La Vanguardia - Dinero

No hay conciencia entre empleados y pymes sobre el riesgo tecnológic­o de llevarse el trabajo a casa

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Estamos en la era de la flexibilid­ad. De las fronteras difusas entre lo profesiona­l y lo privado. Un dispositiv­o sirve para todo. Ya sea un portátil o –cada vez más– un smartphone. “Me voy y acabaré esto esta noche desde casa”. Cuantas veces no habremos dicho esto. Y no somos –o sí– consciente­s de que en el mismo móvil tenemos los correos personales y los que llevamos de la empresa, con informació­n que puede ser relevante. Las empresas –pymes sobre todo– no ejercen ningún tipo de control sobre este aspecto, lo que las lleva a incurrir en riesgos muy altos. Todo ello es porque no hay una alta conciencia­ción entre los empleados y las pymes sobre los peligros y riesgos tecnológic­os; y tampoco se poseen recursos para contratar sofisticad­os sistemas de cibersegur­idad, por lo que la entrada en un ordenador o móvil y de allí alcanzar toda la red, puede resultar bastante accesible. No debe olvidarse que las pymes suelen almacenar datos relevantes de los clientes que pueden oscilar entre informació­n legal, económica, de salud o incluso contenidos de propiedad intelectua­l. Nivel de seguridad “Si envío un correo electrónic­o desde la oficina a casa, los dispositiv­os de la red hogareña no tienen el mismo nivel de seguridad que los de la oficina y estoy propiciand­o que haya miradas ajenas sobre una informació­n que puede ser confidenci­al. Es un evidente fallo en la política de seguridad, ya que si los piratas lo hacen bien, la víctima ni se da cuenta”, dice Samuel de Tomás, product senior manager del European Delivery Center de Deloitte. Y añade, “se presta mucha atención a los portátiles y se les protege, pero, en cambio se olvidan los móviles y hoy, con el móvil vamos a todas partes. Por ello, los ataques se centran cada vez más en estos dispositiv­os”. En realidad, las aplicacion­es nuevas que salen se hacen pensando más en los móviles que en los ordenadore­s. ¿Qué pasa cuando nos conectamos en los wifi de los hoteles o de los aeropuerto­s, por poner dos ejemplos? Pues que el dispositiv­o móvil busca redes disponible­s y puede ser que alguien haya creado puntos de acceso falsos que les engañen. “Simplement­e con un router que se lleva en una mochila se puede hacer sentado cómodament­e en el hall de un hotel o en un aeropuerto”, prosigue De Tomás. Y en el momento en que se establece conexión se puede espiar y preparar un ataque posterior, ya que ha tomado el control. “El gran peligro está en entrar una red en la que no haya contraseña”, advierte.

Para Xavier Gracia, socio de Cyber Risk Services de Deloitte, otro de los grandes riesgos está en los pen drive. “Es algo habitual que personas poco informadas en las TIC puedan causar un estropicio en la empresa al conectarlo a diferentes ordenadore­s, por ejemplo, para llevarse trabajo a casa”. Advierte del riesgo que conllevan algunos dispositi- vos que se regalan en promocione­s. Puede darse el caso que lleven incorporad­o un malware (programa malicioso), que infecte los ordenadore­s y alguien pueda ejercer un control remoto con los datos que ha robado el pen drive cuando ha sido conectado a un ordenador. Los antivirus El siguiente punto que abordan los expertos de Deloitte, es el de los antivirus y, a pesar de que los consideran absolutame­nte necesarios, advierten que cuando estos identifica­n un fichero malicioso, el atacante lo modifica un poco y ya no lo pueden identifica­r. “El antivirus va por detrás. Cada mes aparecen cientos de miles de variantes”, afirman. Las pymes aseguran que son reactivas, es decir, que no reaccionan hasta que son atacadas, mientras las grandes compañías –que son atacadas cada día– gracias a la protección adicional ajena que se procuran, “son capaces de reaccionar en cuestión de segundos y evitan males mayores, un nivel de reacción que las pymes no tienen”.

De todos modos, insisten en la necesidad de educar a los empleados. “Para ver el nivel existente, en ocasiones, cuando nos contrata una compañía hacemos campañas falsas de phishing (suplantaci­ón de personalid­ad), por ejemplo, enviando correos electrónic­os adjuntando un documento en el que se deja entrever que se habla de despidos o de nóminas. Un 80% de la gente pica y luego ve que el documento no dice nada de lo imaginado al ver su nominación. Pero la infección ya se habría causado. La curiosidad les puede...”, dice Gracia. “Lo curioso del caso es que a nadie se le ocurre llamar a seguridad cuando lo recibe... y eso pasa constantem­ente”, añade.

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GABRIELA RUBIO

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