Autonómicas y algo más
Las elecciones de mañana no tienen la emoción de las catalanas. En Galicia, el Estado español, como tal estado, no se juega nada, porque nada está en peligro y el nacionalismo no ha demostrado que extraiga de las urnas fuerza bastante para llevar al gobierno el grito de “Galicia (o Galiza) ceibe”. En el País Vasco, el posible ganador no plantea los comicios como constituyentes ni plebiscitarios, ni tiene la desconexión en su hoja de ruta, ni invoca un referéndum unilateral. Al revés: Iñigo Urkullu asegura que las decisiones unilaterales están condenadas al fracaso y no serían aceptadas por Europa. Urkullu es más posibilista: quiere el reconocimiento de Euskadi como nación y la soberanía compartida. Como alguien dijo, “la independencia sin independencia”. Si ganase EHBildu, sería otra historia; pero no está en la agenda de los profetas demoscópicos.
Así que estas elecciones en principio no están llamadas a cambiar la historia. Son un trámite democrático trascendente para ambas comunidades. Tampoco son unas primarias de nada, aunque a veces lo parezcan por los discursos de los líderes estatales, volcados en ambas comunidades. Sin embargo, sería ingenuo reducirlas a su ámbito territorial. En Euskadi se trata de medir nada menos que el consenso social que tienen quienes cambiaron la lucha armada por la acción política. En Galicia hay un consenso general en que Alberto Núñez Feijoo no amanecerá el lunes sólo como presidente de la Xunta, sino como el sucesor natural de Rajoy, aunque no conviene decirlo para que no lo despedacen los siempre amables, desinteresados y amantísimos compañeros de partido.
El que se la juega es Pedro Sánchez, al que sus también queridos y delicados compañeros del Comité Federal sacarán del recuento de votos, si las encuestas se cumplen, a hombros… de sus verdugos. A Sánchez yo no lo castigaría por perder, que le puede ocurrir a cualquiera. Lo castigaría por llegar a la campaña electoral con enfrentamientos cainitas en Galicia y por permitir que el PSOE haya sido y esté siendo una jaula de grillos donde abunda la conspiración contra el líder y una sacralizada confusión. De sus posibilidades de ser presidente con apoyo de independentistas, sólo puedo decir que me tiene admirado la lealtad y el optimismo de Miquel Iceta.
Pero no quiero personalizar. De Galicia y Euskadi probablemente saldrá redibujada la izquierda. Toda la izquierda. Si en Galicia el jovencísimo partido En Marea (constituido como tal el pasado 30 de julio) le gana al PSOE y si Podemos deja al PSOE como cuarto partido en el País Vasco, la conmoción vendrá cargada de puñales: un partido histórico como el Socialista, humillado en las urnas en comunidades donde gobernó, agravará inevitablemente su crisis. Y un Podemos que pone su pie sobre el dragón socialista recobrará alientos de poder, si Iglesias y Errejón son capaces de firmar la paz. Y estemos atentos a la pantalla de los poderes fácticos, porque no es igual una izquierda dominada por la socialdemocracia que liderada por el populismo. Les aseguro que, para los poderes fácticos, no es igual.