¿Fin de curso o fin de legislatura?
Las elecciones al Parlamento Europeo han sido como un tsunami. En el escaso plazo de dos meses ha abdicado el rey, ha dimitido el líder de la oposición, se ha hundido el PSOE, se ha agravado el problema catalán, se ha acelerado la descomposición del núcleo de votantes del PP, y el populismo ha aparecido como fuerza emergente. Y todo esto ha sucedido en siete semanas que han marcado la historia de España.
Ante este panorama el Gobierno se plantea seriamente adelantar las elecciones generales al próximo otoño. Hasta el momento sólo es una hipótesis, pero la aprobación deprisa y corriendo del decreto-ley del 4 de julio ha levantado la liebre. Ordenado por la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría y coordinado por el director de la Oficina Económica de la Presidencia del Gobierno, Álvaro Nadal, se ha elaborado un texto de 179 páginas en el que se ha metido todo lo que está pendiente para terminar la legislatura. Un auténtico cajón de sastre que recuerda a la ley de acompañamiento de los presupuestos, una manera de gobernar que fue declarada inconstitucional por el TC.
Cuando sólo quedan dos semanas para terminar el curso parlamentario se ha presentado a la oposición un plan de choque similar al que hizo Montoro al inicio de la Legislatura para que lo estudie y apruebe por vía exprés. Un conjunto de medidas urgentísimas que van desde las ayudas para contratar a los jóvenes en paro hasta una privatización chapuza de Aena, la reestructuración del gas, la intervención de los puertos, los horarios comerciales y un largo etcétera. Casi de forma paralela desde Hacienda se aprobaba la reforma fiscal, que por vergüenza torera no metieron también en el decreto-ley.
A la vuelta del verano, Mariano Rajoy puede disolver perfectamente el Parlamento y convocar elecciones para otoño. El argumento es que la legislatura queda prácticamente agotada. Se han afrontado con éxito las grandes reformas económicas que vinieron a hacer –financiera, laboral, ener- gética y fiscal– y se ha sacado al país de la crisis. Los datos de la EPA y del PIB correspondiente al segundo trimestre del año así lo certifican: España ha comenzado la recuperación económica al tiempo que se ha entrado en un nuevo círculo virtuoso. Además, ha reforzado su presencia en Europa y se ha iniciado una nueva etapa histórica con el reinado de Felipe VI.
Por tanto, es necesario convocar a los ciudadanos a votar para que elijan a un Gobierno que recupere la estabilidad política y transmita confianza, con el fin de reactivar el consumo y la inversión. Una nueva legislatura que estará marcada por el crecimiento y la creación de empleo. ¡El ajuste ha terminado! Ahora se requiere otro impulso para afrontar los retos europeos necesarios para adaptarnos al nuevo mundo post-crisis.
Con esta estrategia Rajoy mataría tres pájaros de un tiro: primero, cogería a la oposición con el pie cambiado; segundo, diluiría el proceso soberanista catalán que se está organizando entorno al 9 de noviembre; y tercero y más importante, frenaría la descomposición que el PP está sufriendo en sus principales núcleos electorales como son Madrid, Valencia y Galicia.
Para el presidente es fundamental volver a ganar con mayoría absoluta para rematar la tarea. “Los garbanzos están a medio cocer”, en expresión de un influyente ministro. Y si como resultado de unos próximos comicios apareciese un mapa político imposible de gobernar, todo lo que se ha avanzado en materia económica se vendría abajo. La inestabilidad política fruto de la desaparición del bipartidismo daría al traste con la confianza lograda gracias al esfuerzo de la intensa devaluación interna realizada.
Los estrategas de la Moncloa son plenamente conscientes de que no se pueden ganar unas elecciones generales con mayoría suficiente para gobernar perdiendo las municipales y las autonómicas. Nadie en su sano juicio puede pretender gobernar un país como España perdiendo en Catalunya, Euskadi, Andalucía, Madrid y Valencia. Sin embargo, si sucede al revés si se podría dar la vuelta a la tortilla. A diferencia de lo que ocurre en las sumas y en las multiplicaciones, en política el orden de los factores sí que altera el producto. Si el PP –gracias al rebote económico y al desbarajuste de la oposición– ganase con claridad unas hipotéticas elecciones generales en otoño, podría afrontar desde una posición de fortaleza las elecciones municipales de la primavera.
De momento, sólo es una hipótesis de trabajo, pero si al PSOE aún le quedan dos dedos de frente dejaría de mirarse el ombligo. Lo prioritario es prepararse a todo correr para una reentré que se presenta tremenda.
El Gobierno central se plantea seriamente adelantar las elecciones generales al próximo otoño; hasta el momento sólo es una hipótesis, pero el Ejecutivo ya ha elaborado un texto en el que se ha metido todo lo que está pendiente para terminar la legislatura”