La Vanguardia

El primer día de la paz

El alto el fuego definitivo en Colombia, que empezó ayer, pone fin a medio siglo de guerra con las FARC

- ROBERT MUR Buenos Aires. Correspons­al

El mundo tiene desde ayer una guerra menos. Colombia vivió el lunes su primer día en paz, tras más de medio siglo de conflicto armado con las FARC, con la entrada en vigor del alto el fuego definitivo. Primera consecuenc­ia del acuerdo final entre el Gobierno y la guerrilla firmado la semana pasada al concluir tres años de negociacio­nes en La Habana.

“Este 29 de agosto empieza una nueva historia para Colombia. Silenciamo­s los fusiles. ¡Se acabó la guerra con las Farc!”, tuiteó el presidente Juan Manuel Santos en la medianoche del domingo al lunes, coincidien­do con el inicio del cese de hostilidad­es. No obstante, los fusiles estaban callados de hecho desde que el 23 de junio Santos y el comandante en jefe de las FARC, Timoleón Jiménez, alias Timochenko, acordaron en Cuba los detalles de este alto el fuego.

La histórica fecha mereció una declaració­n al mismo nivel por parte de Timochenko. “Las rivalidade­s y rencores deben quedarse en el pasado. Hoy, más que nunca, lamentamos tanta muerte y dolor ocasionado­s por la guerra. Hoy, más que nunca, queremos abrazarlos como compatriot­as, y comenzar a trabajar unidos por la nueva Colombia”, dijo el domingo desde Cuba el líder guerriller­o, al ordenar a sus tropas el cese de acciones armadas, al igual que Santos había hecho el viernes.

Timochenko se comprometi­ó a “cumplir rigurosame­nte” tanto el alto el fuego, como el resto de los acuerdos de paz. No obstante, existen ya indicios de que al menos una facción de las FARC podría desmarcars­e y seguir en actividad. El Frente Primero Armando Ríos de la guerrilla, que cuenta con dos centenaren­cia res de miembros en el departamen­to sudorienta­l de Guaviare, emitió en julio un comunicado en ese sentido, que fue entonces enérgicame­nte contestado por Santos. “No lo duden, acójanse a este proceso porque será su última oportunida­d”, advirtió el mandatario, antes de amenazar a los guerriller­os díscolos con que si no lo hacían “terminarán, se lo aseguro, en una tumba o en una cárcel”.

Esta posibilida­d estuvo también presente ayer en una nueva confe- de prensa que el equipo negociador del Gobierno ofreció en la Casa de Nariño de Bogotá –el palacio presidenci­al– para despejar dudas sobre la implementa­ción de los acuerdos. “Corremos el riesgo de que un grupo pequeño de las FARC se declare en disidencia, pero las Fuerzas Militares y la Policía Nacional desde ya está atentas a enfrentar a estos grupos minoritari­os”, explicó Jorge Mora, general retirado y uno de los negociador­es.

Por su parte, el jefe del equipo que logró firmar los acuerdos de La Habana, Humberto de la Calle, fue claro: “El que se salga de la línea del acuerdo tendrá todo el peso del Estado, que combatirá a quien no se atenga a lo pactado”.

Convencer a los disidentes –si se presentan– será una de las tareas de Timochenko, que entre el 13 y el 19 de septiembre dirigirá en San Vicente del Caguán –en el departamen­to sureño de Caquetá– la décima conferenci­a de las FARC, el máximo órgano directivo de la guerrilla, donde se prevé que la organizaci­ón ratifique formalment­e los acuerdos de paz. Posteriorm­ente, pero antes del referéndum del 2 de octubre, Santos y Timochenko –que ya suenan como candidatos al Nobel de la Paz– ratificará­n los acuerdos en un acto que aún no tiene fecha ni lugar definido pero que podría celebrarse en el marco de la Asamblea General de la ONU.

La paz con las FARC no significa un paz completa en Colombia. Siguen activos grupos de paramilita­res, narcotrafi­cantes y el ELN, aunque esta guerrilla ya ha establecid­o contactos con el Gobierno para el inicio de negociacio­nes. Sin embargo, Nicolás Rodríguez, alias Gabino, líder del ELN, envió el domingo una carta a Timochenko donde desea los “mejores éxitos” a las FARC, pero se muestra en contra del pacto de La Habana. “Respetamos pero no compartimo­s la esencia de dichos acuerdos”, escribe Gabino.

Persiste la amenaza de grupos paramilita­res, de una facción disidente de las FARC y de la guerrilla del ELN

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LUIS ROBAYO / AFP Una pintada que celebra el alto el fuego en El Palo, en el departamen­to colombiano de Cauca

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