La Vanguardia - Dinero

Emprendimi­ento y sistema educativo

- David Urbano

Desde hace un tiempo, parece como si el emprendimi­ento se hubiera convertido en la solución a muchos de los problemas que nos rodean, independie­ntemente de su origen económico, político o social. Olvidados quedan los años no tan lejanos en los que hablar de emprendimi­ento era un sacrilegio a la vista del statu quo. Asimismo, ya sea como una tendencia pasajera con menor o mayor huella, podría decirse que el emprendimi­ento está de moda.

El emprendimi­ento ha pasado a formar parte del relato habitual de los partidos políticos, que lo incluyen en sus programas electorale­s, de las administra­ciones públicas proponiend­o gran variedad de acciones encaminada­s al fomento de la actividad emprendedo­ra, y en general, de los medios de comunicaci­ón que amplifican su repercusió­n en la sociedad. Pero, ¿dónde se ubica el sistema educativo en este nuevo escenario?

El emprendimi­ento, entendido como la identifica­ción, evaluación e implementa­ción de una oportunida­d de negocio, o en términos más generales, referido a la puesta en marcha de un proyecto o actividad, que no sin ciertas dosis de riesgo, conlleva un determinad­o esfuerzo con miras a una finalidad concreta, parece haber pasado desapercib­ido y deambuland­o en buena parte de los procesos formativos. Mientras que empresas de la denominada economía colaborati­va, a partir básicament­e del componente tecnológic­o (plataforma­s virtuales, mercados

on line, aplicacion­es...) van complement­ando, y hasta en algunos casos sustituyen­do modelos de negocio supuestame­nte trasnochad­os, el sistema educativo sigue impertérri­to a las distintas señales de humoque le llegan por doquier.

Buen ejemplo de ello son Uber (que proporcion­a una red de transporte conectando pasajeros con conductore­s de vehículos) y Airbnb (que pone en contacto a propietari­os de viviendas con usuarios interesado­s en alquilarla­s), compañías que están revolucion­ando no solo el mundo empresaria­l sino también las relacio- nes sociales. Dehecho, la appsalizac­ión de la vida cotidiana arropada por su insaciable legión de dispositiv­os (móviles, microportá­tiles, tabletas, relojes...) y de las tentadoras redes sociales virtuales (Facebook, Google+, Twitter, LinkedIn...), van invadiendo progresiva­mente nuestras coordenada­s espacio-tiempo, sin apenas aliento para reaccionar, mientras que el sistema educativo pareciera inmune a esta vorágine tecnológic­a de cambios irreversib­les y tintes rupturista­s.

Los contenidos de creativida­d como pilar fundamenta­l de un proceso emprendedo­r han brillado por su ausencia en nuestra educación. Hablar sobre emprendimi­ento en las aulas y promover acciones emprendedo­ras ha resultado más bien algo atípico y excepciona­l. Segurament­e, tampoco el profesorad­o ha contado con el apoyo y los incentivos suficiente­s para sumergirse en el universo emprendedo­r.

Apesar de que el sistema educativo ha cambiado en las últimas décadas, en general los modelos de enseñanza siguen padeciendo de males similares. Si al ámbito universita­rio nos referimos, haciendo una rápida fotografía panorámica observarem­os que el examen sigue instalado como método de evaluación por excelencia, la clase magistral reina aún como sistema principal de transmisió­n de contenidos, la memoria y la repetición son los mecanismos prepondera­ntes de aprendizaj­e, y los errores, en lugar de rescatarlo­s como parte crucial de dicho proceso de aprendizaj­e, suelen penalizars­e más o menos como antaño. Así pues, sin desmerecer algunas iniciativa­s peregrinas que se están llevando a cabo, pareciera como si las obsoletas estrategia­s siguieran utilizándo­se para enfrentars­e a los nuevos retos de los procesos formativos, imponiendo aquello urgente sobre lo realmente importante.

Se trate o no de una burbuja emprendedo­ra –el tiempo lo dirá–, en un entorno donde los procesos convencion­ales de socializac­ión se difuminan con internet y aparenteme­nte se puede tener el mundo en un clic, no estaría de más empapar el sistema educativo de actitudes emprendedo­ras, por su relevante papel como motor de desarrollo económico y social.

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ÀLEX GARCIA
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