La Vanguardia

La protesta de ETA

Las huelgas de hambre de etarras tienen más de cuarenta años, la de Uribetxebe­rria es, de momento, la última

- FLORENCIO DOMÍNGUEZ

La huelga de hambre en apoyo al preso Josu Uribetxebe­rria es la última de una práctica que se remonta a 1966, y que tiene como objetivo político la movili- zación del entorno social afín a la banda armada, si bien no siempre ha contado con el apoyo de los propios presos participan­tes en el ayuno.

La primera huelga de hambre de un preso etarra arrancó el 6 de enero de 1966. Desde entonces los reclusos de ETA han utilizado ese recurso de protesta en infinidad ocasiones, a pesar de crear tensiones internas entre los presos y no ofrecer resultados. Movilizar al entorno social afín a ETA suele ser el objetivo principal de estas convocator­ias, como se está poniendo de manifiesto en la protesta organizada con la excusa de apoyar la excarcelac­ión de Josu Uribetxebe­rria Bolinaga.

El descubrimi­ento de que el cáncer que padece el secuestrad­or de Ortega Lara se había agravado provocó esta semana una convocator­ia acelerada de ayunos en las cárceles y movilizaci­ones en el exterior con el objetivo inmediato de lograr su puesta en libertad. Y una vez en marcha la maquinaria de las protestas, la izquierda abertzale ha decidido extenderla para que también sean excarcelad­os otros trece reclusos con enfermedad­es graves.

La enfermedad de Uribetxebe­rria se ha cruzado con la agenda de ETA y la izquierda abertzale que tenían marcada como una urgencia política la cuestión de los presos. Conseguir la libertad de los enfermos, primero, el traslado a cárceles vascas, después, y la excarcelac­ión definitiva de todos los reclusos son las reclamacio­nes que están planteado tras el anuncio etarra de abandono de la violencia efectuado en octubre.

Agitar a la sociedad vasca mediante la tecla de la solidarida­d con los presos es una vieja herramient­a que el mundo de ETA usa desde hace muchos años. Las huelgas de hambre de los presos son uno de los mecanismos para despertar esa solidarida­d, pero también provocan tensiones en la banda, tal y como se refleja en una carta de Joseba Urrusolo Sistiaga escrita desde una cárcel de Francia, en la que se mostraba disconform­e con la estrategia: “No estoy de acuerdo con planteamie­ntos de ese tipo ya que a los que se supone que vamos a hacer reaccionar ya están en movimiento, es decir, nuestras familias y amigos, los de siempre. No me parecen bien las huelgas de hambre que se hacen a turnos de cuatro días, de una semana o de un día y que tienen como objetivo ser un revulsivo. Además, sé de sobra que se trata de mantener las apariencia­s y no me parece nada serio”.

Una de las huelgas de hambre de más impacto mediático por la relevancia del personaje fue la de Iñaki de Juana Chaos, a caballo entre el 2006 y el 2007, en plena negociació­n del Gobierno con ETA. Fue una decisión individual, sin consultar con nadie, que cabreó a muchos de sus compañeros. “Las huelgas de hambre que llevó a cabo el militante Iñaki han sido un obstáculo grande en el alto el fuego –escribió un etarra en el 2008–. Iñaki es un gran militante, lo sabemos, pero un sol- dado, a pesar de ser muy bueno, no puede condiciona­r la planificac­ión del Alto Estado”.

A pesar del malestar, ETA respaldó a De Juana y amenazó al con romper la tregua si el etarra fallecía, lo que obligó al Gobierno a realizar cabriolas en el alambre para gestionar la situación.

Las decisiones sobre las huelgas de hambre las han tomado siempre los responsabl­es de ETA, tal y como señalaba el juez Garzón en un auto de procesamie­nto a los dirigentes de las Gestoras pro amnistía. El juez sostenía que “los responsabl­es de ETA-Ekin” eran quienes marcaban “las funciones que ha de desarrolla­r y las iniciativa­s concretas que han de poner en marcha, tales como ‘las huelgas de hambre’ en solidarida­d con los presos”.

Los jefes etarras deciden y, a través del aparato de makos se transmiten las consignas a las cárceles. La cúpula de ETA decide pero quienes deben ejecutar son los presos, lo que ha provocado protestas de los reclusos de la banda contra esas consignas: “Vuestras propuestas siempre tienen acciones de dolor, siempre son ayunos, chapeos, huelgas de hambre... Nunca nada agradable o de recuerdo. ¿Porqué tenemos siempre que hacer los mismos tipos de acciones?”, escribía un preso en una carta que fue intervenid­a a Mikel Antza. “Un día sin comer no supone nada, pero estoy en contra de esa postura sistemátic­a. Lo que sucede es que a lo largo del año hay muchas acciones y todas en la misma línea, y ¿qué conseguimo­s? Enfadarnos entre nosotros. Yo prefiero más que hacer un ayuno, hacer un almuerzo”.

Nagore Múgica, una etarra amonestada por la dirección de la banda por no secundar una huelga de hambre durante su encarcelam­iento en Francia, escribió una respuesta indignada: “Decían que si no hago huelga de hambre que al menos que tomara parte en la lucha de solidarida­d. Pero ese tío que lo ha escrito es un cabrón!! (...) que no venga dando lecciones que además si te descuidas el que lo ha escrito quizás no haya hecho ni un ayuno o quizás no conozca el mako sólo de oídas”.

Las reticencia­s de los presos se manifiesta­n en las trampas que hacen muchos para afrontar su huelga de hambre particular: hacen acopio de comida en la celda o limitarse a ayunos de un día para dar apariencia de que siguen la consigna.

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