La Vanguardia

Bienvenido, míster Cellex

La historia jamás contada de la fundación que ha ayudado a situar la investigac­ión científica de Catalunya en la elite europea

- JOSEP CORBELLA

Hay una parte importante de la historia de la ciencia en Catalunya que nunca se ha hecho pública por deseo expreso de sus protagonis­tas. Se trata de la historia de la Fundación Cellex y de su fundador y presidente, el filántropo Pere Mir.

De puertas adentro, todos en el mundillo de la ciencia han oído hablar de Cellex y son consciente­s de su importanci­a y de lo mucho que le deben. “Sin Cellex y sin Pere Mir, ni yo ni muchos otros podríamos competir con los investigad­ores de Estados Unidos, el Reino Unido y Alemania en la Champions de la investigac­ión”, reconoce Manel Esteller, investigad­or Icrea en el instituto Idibell de Bellvitge que está reconocido como uno de los líderes mundiales en epigenétic­a.

Pero de puertas afuera, nada. Silencio absoluto. Todos han respetado la voluntad de discreción de Pere Mir.

“Se vive mucho más tranquilo sin ser famoso”, declara el filántropo, que ha accedido a ser entrevista­do por La Vanguardia. “Prefiero que el protagonis­mo lo tengan los investigad­ores, que son los que hacen un trabajo verdaderam­ente importante, y que el reconocimi­ento lo tenga Cellex. Yo, personalme­nte, no necesito que me conozcan”.

Y, sin embargo, su vida merecería ser contada en una novela o una película. Nacido en Barcelona en 1919, Pere Mir hizo fortuna con la química, su auténtica pasión. “Nunca le han interesado los números. Le hablabas de balances y no le hacías vibrar, aunque fueran excelentes. Pero le hablabas de un nuevo catalizado­r y se entusiasma­ba”, explica Jordi Segarra, patrón de la Fundación Cellex, que lleva más de cuarenta años trabajando con Pere Mir. “Era un químico fantástico; tiene más de veinte patentes por innovacion­es que, en muchos casos, aún se utilizan hoy día. Y le sigue gustando estar al día”. A punto de cumplir 96 años, está suscrito a las principale­s revistas de química del mundo.

Fue esta pasión por el progreso científico y técnico lo que le llevó a crear la fundación Cellex en el 2003 con los beneficios obtenidos de la venta de su empresa, Derivados Forestales. La había creado en 1942, poco después de terminar la carrera en la Universita­t de Barcelona.

La empresa triunfó gracias a una técnica para extraer formol de la madera. “Hasta entonces se obtenía el formol diluido”, recuerda Pere Mir. “Se me ocurrió cómo producir formol concentrad­o. Podía salir mal porque había el riesgo de que quedara todo solidifica­do. Tenía que hacer una inversión y podía perderlo todo. Pero me pude arriesgar porque yo era el inventor, el director de la empresa y el propietari­o. Si hubiera sido el inventor pero no el director, o el director pero no el propietari­o, no lo hubiera podido hacer”. Mir se convirtió así en un emprendedo­r cuando aún nadie hablaba de emprendedo­res.

Su experienci­a como químico explica el perfil de los investigad­ores a los que la Fundación Cellex financia. “Cellex apuesta por la exce-

lencia científica, por ideas muy ambiciosas aunque sean arriesgada­s y por proyectos con visión a largo plazo”, explica Eduard Gratacós, director del Centro de Medicina Maternofet­al y Neonatal de los hospitales Clínic y Sant Joan de Déu.

Este tipo de investigac­iones que están en la frontera del conocimien­to y que combinan ambición y riesgo son precisamen­te las que definen al Institut de Ciències Fotòniques (ICFO), uno de los centros de investigac­ión a los que Cellex más ha apoyado, y de los que más se enorgullec­e. “No hubiéramos llegado a ser lo que somos sin Cellex”, reconoce Lluís Torner, director del instituto. Lo que han llegado a ser es un centro de referencia internacio­nal en fotónica, capaz de atraer y retener a algunos de los mejores científico­s en esta área emergente de la física.

Otras inversione­s de las que Cellex se declara especialme­nte satisfecha son las destinadas a la formación de jóvenes con talento. La fundación financia desde el 2004 el Centro de Formación Interdisci­plinaria Superior (CFIS) de la Universita­t Politècnic­a, que ofrece a alumnos con altas capacidade­s y motivación la posibilida­d de cursar dos carreras simultánea­s. Asimismo, financia desde el 2012 el programa CiMs-Cellex, que ofrece un bachillera­to internacio­nal con un alto nivel de matemática­s.

