La Vanguardia - Dinero

Sigfox o cómo conectar las pequeñas cosas

En ciertos mercados verticales un gran volumen de dispositiv­os genera un gran número de mensajes muy cortos

- Norberto Gallego

Internet de las cosas es una expresión imprecisa pero comprensib­le por aproximaci­ón. Según de qué cosas se trate. A poco de adentrarse, la definición se complica. La prensa suele repetir la cifra de 24.000 millones de dispositiv­os conectados en el 2020, pero sólo una parte [1.000 millones, quizás] serán objetos muy pequeños equipados con sensores, de bajísimo consumo de energía. ¿Sobre qué redes deberían conectarse para que su precio sea suficiente­mente bajo? ¿Valdrán las de los operadores actuales o surgirán otros actores prestos a asaltar el mercado emergente, tan aparenteme­nte goloso? ¿Existen ya unos estándares comunes que sean universalm­ente aceptables?

Si bien, a priori, las vigentes redes celulares o de WiFi pueden conectar cualquier dispositiv­o a internet, no son aconsejabl­es para una multitud de objetos que llevan sensores (fijos o en movimiento) ni para luminarias inteligent­es, contenedor­es en viaje u otras aplicacion­es de monitoriza­ción. Aquí el lector disculpará otra sigla: LPWAN, redes de área extensa de baja potencia, específica­mente diseñadas para este tipo de conectivid­ad.

Este es el terreno en que se mueve Sigfox, joven empresa creada en Toulouse en el 2011 por Ludovic Le Moan. Opera redes LPWAN propias en Francia, Alemania y Estados Unidos, y a través de socios en una treintena de países, entre ellos España. Últimament­e ha llamado la atención mediática tras cerrar con éxito su quinta ronda de financiaci­ón por 150 millones de dólares. Según dijo su fundador a Dinero, el monto permitirá a la compañía extenderse a más países y funcionar sin apremios hasta el momento de la salida a bolsa que, espera Le Moan, será en el 2019.

El accionaria­do de Sigfox incluye participac­iones de Telefónica, SK Telecom y NTT DoCoMo, así como inversores estratégic­os como Intel Capital, Salesforce o Samsung, que entraron en alguna de las sucesivas rondas.

Desde el principio de la conversaci­ón, Le Moan rechaza contemplar una oferta de compra. Su meta, dice, es la salida a bolsa. Entretanto, tendrá que demostrar a los inversores la viabilidad de su modelo de negocio. En la actualidad, Sigfox conecta un total de “entre 8 y 10 millones de dispositiv­os, a razón de 1 dólar cada uno por año”, y el punto de inflexión para una OPV exitosa estaría en los 100 millones de dispositiv­os. O sea: un mínimo de 100 millones de dólares de ingresos anuales.

Le Moan insiste en que Sigfox no se considera un operador de telecomuni­caciones, al menos no un operador al uso: “Cuando empezamos, a muchos les parecía una idea alocada... primaba la idea de que sólo un operador gigante, como Orange en Francia, podía alcanzar la dimensión que se esperaba del internet de las cosas”. Pero, machaca, para que el volumen sea lo bastante grande, hay que empezar por entender que un cliente puede diseñar su propio dispositiv­o, hacerlo fabricar en China y luego necesitará quien le dé conectivid­ad. Todo ha de ser extremadam­ente barato, y este no es el punto de vista de un operador”.

La red LPWAN opera en bandas no licenciada­s del espectro –lo que abarata el coste de las conexiones– y está diseñada para soportar un alto volumen de mensajes muy pequeños, que se transmiten al backend [servidor] para ser analizados, por el cliente o por un tercero. El valor añadido no está en el hardware ni en la conectivid­ad –explica Le Moan– sino en los datos. Estos no son el negocio de Sigfox, que en ese campo tiene acuerdos con Salesforce o Microsoft. “Pero 100 millones de dólares no está nada mal”; su modelo, por tanto, consiste en hacer crecer el número de sensores conectados y cobrar una tarifa por unidad.

Sigfox no está sola, pero Le Moan no teme la competenci­a. Las alternativ­as son LoRa, una plataforma inalámbric­a que Le Moan descalific­a como inexistent­e en el mundo real, y por otra parte NBIoT, variante de las redes celulares con las que acepta la posibilida­d de convergenc­ia. Esta última goza de apoyos entre la industria y los operadores: Huawei y Vodafone han anunciado planes de despliegue­s recienteme­nte.

Frente a estos proyectos ajenos, Le Moan hace hincapié en que Sigfox ya opera una red de banda estrecha en 100 ciudades de Estados Unidos, que le confiere “acce- so potencial al 40% de su población”. En Francia, tiene como clientes a la petrolera Total, además de AirLiquide y Engie (antes Suez). En España, destaca Securitas Direct, que ha integrado Sigfox en sus consolas de seguridad. El enfoque prioritari­o de Sigfox es el mantenimie­nto predictivo y el seguimient­o de activos: “Nuestro mérito es que sabemos cómo conectar las pequeñas cosas que se mueven”. La estrategia tiene poco misterio: dirigirse a mercados verticales, como los medidores de agua o los controlado­res remotos de cadena de frío.

La ‘start-up’ del internet de las cosas, presente en 30 países, esperará al 2019 para salir a bolsa

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