París retira los candados del amor.
La policía empezó a retirar ayer el millón de candados colocados por parejas de todo el mundo para prometerse amor eterno. La ardua labor se inició en el saturado Pont des Arts, en la foto.
Tras el silencio de los corderos, llegó el amor de los borregos, una pasión gregaria: comprar un candado, escribir en él el nombre de la pareja, fijarlo en un lugar “romántico” y tirar la llave como muestra de una afección inoxidable hasta el próximo divorcio. Algo que individualizado tendría hasta gracia, se convierte en memez cuando es fenómeno de masas . Esta moda llegó a París a partir del 2008 y se ha hecho pesada: en uno solo de sus puentes más de 40 toneladas. Ayer las autoridades comenzaron a poner remedio. En el Pont des Arts, que atraviesa el Sena a la vista de la Île de la Cité, los equipos de descerrajo llegaron de buena mañana, armados de sierras especiales. No es fácil sacar toda esa morralla supuestamente romántica una a una, así que las sobrecargadas barandillas del puente se desmontaron por secciones.
El Pont des Arts no es el único. El asunto afecta también al Pont de l´Archevêche del distrito quinto, a la pasarela Simone de Beauvoir del distrito XII y hasta los puentes del Canal Saint Martin, a lo largo de los distritos X y XI, entre otros. En total hay once puentes afectados, aunque ninguno con la gravedad del Pont des Arts. El peso de tanta gregaria originalidad ya hundió en junio del año pasado una sección de la barandilla.
En París hay cerca de un millón de candados de amor eterno, así que el Ayuntamiento tiene por delante un arduo trabajo, sin contar con el lecho del Sena, que debe alojar varios centenares de miles de llaves.
Tampoco es París la única ciudad afectada. Para que se cumpla la ley del candado hacen falta dos cosas: un lugar que inspire y dos merluzos. Entre la bahía de San Francisco y la Ciudad Prohibida de Pekín hay abundancia de todo ello.
El Ayuntamiento parisino ha hecho honor a la reputación de la ciudad: la alcaldesa Anne Hidalgo, que llevaba mucho tiempo enfrentada a esta degradación fundamentalmente turística, siempre se negó a dictar una prohibición, estableciendo multas, etcétera, es decir, lo que habría hecho cual- quier alcalde mandón, de cualquier ciudad normal, pero París no ha sucumbido a ese reflejo. “No habría solucionado nada, hemos instruido a la policía para que disuada a la gente que pone candados, después de todo no íbamos a poner una comisaría abierta las 24 horas del día en cada puente”, explicó el vicealcalde Bruno Julliard, el año pasado, después de que un trozo de barandilla se viniera abajo.
La actitud tolerante de las autoridades llegó a exasperar a más de uno. Dos residentes americanas en París, Lisa Anselmo y Lisa Taylor iniciaron una campaña por su cuenta: “No Love Locks”. “Es algo esquizofrénico, una obsesión por el yo, yo, yo”, decían. “¿Cómo puede alguien considerar esto romántico?: un lugar que es patrimonio mundial que está siendo comido por el ego de la gente, es horrible, feo, una enfermedad”, explica Anselmo. La campaña no tuvo efecto en el amor borrego, que además es ciego como sugiere una turista australiana interrogada al respecto: “Deberían reforzar sus puentes para que puedan soportar nuestro amor”, dice.
Consciente de que el rebaño, acaso sensible a la arenga militar o al sermón, no suele reaccionar al simple razonamiento, un arquitecto británico residente en París que se llama Colin Kovacs, ha diseñado un ingenioso modelo de barandilla directamente inspirado en el problema del Pont des Arts.
Kovacs, que vive cerca del lugar, cruzaba cada día el puente para ir al gimnasio e ideó unos barrotes truncados, incompletos por arriba o abajo, de los que se puede sacar fácilmente cualquier cerrojo, informaba el diario Le Parisien. Su idea fue bien acogida en el Ayuntamiento, pero parece que la solución se ha decantado hacia unos paneles de cristal en lugar de los barrotes. Los inquietos y creativos turistas podrán inmortalizar sobre los paneles sus mensajes para la posteridad: Aquí estuvo Fulano. Hasta que alguien se queje y la historia vuelva a empezar.
París inició ayer el desmonte de los candados románticos de los puentes sobre el Sena Un millón de candados y cuarenta toneladas de amor inoxidable sobre un puente