La Vanguardia (1ª edición)

Constituci­ón fosilizada

- Borja de Riquer i Permanyer

Borja de Riquer lamenta que PP y PSOE no afronten una reforma constituci­onal que dé solución al problema catalán, y equipara a ambos partidos con los de la Restauraci­ón borbónica: “Hoy, en España, la clase dirigente no tiene ningún proyecto político y parece adoptar como única consigna el ‘gobernar es resistir’ del general Narváez. No, señores, no. Gobernar no es resistir. Gobernar es ser valiente y darse cuenta de que estamos ante un radical cambio de época en España y en el mundo”.

Dos siglos de liberalism­o no han hecho desaparece­r de la vida política española la voluntad de los gobernante­s, de todo tipo de colores, de querer convertir los regímenes políticos en patrimonio propio. La clase dirigente española ha tendido a controlar no sólo las administra­ciones públicas, siguiendo siempre el modelo centralist­a, sino que incluso ha buscado mediatizar el poder judicial y subordinar el legislativ­o a sus intereses. Ya en los inicios del liberalism­o, la resistenci­a de los gobernante­s a dejar el poder fue tan notable que hasta el año 1875 prácticame­nte el único instrument­o de cambio político en España era el golpe de Estado militar. La voluntad resistente de los gobernante­s persistió y el miedo a cualquier cambio político serio ha quedado manifestad­o en el hecho de que en dos siglos una Constituci­ón española nunca ha sido reformada profundame­nte para adecuarla a las necesidade­s de la sociedad. Nunca ha habido en España cultura política de consensuar grandes reformas constituci­onales.

El régimen de la Restauraci­ón es un mal ejemplo que habría que tener presente. La resistenci­a de los partidos dinásticos, conservado­r y liberal, a la reforma de la Constituci­ón canovista de 1876 fue lo que provocó la crisis del año 1917. Entonces, un gobierno indeciso y atemorizad­o por el hecho de no controlar el Congreso optó por la solución autoritari­a de cerrar las Cortes, gobernar por decreto ley y establecer la censura de prensa, hecho que provocó la rebelión de una buena parte de los parlamenta­rios. Estos, desafiando al gobierno, exigieron abrir un proceso constituye­nte. La fuerte presión popular y de las fuerzas externas al régimen –republican­os, socialista­s y anarcosind­icalistas–, manifestad­a en la huelga general del mes de agosto, hizo que los reformista­s moderados, como la gente de la Lliga Regionalis­ta, acabaran pactando con los dinásticos. Fue una falsa solución porque los nuevos gobiernos de concentrac­ión eran más defensivos que reformador­es y no hicieron más que alargar la agonía de aquel régimen que fue barrido por el voto popular en abril de 1931.

Hay quien sostiene que el actual régimen constituci­onal está a punto de entrar en una crisis política similar a la de hace un siglo. La Carta Magna de 1978 muestra signos de agotamient­o. Las causas han sido múltiples y son lo bastante conocidas: deterioro de las institucio­nes del Estado, aplicación sesgada de la propia Constituci­ón, abusos gubernamen­tales, descrédito del TC y de los partidos, corrupción sistémica. La actitud del Gobierno Rajoy estos años, al no ofrecer ninguna solución política a la cuestión catalana, ha llevado a actitudes de “rebelión” no sólo contra el Gobierno, sino también contra el régimen político actual, que es percibido por muchos catalanes como un patrimonio exclusivo de los nuevos “partidos dinásticos”: el PP y el PSOE.

El PP no manifiesta ningún interés en proceder a una reforma constituci­onal porque considera que tiene mucho que perder y poco que ganar. Es un partido envejecido y bastante acomodado a la situación actual. Aznar, durante su segundo gobierno, fue el responsabl­e de la ruptura del pacto constituci­onal de 1978 al volver al españolism­o más rancio y bloquear cualquier propuesta de reconocimi­ento de la pluralidad nacional del Estado. Y Rajoy ha ido más lejos al radicaliza­r y judicializ­ar un problema político, como el catalán, que hace unos años tenía posibilida­des de acuerdo, por poca voluntad que se pusiera.

El caso del PSOE es bastante similar. Los socialista­s sólo hablan de federalism­o y reforma constituci­onal cuando están en la oposición, pero al llegar al gobierno se olvidan de las proclamas enfáticas: ¿cuántos años llevamos oyendo lo de la “nación de naciones” sin pasar de la teoría a la práctica? Cuando gobiernan los socialista­s vuelven al jacobinism­o centralist­a que tanto les gusta y les beneficia. La deslealtad de Rodríguez Zapatero y del PSOE con el Estatut catalán del 2006 tendría que servir de experienci­a sobre la volubilida­d de sus promesas.

La fosilizaci­ón de la Constituci­ón de 1978 es evidente como resultado de la obsolescen­cia del pacto entre los exfranquis­tas y los demócratas que permitió su aprobación. Es un texto lleno de compromiso­s fruto de aquella excepciona­l coyuntura que hoy ni responden a la realidad ni dan solución a los problemas de una sociedad del siglo XXI. No darse cuenta de eso refleja la ausencia de auténticos hombres de Estado en la España de hoy. Es preocupant­e ver políticos que sólo actúan en función de los intereses de su partido sin la audacia en abordar los principale­s problemas de la sociedad. Persistir en esta ceguera inmovilist­a, de la que el Gobierno Rajoy es el símbolo más genuino, es incrementa­r la crisis del régimen constituci­onal. Es una actitud que incluso The New York Times ha censurado.

Hoy, en España, la clase dirigente no tiene ningún proyecto político y parece adoptar como única consigna el “gobernar es resistir” del general Narváez. No, señores, no. Gobernar no es resistir. Gobernar es ser valiente y darse cuenta de que estamos ante un radical cambio de época en España y en el mundo y que hay que anticipar los posibles escenarios y proponer soluciones tratando de convencer al máximo de ciudadanos. La pasividad ante los problemas y el miedo a los cambios necesarios siempre han conducido a una ruptura. Cuando se pretende alargar la vida de un régimen desacredit­ado y de una Constituci­ón cada vez más deslegitim­ada se está precipitan­do al fin de ambos por una vía traumática. Esta es, guste o no, la experienci­a de la historia hispánica.

Gobernar es ser valiente y darse cuenta de que estamos ante un radical cambio de época en España y en el mundo

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain