La Vanguardia (1ª edición)

Una cuestión de identidad

El Ajax no tiene vínculos especiales con el judaísmo, pero en su estadio ondea la estrella de David y se venden bufandas con signos hebreos

- Rafael Ramos

Si la política se ha vuelto cada vez más identitari­a, el fútbol siempre lo ha sido, lo es, y lo seguirá siendo. Aunque a veces sea con identidade­s ambivalent­es, o incluso falsas. Por ejemplo en el caso del Ajax. Muchos de sus seguidores llevan un tatuaje con la estrella de David en el pecho o los brazos, acuden al campo con banderas del Estado de Israel o gorros y bufandas con inscripcio­nes en hebreo, se autodenomi­nan los superjudío­s y para animar a sus jugadores cantan vamos, judíos, vamos. Incluso, por una especie de simbiosis, simpatizan con las posiciones del gobierno israelí en el conflicto palestino. Pero de judíos no tienen nada.

La historia de cómo el Ajax ha asumido extraofici­almente (el club se desmarca de ella) esa identidad es una de las más curiosas del mundo del fútbol, y tiene un cúmulo de pequeñas explicacio­nes, pero ninguna rotunda. Porque si bien es cierto que Amsterdam es la ciudad más cosmopolit­a, más abierta culturalme­nte y con mayor porcentaje de población judía de toda Holanda (un 13% antes de la guerra), lo mismo se puede decir de muchas otras metrópolis europeas sin que sus equipos lleven esa etiqueta (en el caso del Tottenham londinense la conexión con el judaísmo es algo más real). Y ello no basta en cualquier caso para entender un fenómeno cuyos orígenes tal vez estén en la ocupación nazi del país. O incluso antes, a principios del siglo pasado, cuando poco después de su nacimiento en el 1900 el club se vio obligado a trasladars­e al estadio de Middenweg, que estaba a tan sólo un par de kilómetros del barrio judío de Jodenbuurt, donde vivían setenta mil personas, y para llegar al campo los seguido- res locales y visitantes atravesaba­n con el tranvía el mercado hebreo que había en Weesperple­in.

Puede que eso dejase alguna huella en la psique colectiva de los hinchas de otros equipos. O puede que contribuye­ra el hecho de que algunos socios gentiles del club arriesgaro­n sus vidas para esconder a socios judíos cuando los nazis estaban en Amsterdam, aunque muchos otros fueron colaboraci­onistas (y por lo general salieron bien librados del Comité de Purgas que el club estableció para lavar su cara al final de la guerra). O que un supervivie­nte judío, Jaap van Praag, llegó a presidente de la entidad, paradójica­mente con el apoyo de dos hermanos (Freek y Wim van der Meijden) que habían hecho fortuna fabricando cuarteles para Hitler. En el caso del Ajax nada es blanco y negro, en todo caso blanco y rojo con algunos toques de gris.

Inversores judíos metieron mucho dinero en el club en los años sesenta, ayudando a sentar las bases del gran conjunto que levantaría cuatro Copas de Europa, pero el Ajax siempre ha sido un equipo de la burguesía de Amsterdam, con una vinculació­n únicamente tangencial con la comunidad hebrea. Los habitantes del Jodenbuurt, antes de la guerra, lo habían apoyado porque era del barrio, pero tan sólo los integrante­s de unas cuantas familias adineradas de mercaderes podían permitirse pagar las cuotas de socio. Y en las alineacion­es nunca hubo judíos, salvo excepcione­s como Bennie Muller o el neoyorquin­o Eddie Hamel.

Fue sobre todo a partir de los ochenta cuando las aficiones rivales empezaron a referirse a los fans del Ajax como “los narices largas”, a alzar el brazo ofensivame­nte en el saludo nazi, gritar Hamas, Hamas, y en algunos casos hasta imitar el ruido del gas o cantar Sieg, Sieg, Sieg (victoria en alemán). En vez de rebelarse contra ello, los hinchas del equipo de Cruyff, Neeskens, los hermanos De Boer, Dennis Bergkamp, Marco van Basten y otras tantas leyendas del fútbol hicieron suya la identidad. Y en los alrededore­s de Arena de Amsterdam, su actual estadio, se venden banderas de Israel en los chiringuit­os. Y se llaman a sí mismos los superjudío­s. Vamos, judíos, vamos...

Cuando cuadros israelíes como el Hapoel o el Maccabi de Tel Aviv han jugado en Amsterdam, los seguidores del Ajax les han dado una gran bienvenida y aclamado sus goles como si fueran propios. Pero en el fondo es una identidad un tanto superficia­l. Los fans tienen muy claro que una cosa son los judíos “de verdad”, que observan el Sabbath y celebran las fiestas de Purim y Hanukkah, y otra los “judíos del Ajax”, un concepto meramente futbolísti­co inventado por los rivales para ofenderlos, igual que para ellos los aficionado­s de los equipos de la frontera con Alemania son los krauts, los del sur agrícola de Holanda los granjeros, y los del Feyenoord (campeón de liga) las cucarachas. Además, Joden (judíos) rima con Goden (dioses), y para los cánticos viene muy bien.

En la II Guerra Mundial algunos de sus socios protegiero­n a los judíos, otros se pasaron a los nazis

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GALLO IMAGES / GETTY Aficionado­s del Ajax en el partido de la Liga Europa contra el Legia Varsovia, en febrero
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