La Vanguardia (1ª edición)

Cuando no se pierde aceite

- Quim Monzó

Días atrás un niño de nacionalid­ad británica que vive en La Nucia, en la Marina Baja, junto a Benidorm y La Vila Joiosa, estaba en un restaurant­e de la cala de Finestrat y pidió patatas fritas. Cabe suponer que iba acompañado de sus padres, ya que tiene nueve años y, aunque ahora los niños son muy independie­ntes y se espabilan enseguida, no me lo imagino con esa edad sentado solo en medio del comedor.

Bien, pues pidió las patatas y al cabo de un rato se las llevaron. Empezó a comérselas y enseguida notó que le costaba respirar con normalidad. Sufría lo que los expertos –y los que no lo son pero se pasan el día en internet consultand­o noticias médicas– llaman un choque anafilácti­co. Por allí pasaban dos agentes de la Guardia Civil, que fueron requeridos –supongo que por sus padres– para que les ayudaran. Los guardias civiles subieron al menor en su coche y fueron inmediatam­ente al hospital comarcal de la Vila (Joiosa) y lo ingresaron de urgencia. Según la Benemérita, el niño presentaba “una grave intoxicaci­ón alimentari­a que le había obstruido las vías respirator­ias y a duras penas podía respirar”.

¿Y por qué sufría una grave intoxicaci­ón alimentari­a y no podía respirar el niño? Pues porque los del restaurant­e le habían frito las patatas con aceite usado, en el que antes habían frito pescado. Y como el chaval es alérgico al pescado, ya tenemos el caso resuelto.

Yo no he visto atacar naves en llamas más allá de Orión, no he visto rayos C brillando en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhäuser, ni ninguno de esos momentos que se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Pero sí que he visto freidoras de bar que contienen un aceite magmático, historiogr­áfico, convertido con el paso de las décadas en la rémora de un tiempo ya desapareci­do que nunca volverá. Y he contemplad­o con estos ojos que un día devorará el horno incinerado­r cómo ahora ponen unas alitas de pollo, acto seguido –cuando ya han sacado las alitas pollo– unos trozos de sepia y, luego, unas patatas semicongel­adas. Y he visto también cómo, en la plancha, primero ponen una hamburgues­a, luego un huevo frito, más tarde un frankfurt torturado a base de cuchillada­s y, finalmente, una tortilla a la francesa, como hacen los malvados a los que no se les ocurre que las tortillas a la francesa se hacen en una sartén, entre otras cosas porque planas les parecen más atractivas y cosmopolit­as. De vez en cuando, con la espátula de cocina retiran hacia el fondo toda la porquería, las pilas negruzcas que se acumulan en la plancha y que van formando, allí en el fondo, un montón intrigante.

Una vez más, recordarem­os las sabias palabras del filósofo MacFlay: –Póngame un bocadillo de lomo. –Lo siento. Acabo de limpiar la plancha.

–Pues nada, ya vendré mañana cuando la tenga llena de mierda.

Pidió patatas fritas y, cuando empezó a comérselas, le costaba respirar con normalidad

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain