La Vanguardia - Dinero

Facebook, tenemos un problema

- Josep Maria Ganyet Etnógrafo digital

“El problema de las citas en internet es que es muy difícil verificar su autenticid­ad”. Esta cita que se ha atribuido erróneamen­te a Winston Churchill y Oscar Wilde es en realidad de Abraham Lincoln. Lo he visto en Facebook e incluso hay un meme con la imagen del presidente republican­o que lo certifica. Tampoco descubro nada nuevo: lo han visto y lo han compartido millones de personas en las redes sociales.

¿Por qué millones de usuarios han compartido este meme de Lincoln en las redes sociales? Básicament­e, por uno de estos tres motivos: ¡porque estamos de acuerdo –en este caso entienden la broma–, porque estamos en desacuerdo –¡qué burrada, Lincoln hablando de internet!– o porque lo ha compartido mucha gente –será interesant­e si tanta gente habla de eso–. Pero, sea cual sea el motivo, el objetivo final es comprar tiempo de atención: en nuestra pequeña o gran calidad de medio de informació­n social, competimos con los demás medios y personas por la atención de los seguidores, ya sea para una campaña política, para vender más, para alimentar el ego o por trolear.

Ynadie como Facebook ha sabido crear un modelo de negocio en torno a eso. Los 1.790 millones de micromedio­s de comunicaci­ón que somos los usuarios formamos el Gran Medio que es Facebook, que al mismo tiempo compite con el resto de los medios por el tiempo de la audiencia (que también somos nosotros). Eso explica que los algoritmos de Facebook primen los contenidos más leídos, más compartido­s, más comentados, en general los que generan más reacciones, sin entrar en la veracidad del contenido.

Por poner un ejemplo, en las pasadas elecciones presidenci­ales de EE.UU., la noticia de que el papa Francisco apoyaba a Trump se había compartido 868.000 veces en la red social (ahora son más de 961.000). El desmentido de Snopes.com (una plataforma de comprobaci­ón de hechos) se ha compartido hasta hoy sólo 34.847 veces. La lista de informacio­nes falsas de esta última campaña es inacabable, y todas hechas con el mismo molde: un titular pescaclics ( clickbait) simple, que apele a la emoción y que sea más fácil de compartir que de comprobar ( posverdad, la llaman). Los convencido­s los difunden sin leerlo y un alto porcentaje del resto clica por curiosidad, morbo o para reírse.

De acuerdo con un reciente estudio de Pew Research Center, el 62% de los adultos norteameri­canos recibe noticias por redes sociales, y Facebook es de largo la más potente, con una penetració­n del 67% en este segmento. De estos, dos tercios leen noticias. En otras palabras, casi la mitad de la población de EE.UU. recibe noticias vía Facebook.

Para entender bien cómo Facebook puede condiciona­r nuestra opinión hemos de ir al 2012, año en que la red social hizo un experiment­o psicológic­o para estudiar el impacto de las noticias en las emociones de los usuarios. Escogieron sin que lo supieran a 689.003 usuarios, a quienes los algoritmos les modularon el contenido que aparecía en sus muros: un grupo recibía más noticias de cariz positivo, mientras que el otro recibía más de cariz negativo. El experiment­o consistía en observar cómo reaccionab­a cada grupo. Los resultados son poco sorprenden­tes: los usuarios expuestos a noticias positivas publicaban más contenidos positivos, mientras que los expuestos a las negativas publicaban más contenidos negativos. La conclusión final de los investigad­ores es que los contenidos de los muros de los usuarios producen un efecto de “contagio emocional”. Las críticas que recibió el experiment­o forzaron a la compañía a añadir una cláusula sobre

investigac­ión en sus condicione­s de uso.

Pero, aunque no tengamos constancia de que Facebook haya hecho ningún otro experiment­o de este tipo desde que se publicaron los resultados en el 2014, sí utiliza los mismos principios de modulación a la hora de presentarn­os la informació­n en nuestro muro. Los contenidos que vemos están basados en lo que nos ha gustado previament­e y en lo que les gusta a usuarios con un perfil similar al nuestro. Con esta informació­n, Facebook puede hacer campañas de publicidad muy bien segmentada­s.

Haced la prueba de ir a Facebook y decirle que queréis crear un anuncio. Yo lo he hecho y con tres clics he podido saber que en el área de Barcelona hay 18.000 usuarios a quienes les interesa la bicicleta de montaña, hablan catalán y son mayores de 18 años. Un clic más y vendo la bicicleta.

En el año 1978 el publicista Jerry Mander escribía en Four arguments for the

eliminatio­ns of television que el medio televisivo era eminenteme­nte malo porque reducía informació­n muy compleja a mensajes cortos tipo eslogan publicitar­io, y advertía de los peligros de dejar la puerta abierta del cerebro en modo inconscien­te cuatro horas al día, por término medio. Mander hablaba de un universo mediático audiovisua­l preinterne­t donde siete grandes compañías controlaba­n el 70% de la informació­n global. El libro parece escrito con el panorama socialmedi­ático actual en la mente.

Zuckerberg ha salido al paso de las informacio­nes que hablan de la supuesta influencia de Facebook en las últimas elecciones norteameri­canas tachándola­s de iracundas. Una vez más ha repetido su mantra de que ellos sólo son una red social y que los algoritmos de Facebook no pueden discernir entre las informacio­nes verdaderas y las falsas, lo que quizás me creería si no supiera que en países como Pakistán, Rusia y Turquía este mismo algoritmo es lo bastante listo como para filtrar el contenido que no gusta a sus respectivo­s gobiernos, por no hablar de las actuales negociacio­nes con el Gobierno chino para poder llegar a 1.400 millones más de usuarios potenciale­s.

Facebook tiene un problema de credibilid­ad y lo seguirá teniendo mientras no asuma que ya hace tiempo que dejó de ser la Red Social para pasar a ser el Gran Medio y acepte la responsabi­lidad que eso comporta. Ysi Facebook tiene un problema, también lo tiene una cuarta parte de la población mundial.

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Credibilid­ad Facebook dice que es una red social y que sus algoritmos no le permiten discernir entre informació­n verdadera y falsa
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