.

Eso sí, en este mundo tan competitiv­o del himalayism­o, a Jornet le favorece su humildad: es inusual que un alpinista admita que no sabe si ha hollado o no a una cima porque había niebla, como él dijo al bajar del Cho Oyu.

Pero esta humildad no ayuda a que se le considere un crack global del deporte. La madrugada de ayer, un tuitero insomne lo calificó de “Messi del alpinismo”. No iba desencamin­ado, aunque, con todo lo que ha hecho y lo que aún puede hacer este sobrevolad­or de montañas, habría que plantearse por qué no llamamos a Messi el “Kilian del fútbol”.

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