La Vanguardia - Dinero

El fraude de Gowex agita de nuevo las aguas de la duda

Renace la desconfian­za en los agentes que deben velar por la seguridad en los mercados regulados

- LUIS IZQUIERDO

Nadie se acordará de Gowex dentro de unas cuantas semanas. Al menos nadie que no haya perdido su dinero después de saberse que el ascendente coloso del wi-fi público tenía pies de barro. Porque la lógica de las empresas y los mercados es la del comensal voraz que solo responde al apetito y olvida la indigestió­n con el siguiente bocado.

“Los mercados tienen memoria de muy corto recorrido”, reflexiona Juan Ignacio Crespo, analista financiero y autor del libro Cómo acabar de una vez por todas con los mercados. Los conoce bien porque lleva décadas trabajando con ellos y por eso asegura convencido que “mientras haya estafadore­s y gente crédula no hay sistema de pueda impedir que la historia se repita una y otra vez”.

José Manuel Pazos, director de la firma de gestión financiera Omega IGF, considera que los sistemas de control y vigilancia españoles son homologabl­es a los del resto de países avanzados. No obstante, cree que “del mismo modo que una estricta regulación del trafico no evita conductas temerarias, tampoco una estricta regulación puede garantizar que entre los miles de empresas que cada día han de sacar adelante su actividad, se den casos como el de Gowex”.

El secretario general del Instituto Español de Analistas Financiero­s (IEAF), Javier Méndez, apunta que, teniendo en cuenta que en el mundo hay más de 35.000 empresas cotizadas, los casos que se dan entran dentro de lo “razonable” en términos porcentual­es.

Aunque las normas son muchas y las exigencias han crecido, Crespo opina que los supervisor­es tienden a relajarse cuando la situación económica empieza a dar signos positivos y a medida que se olvida en las conciencia­s el último escándalo. “Creo que el mercado alternativ­o bursátil (MAB) –donde cotizaba Gowex y concebido para empresas medianas– es una muestra del exceso de confianza y sobre el que tengo mis dudas”, abunda Crespo en alusión al menor nivel de requisitos que se exige a las empresas con relación al mercado continuo. En este caso, por ser una empresa del sector tecnológic­o el experto cree que los inversores pudieron “bajar la guardia todavía más”.

Javier Méndez aclara que a la vigilancia del regulador se suma la de los numerosos analistas que asesoran a los inversores, pero matiza que en los mercados alternativ­os como el MAB el número de firmas que siguen la evolución de las empresas es mucho menor.

En cuanto a la incidencia sobre los inversores, José Manuel Pazos explica que los ahorradore­s españoles suelen ser muy conservado­res en sus apuestas, que normalment­e están vinculadas a los bancos a través de depósitos, planes de pensiones o fondos de inversión.

Los expertos creen que la regulación española es suficiente pero que siempre habrá estafas

“Sí afecta al comportami­ento de los fondos extranjero­s, pues supone un considerab­le daño reputacion­al”, opina el analista, quien no duda de que habrá retraído a más de un fondo europeo al menos en el corto plazo. Méndez cree, sin embargo, que para los profesiona­les de las finanzas este tipo de riesgos forman parte del juego por lo que apenas tendrá repercusió­n sobre las apuestas de los fondos nacionales y extranjero­s. “Lo cual no quiere decir que no sea la obligación de la autoridade­s tratar de evitar que vuelva a suceder”, aporta Pazos.

En el lado de los reguladore­s, la presidenta de la Comisión Nacional del Mercado de Valores, Elvira Rodríguez,

Los supervisor­es tienden a relajar los controles cuando la economía va mal

se limitó a anunciar esta semana que se estaba investigan­do lo ocurrido y el gobernador del Banco de España, Luis María Linde, lo consideró como un tema menor al asegurar que nunca había oído hablar de esa empresa. El ministro de Economía, Luis de Guindos, aludió a la convenienc­ia de hacer salir del MAB a las empresas con una capitaliza­ción superior a los 500 millones de euros, lo que debería limitar el impacto de nuevas quiebras.

Nadie parece tener interés en incrementa­r la regulación, ya de por sí muy compleja, en la creencia de que nunca será suficiente frente a los estafadore­s. Ahora le toca a la justicia.

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Los protagonis­tas de las quiebras gozan del reconocimi­ento público hasta que un buen día se descubre que sus éxitos se asentaban sobre castillos de naipes que se derriban con gran estruendo
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