MARCO POLO
(1254-1324)
El mercader veneciano Marco Polo logró que su libro de viajes fuera un superventas dos siglos antes de la imprenta. Tras 24 años de viaje, volvió a su tierra natal, y tres años más tarde cayó preso en la guerra entre Génova y Venecia, las dos potencias mercantiles del Mediterráneo. En la celda conoció al novelista Rustichello de Pisa, que fue quien, en 1298, escribió Una descripción del mundo dictado por Marco, traducida al castellano como Libro de las maravillas del mundo. Polo zarpó al lejano Oriente con 17 años junto a su padre y su tío, curtidos mercaderes de joyas y seda. En sus viajes conoció lugares tan remotos como Ormuz, el desierto de Gobi o las costas de Vietnam e India. Dominaba cinco idiomas y ejerció de representante de Kublai Khan en China, Birmania e India durante 17 años. No fue el primer europeo en recorrer Asia, pero sí quien mejor la conoció. Su obra es un apasionante relato de aventuras en el que se mezclan realidad y ficción (dragones, centauros y humanos con cabeza de perro). Algunos historiadores dudan de su veracidad al no mencionar la Gran Muralla, la costumbre de vendar los pies de la mujeres o el arte de la caligrafía china. No en vano, la expresión mientes más que Marco Polo era común entre los venecianos de la época. De hecho, en su lecho de muerte, a los 70 años, un fraile le pidió que confesara sus mentiras. “¡No he contado ni la mitad de lo que vi!”, contestó. Polo no miraba el mundo con ojos de antropólogo, sino de mercader. Buscaba riquezas. Con todo, su legado “puso en cuestión el orden aceptado del universo tal como se veía desde la Europa cristiana”, según el historiador británico Robin Hanbury-Tenison en el libro Los setenta grandes viajes de la historia (Blume).
A la izquierda, mapa del Altas Catalán guardado en la Biblioteca Nacional de Francia
que reproduce la expedición de Marco Polo (foto). Arriba derecha, obra de Grisellini