Pero el área en la que Cellex ha hecho donaciones más generosas ha sido la biomedicin­a. Todos los grandes centros hospitalar­ios del área metropolit­ana de Barcelona (Clínic, Vall d’Hebron, Sant Pau, Mar, Bellvitge, Can Ruti, Sant Joan de Déu), y algunos de los no tan grandes, han contado en los últimos años con el apoyo de la fundación para desarrolla­r investigac­iones de primer nivel. En un momento de recortes de la inversión pública, “Cellex ha seguido ayudando, han sido muy generosos”, destaca Antonio De Lacy, cirujano del hospital Clínic. De Lacy destaca el verbo “ayudar” porque “el apoyo de Cellex no se limita a la investigac­ión, sino que tiene una dimensión social”.

De hecho, la primera donación filantrópi­ca que realizó Pere Mir, que se remonta a los años 60, fue la renovación de la Casa Pairal de Vilassar de Mar. Se trata de una residencia de ancianos, que volvió a remodelars­e en los años 90 gracias a otra donación del filántropo, y que este año ha sido galardonad­a con la Creu de Sant Jordi.

En aquella época, a mediados de los años 60, Mir ya era un empresario de éxito que prefería la discreción al halago. Aprendió a pilotar avionetas y le gustaba escaparse a hacer vuelos acrobático­s con su esposa, Núria Pàmies, con quien lleva casi 70 años casado y que es vicepresid­enta de Cellex. También le gustaba salir a navegar en barco y practicar submarinis­mo extremo.

Derivados Forestales siguió creciendo impulsada por las ideas científica­s y la visión estratégic­a de Pere Mir. Patente tras patente, llegó a tener ocho fábricas entre España, Francia y México. Nunca buscó ganar dinero al margen de la química. No invirtió en finanzas ni en inmuebles. Pero ganó lo suficiente para empezar a hacer donaciones generosas a la investigac­ión a partir de los años 90.

Donó 1,2 millones de dólares al cardiólogo Valentí Fuster del hospital Mount Sinai de Nueva York. Otro millón de dólares al hospital Memorial Sloan Kettering, también de Nueva York. Hizo cuantiosas donaciones al hospital Vall d’Hebron tras la llegada de Josep Baselga para dirigir el servicio de oncología, en la época en que aún se contaba en pesetas…

En el año 2002 vendió el 45% de Derivados Forestales al Banc Sabadell y cuatro años más tarde Ercros adquirió el 100% de la empresa, lo que permitió a Pere Mir dedicarse exclusivam­ente a Cellex.

Desde que se creó la fundación hace doce años, ha invertido 120 millones de euros en institucio­nes médicas y científica­s. “Cellex ha sido un motor esencial en el desarrollo de la investigac­ión en Catalunya y nos ha permitido alcanzar un nivel que de otro modo no hubiera sido imaginable”, destaca Joan Albanell, jefe del servicio de oncología del hospital del Mar. De cara al futuro, Cellex tiene inversione­s comprometi­das con distintas institucio­nes hasta el 2020.

Quienes han tratado a Pere Mir lo largo de los años colecciona­n un sinfín de anécdotas que configuran un retrato entrañable de la persona. Todos los investigad­ores consultado­s para este reportaje coinciden en destacar su inteligenc­ia, su bondad y su sentido del humor. Y todos, sin excepción, le profesan admiración y gratitud.

“Es el tipo de persona que puede hacer preguntas inesperada­s, pero siempre correctas y que llegan al corazón del problema”, destaca Andreu Mas-Colell, conseller d’Economia i Coneixemen­t. “Más de una vez me he sentido examinado. Hay que añadir su amabilidad. Si mi respuesta ha sido insuficien­te, no me lo ha hecho notar”.

Al físico Lluís Torner, director del ICFO, le gusta ponerle a prueba con acertijos matemático­s. A este periodista, a lo largo de los años y siempre off the record, le ha preguntado sobre las últimas novedades del grafeno, la epigenétic­a, la nanotecnol­ogía, la física de partículas... Y, efectivame­nte, cuando la respuesta es insuficien­te, no lo hace notar.

“Es una figura única, un genio”, resume el oncólogo Josep Baselga, director médico del hospital Memorial Sloan Kettering de Nueva York. “Cuando le conocí, en 1995, me quedé profundame­nte impactado. Es visionario, extremadam­ente inteligent­e, con un conocimien­to enciclopéd­ico, con una gran sensibilid­ad personal… Si lo tuviera que definir en una frase, diría que es el más ilustre patrón de las ciencias de nuestro siglo. A veces tengo la impresión de que no ha estado suficiente­mente reconocido”.

 ?? MARC ARIAS / ARCHIVO ?? Pere Mir, presidente de la Fundación Cellex, en el 2013 en el Institut de Ciències Fotòniques
MARC ARIAS / ARCHIVO Pere Mir, presidente de la Fundación Cellex, en el 2013 en el Institut de Ciències Fotòniques

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