EL PROBLEMA NO ESTÁ EN LAS RESERVAS, SINO EN LA PRODUCCIÓN
En el 2010, cada segundo que pasaba, el mundo consumía 159.552,1 litros de petróleo, más 2.392,36 litros de propina correspondientes a biocarburantes. Expresadas en la jerga petrolera habitual, estas cantidades equivalen, respectivamente, a 86,7 y a 1,3 millones de barriles diarios (cada barril contiene unos 159 litros). ¿Cuánto necesitaremos en el futuro? Asumiendo las conclusiones del escenario de referencia del último informe de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), en el año 2020 estaríamos hablando de 92,4 millones de barriles diarios (mbd) de petróleo y 2,3 mbd de biocarburantes, volúmenes que en el 2035 aumentarían hasta 99,4 y 4,4 mbd.
Centrándonos exclusivamente en el petróleo, los datos expuestos nos hablan de un incremento de 5,7 mbd para el periodo 2010-2020 y de 12,7 mbd entre los años 2010 y 2035. A primera vista, no parece un desafío particularmente difícil de superar. Sin embargo, las apariencias engañan. Básicamente porque a estas cantidades, resultantes del aumento de la demanda, hay que sumarles las relacionadas con la pérdida de capacidad productiva de los cam- pos actualmente en explotación.
La AIE ha abordado el análisis detallado de la extracción en 800 campos que en el 2007 totalizaron más del 60% de la producción mundial. Los resultados obtenidos muestran que la tasa de declive promedia un 6,7% anual a nivel global y que este porcentaje podría elevarse al 8,6% en el 2030. Con estos datos en la mano, el World Energy Outlook 2011 de la AIE señala que para satisfacer el crecimiento de la demanda y, al mismo tiempo, compensar el declive comentado, la industria tendrá que desarrollar durante el periodo 2010-2035 una nueva ca-
Conviene analizar si la transformación de las reservas en petróleo se realizará a la velocidad necesaria
pacidad productiva cercana a los 60 millones de barriles diarios. Un volumen que equivale a casi seis veces la existente hoy en día en Arabia Saudí (el primer productor mundial). Y el tiempo apremia, ya que, de aquí a ocho años, en el 2020, la nueva capacidad requerida será de 23 mbd, lo que supone algo más de dos nuevas Arabias Saudíes en producción.
Este es el desafío más acuciante que el mundo y la industria petrolera tienen planteado y que la AIE cree posible resolver del modo que se resume en las figuras adjuntas.
Contrariamente a lo que podemos leer en no pocos titulares de prensa, el petróleo no se acaba. A pesar de la poca transparencia y la disparidad de criterios existentes a la hora de contabilizar las reservas probadas, existen pocas dudas de que estas son suficientes para cubrir el aumento de la demanda mundial previsto para las próximas décadas. Pero esto no puede llevarnos a la conclusión –errónea– de que aunque el petróleo sea más caro en el futuro, su suministro está garantizado. Porque, al margen de conocer con mayor o menor precisión la disponibilidad de reservas, conviene analizar la situación y perspectivas existentes en torno a la producción para saber si la transformación de las reservas del subsuelo en flujos productivos, es decir, en barriles listos para su distribución a los mercados, se realizará a la velocidad necesaria.
Para entender mejor esta última idea me ayudaré de una parábola. Imagínense que estamos en una fiesta a la que cada vez acude más gente deseosa de pasárselo bien, para lo cual consume más y más cerveza. Para asegurar la continuidad de la fiesta es obvio que la cuestión sine qua non es disponer de suficiente cerveza. Pero también va a resultar crucial el adecuar el flujo de cerveza a la demanda, lo que implica que no sólo importa el tamaño del barril, sino las características del grifo. Si este resulta inadecuado para llenar las jarras al ritmo requerido, lo normal es que el descontento acabe por arruinar la fiesta. Y de poco va a servir que, para calmar los ánimos, se repita que no hay problema, que el establecimiento dispone de suficiente cerveza para todos.
Así que no se den por satisfechos la próxima vez que alguien les comente que “tenemos reservas para cuarenta años” o que “hace cuarenta años que se dice que quedan reservas para cuarenta años”. ¡Sólo faltaría! La pregunta clave que responder no versa sobre las reservas, sino sobre la producción: ¿fluirá el petróleo al ritmo y precio requeridos para garantizar un crecimiento sostenido de la economía?
Y, en este sentido, los riesgos se amontonan. Algunos de ellos son de naturaleza técnica. En primer lugar, los costes de producción están aumentando como