EL ESPECTÁCULO DE J.J. ABRAMS
J.J. Abrams ha puesto una bolsa de palomitas en el microondas y el resultado ha sido Revolution, una nueva serie que apuesta por el entretenimiento puro y duro. Un misterio central, escenas de acción espectaculares y un ritmo altísimo son las claves de un
Los aviones caen del cielo, en el primer episodio de Revolution, para no perder la tradición de la marca J.J. Abrams. Esta vez, la causa es un apagón global que, de la noche a la mañana, deja el mundo sin electricidad. Ni televisores, ni ordenadores, ni móviles, ni tantos otros gadgets que, hoy en día, nos parecen tan necesarios. El mundo tecnológico en el que vivimos se va al garete y la humanidad retrocede a una era rural, en la que mandan los más fuertes, es decir, los militares, señores de la guerra que se disputan las diversas regiones del planeta. Éste es el escenario en el que nos instala Revolution en poco menos de cinco minutos, y es que la velocidad es una de las señas de identidad de una serie que concentra toda la energía y el entusiasmo en entretener al espectador, en tenerlo pegado al sofá vibrando con lo que ocurre en la pantalla.
J.J. Abrams ha recuperado su cara más comercial, la que es capaz de meter al espectador en una espiral de misterios, símbolos extraños y personajes que no son lo que parecen para luego dejarlo colgado de un cliffhanger, al final de cada episodio. Y, en el arte de dar esquinazo, al creador de Perdidos no le gana nadie, que por algo fue capaz de tener al mundo en vilo durante las seis temporadas de la serie de la isla. Consciente de que su punto fuerte siempre han sido la acrobacia y los golpes de efecto, en Revolution se lanza por los caminos del blockbuster, poniendo el espectáculo por encima de los personajes. Aquí no hay preguntas filosóficas, ni intensidad dramática, ni un trabajo profundo con las tramas personales como en Perdidos. Aquí hay escenas de acción deslumbrantes, coreografías dignas de una película de kung-fu y muchas incógnitas por resolver.
ESCENAS DE ESPADACHINES
La catástrofe inicial deja paso, como ya es tradicional en la obra del autor, a un hecho inexplicable que sirve para poner en marcha un misterio: ¿qué ha provocado el apagón?, ¿existe un responsable?, ¿hay alguna forma de echar marcha atrás y que el mundo vuelva a ser como era? Mientras esas preguntas empiezan a hacer pop en la cabeza del espectador, Revolution nos pone en contacto con sus protagonistas. El papel destacado se lo lleva Charlie, un personaje que encaja con el prototipo de heroína de J.J. Abrams: delicada por fuera, dura por dentro, y con una gran responsabilidad por delante. Pero, curiosamente, la actriz que la interpreta, la joven Tracy Spiridiakos, no la descubrió el productor, sino el guionista Eric Kripke, que le dio su primer
papel en un episodio de Sobrenatural. De hecho, Kripke será el principal responsable de Revolution, encargándose del día a día, y a quien habrá que pedirle cuentas si el guión, al final, no está a la altura de las expectativas, mientras que Abrams ejercerá de productor ejecutivo del proyecto, de padre de la criatura que se queda al margen.
Como Sydney Bristow, Olivia Dunham, Rebecca Madsen y otras mujeres de la factoría Abrams, Charlie tendrá en sus manos la posibilidad de hacer que la electricidad regrese a la Tierra. Por supuesto, para conseguirlo tendrá que enfrentarse a decenas de personajes interesados en recuperar esa fuente de energía y usarla para sus propios fines. En un mundo que se ha quedado a oscuras, la tecnología es el arma definitiva para cualquiera de los señores de la guerra que quieren dominar la nueva era de la humanidad. El primero en ir detrás de la pista de Charlie y su familia es el capitán Neville, un personaje interpretado por Giancarlo Esposito (Gus Fring en Breaking Bad), que, de nuevo, se enfunda en la piel de un individuo aparentemente afable que, en cuestión de segundos, puede cambiar por completo y convertirse en un tirano despiadado.
Para lidiar con éste y otros enemigos, Charlie podrá contar con la ayuda de su tío, Miles, interpretado por Billy Burke ( Crepúsculo), que renunciará a su retiro voluntario en un bar, donde ahoga las penas en alcohol al estilo Malcolm Reynolds, para echarle un cable con los combates de esgrima. Pues la introducción del sable y la ballesta es uno de los grandes aciertos de Revolution, que organiza vistosas peleas de espadachines, con saltos mortales y acrobacias que dejan al espectador boquiabierto, y que son la esencia de una ficción que no se preocupa por la verosimilitud de lo que explica, sino de que lo que explica sea alucinante. Por supuesto, la capacidad del espectador para sacrificar ciertos elementos en favor del entretenimiento será fundamental para que la propuesta funcione. Dicho de otro modo: si buscan realismo pierden el tiempo, con Revolution.
Se trata de una serie para ver cuando uno sólo quiere pasárselo en grande y no pensar en exceso. Es el batido ideal tras un duro día de trabajo, cuando no quieres ni oír hablar de los dilemas existenciales de ese personaje de la serie de HBO que es tan interesante. La única pretensión, aquí, es la diversión, un objetivo que la nueva serie de SyFy España consigue superar con nota en un primer episodio dirigido por Jon Favreau ( Iron Man), y que deja al espectador con ganas de más. El reto, por supuesto, es despertar el mismo interés a medida que avance la temporada, pues, en este tipo de series, lo que es relativamente fácil es presentar un inicio demoledor, pero más difícil resulta lograr que los espectadores sigan pegados a la pantalla a medida que progresa la trama. La historia de la televisión reciente presenta diversas experiencias de ficciones similares que han fracasado estrepitosamente tras pilotos espectaculares. Sólo el tiempo dirá si el nuevo misterio de J.J. Abrams tiene futuro a largo plazo. Toni de la Torre